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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



sábado, 30 de julio de 2011

De El Pliegue/Deleuze

Más que un átomo, la mónada es una célula, una sacristía: una habitación sin puerta ni ventana, en la que todas las acciones son internas.

La mónada es la autonomía del interior, un interior sin exterior. Pero tiene como correlato la independencia de la fachada, un exterior sin interior. La fachada puede tener puertas y ventanas, está llena de agujeros, aunque no haya vacío, pues un agujero sólo es el lugar de una materia más sutil. Las puertas y ventanas de la materia sólo abren o incuso sólo cierran  desde afuera y sobre el afuera... La arquitectura barroca puede definirse por esa escisión de la fachada y del adentro, del interior y del exterior, la autonomía del interior y la independencia del exterior, en tales condiciones que cada uno de los dos términos relanza el otro... Lejos de ajustarse a la estructura, la fachada barroca sólo tiende a expresarse a sí misma mientras que el interior se inclina de su lado, permanece cerrado, tiende a ofrecerse en su totalidad desde un solo punto de vista a la mirada que lo descubre, "cofre en el que reposa lo absoluto".

Lo que hará posible la nueva armonía es, en primer lugar, la distinción de dos pisos, en la medida en que resuelve la tensión o distribuye la escisión. El piso de abajo se encarga de la fachada, y se alarga agujereándose, se curva según los pliegues determinados de una materia pesada, constituyendo una habitación infinita de recepción o de receptividad. El piso de arriba se cierra, puro interior sin exterior, interioridad cerrada en ingravidez, tapizada de pliegues espontáneos que ya sólo son los de un alma o un espíritu. Por eso el mundo barroco, como ha mostrado Wolfflin, se organiza según los vectores, el hundimiento abajo, el empuje hacia lo alto. Leibniz hace coexistir la tendencia de un sistema pesado a encontrar su equilibrio lo más bajo posible,  justo donde la suma de las masas ya no puede descender más, y la tendencia a elevarse, la más alta aspiración de un sistema en ingravidez, justo donde las almas están destinadas a devenir razonables,  como en un cuadro de Tintoretto. Que uno sea metafísico y concierna a las almas, que el otro sea físico y concierna a los cuerpos no impide a los dos vectores componer un mismo mundo, una misma casa...

El entierro del conde de Orgaz

domingo, 24 de julio de 2011

El Barroco y la resistencia Latinoamericana

Resulta deslumbrante la relación y coherencia que existe entre las diferentes dimensiones de la realidad humana, específicamente el sentido que entrañan las creaciones culturales humanas como el arte y el pensamiento.  ¿Cuánto de desconocido hay en una obra del espíritu? Así la labor exegética o interpretativa adquiere todo su sentido a lo largo de los siglos, ya que no solamente el mundo sino también el hombre es un conglomerado de cosas por descubrir.

Particularmente el arte barroco es un prodigio de cosas por descubrir y entender, tanto en la dimensión artística como filosófica, pues resulta ser un acontecimiento que se presenta tanto en el arte como en el pensamiento, así de las portentosas catedrales posrenacentistas pasamos inmediatamente al pensamiento protomoderno de Leibniz y Spinoza. Y en ambos, advertimos el dramático tránsito de una época a otra pues en el barroco presenciamos la resistencia  a desaparecer del mundo medieval conviviendo con los novísimos elementos de la modernidad, de Dios a la inmanencia de la libertad, la igualdad y la razón, todo contenido en un mismo continente: lo mejor del pensamiento metafísico-escolástico conviviendo con los elementos heterogéneos de la modernidad.  Así, el barroco resulta ser la resistencia a desaparecer y simultáneamente el impulso del cambio y lo diferente, el modelo vital y plástico de la vida que persevera en el ser pero también tiende a la superación de lo que es, como lo advierte Deleuze desde la perspectiva en que se sitúa, la gran identidad Spinoza-Nietzsche, en sus estudios sobre el pliegue y sus interpretaciones de la obra de Spinoza y Leibniz.


Templo de la Compañía de Jesús de Quito.

Por su parte, Bolívar Echeverría capta las potencialidades del barroco para la problemática de América Latina eminentemente una situación de resistencia en el ámbito de la modernidad capitalista y racista que en su inercia tiende al sometimiento y a la destrucción de lo americano en todos sus sentidos desde lo étnico hasta lo cultural...

martes, 12 de julio de 2011

Blanqui y Spinoza


“El universo es infinito en el tiempo y en el espacio, eterno, sin límites e indivisible. Todos los cuerpos, animados e inanimados, sólidos, líquidos y gaseosos, están conectados el uno con el otro por las mismas cosas que los separan. Todo está conectado. Con la excepción de los astros, que permanecen en el espacio, absolutamente vacío sin duda,  y sin embargo, con las tres dimensiones, altura, anchura y profundidad, espacio indivisible e ilimitado.”
                                                                                                    Blanqui

Louis-Auguste Blanqui es un importante revolucionario y teórico poco reconocido, y sin embargo, fundamental, por haber lidereado el movimiento radical de la Comuna y definido en gran medida lo que habrían de ser los movimientos sociales del siglo XX, particularmente el movimiento político estudiatil que empezaría con él y llegaría hasta el 68 en todo el mundo (antes de él el movimiento estudiantil se reducía en su acción exclusivamente al espacio académico). En gran medida este desconocimiento es debido a la crítica hecha contra él desde el llamado marxismo científico que consideró inapropiadas y utópicas las posiciones tan radicales de Blanqui en la Comuna, que llevaron según estos a la derrota del movimiento

Existe un opúsculo, que Blanqui escribe en una de sus estancias en la cárcel, La eternidad a través de los astros, en el cual deja ver una concepción sobre el infinito que parece haber animado en el fondo su espíritu inquebrantable y rebelde, aun en la soledad y el encierro de la prisión y bajo condenas de muerte impuestas en varias ocasiones. Una concepción del infinito que parte de la consideración de las estrellas y el espacio infinitos, sumamente cercana al Dios infinito de Spinoza -y habría que señalar también que muy próxima a la concepción de Dios dada por Maimónides en la Guía de los perplejos-, y como aquel, Blanqui parece sacar de esa concepción una potencia infinita y una voluntad inquebrantable frente a todas las adversidades; potencia y voluntad que se dirijen, en el límite, hacia un cambio social radical...