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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



sábado, 8 de febrero de 2014

¿Qué es la Inmanencia?

     Para Gilles Deleuze no existía un centro o corazón de la realidad en su totalidad ni de las cosas en particular.[1] Nada que fuera superior o mejor que el resto, no porque las cosas y sus características carezan de dignidad, sino porque todas participan de la misma dignidad, la dignidad de ser.[2] Puesto que para él, no existe instancia alguna por encima del ser, sino que el ser lo es Todo, un Todo que es infinito y absoluto, por lo que no puede ser limitado por nada (es infinito), y por esa razón, tampoco ajeno a nada (es absoluto), pues lo ajeno o lo otro sería su límite. El Ser es lo más común, y por ello, carece de jerarquías.

Por el contrario, pensar la realidad en términos de una jerarquía de los entes no es propiamente pensar sino repetir, replicar errores, ilusiones de la trascendencia… forzarse y forzar a concebir lo que es siempre idéntico a otra cosa, el lugar ocupado en una jerarquía, donde la superioridad y la inferioridad relativas son dictadas por un orden de la representación, que por (su) derecho, ocupa el lugar de lo que existe en realidad. En el pensamiento de la jerarquía,[3] lo que las cosas son, su identidad, se define por la superioridad o inferioridad relativas entre ellas y dictadas por una escala de valores que es ajena a lo que las cosas son. El ser y lo que es como la representación de otra cosa. Cuando lo que es está cambiando constantemente tanto en lo general, realidad, como en lo particular, entes; y pensarlo, consiste en percibir y entender ese cambio que se expresa como diferencición constante de lo que es: en y por el ser, como causa inmediata, al no existir jerarquía.




La inmanencia en el pensamiento de Spinoza

La importancia del pensamiento de Baruch de Spinoza es fundamental para Deleuze básicamente porque él fue quien mejor planteó, de manera más pura,[1] la inmanencia; y porque para Deleuze, la filosofía consiste en hacer un planteamiento de la inmanencia, ya que la realidad es la inmanencia y conocerla consiste en trazar su plano, la cartografía de la situación existencial que tanto histórica como singularmente constituye al hombre. Por esta razón, al final de su vida Deleuze declaró que como el hombre inculto que era lo olvidaba todo, por ello cada que tenía que estudiar algo tenía que iniciar desde el principio, con una excepción, Spinoza, porque a Spinoza lo llevaba en el corazón: …me produce una gran alegría, cuando me veo obligado a ponerme a trabajar de nuevo sobre un tema anexo o sobre el mismo tema– debo empezar otra vez desde cero, con la excepción de unos pocos casos, porque a Spinoza le llevo en el corazón, no se me olvida: es mi corazón, no mi cabeza.”[2]

La inmanencia, como el Dios de Spinoza (infinito y absoluto), es una unidad muy especial y extraña, incluso imposible de concebir, al carecer de límites. Pues por una parte, en tanto absoluta nada le es ajeno y engloba todos los entes del presente, pasado y futuro (implicación) en una misma y única unidad; y por otra, en tanto infinita, esta unidad carece de límites en el sentido de que no tiene principio ni final, es eterna, y comprende una infinidad de entes, en cantidad y cualidad, que son producidos por la infinita fuerza de existir que la constituye. Y a pesar de ser imposible de concebir en su totalidad, la inmanencia constituye el principio de lo real, el supuesto metafísico –que Spinoza busca plantear en términos lógicos- que explica, sin recurrir a ficciones irracionales, porque el ser es.