Las concepciones
metafísicas de la equivocidad y la analogía se constituyen en una filosofía
trascendente de lo uno ya que ambas nociones del ser reconocen una instancia
superior al ser, una instancia anterior y superior a los existentes, Dios,
desde la cual parte la determinación, el orden y la jerarquización de todo lo
que es en una unidad trascendental. Es decir, tanto en la concepción analógica
como equívoca del ser un elemento exterior y superior al ser tanto en orden
como en jerarquía determina toda posibilidad de existencia, que en los términos
de ese mismo orden se convierte en la única existencia posible, ya que la única
realidad posible a de ser la de ese orden. Por lo que la filosofía adquiere las
características de lo uno y lo trascendente.
En el mismo
sentido, estas dos nociones del ser implican la clásica concepción trascendente
de Dios como Dios-padre, Dios-juez y Dios-todopoderoso, en tanto que la
situación de preeminencia y superioridad en la que se le concibe con respecto
al ser implica un orden creado en todas sus dimensiones absolutamente por Dios
en su infinita perfección, y por ende, la creación misma adviene también un
orden moral establecido desde la eternidad como un imperativo metafísico, y en
el límite, un orden teleológico tendiente hacia una finalidad predeterminada
desde la creación misma: la salvación o el advenimiento del mundo o la vida
verdaderos. Pues todos estos elementos supeditan lo existente a la unidad y
perfección divinas externas al ser, y en el límite, niegan la existencia y la
vida múltiple y diferente en virtud de ese mismo uno trascendente.
“Las
filosofías de lo Uno son filosofías que implican fundamentalmente una jerarquía
de los existentes, de ahí el principio de consecuencia, de ahí el principio de
emanación…”[1]
“…siempre es, finalmente, una
diferencia entre el ser y algo superior al ser, puesto que la jerarquía será
una diferencia en el juicio. Entonces, el juicio se hace a nombre de una
superioridad del Uno sobre el Ser. Se puede juzgar el Ser precisamente porque
hay una instancia superior al ser. Entonces la jerarquía es inscrita desde esta
diferencia, puesto que la jerarquía, su fundamento mismo, es la trascendencia
del Uno sobre el Ser…” [2]
Y en tanto la unidad trascendente es una
unidad absoluta y la dimensión política resulta estratégica en las concepciones
metafísicas, deviene elemental la determinación de lo político en los términos
de la jerarquía, resultando el Estado además de una reproducción en el orden
social de las jerarquías del ser, una realidad tan necesaria como legítima
puesto que sí la organización política es así, fundada en la jerarquía y en la
concomitante concentración de poder en la cúpula de la jerarquía, es porque así
está determinado desde la unidad trascendente como un imperativo metafísico por
el que se hace pasar el régimen como el único posible y su estructura
jerárquica como algo además de debido y necesario como algo bueno, resultando
de ello una legitimidad incuestionable. Entonces, el orden social por
excelencia y necesidad, es aquel en el que la jerarquización de los individuos
y el sometimiento de los más es una constante de la verticalidad política, que
como el ser, funciona adquiriendo sentido y realidad desde un elemento superior
que adquiere las cualidades de lo trascendente, en este caso, de lo socialmente
externo, que daría origen a una diferencia radical entre los que mandan y los
que obedecen en virtud de este orden.
Spinoza dándose
cuenta de las implicaciones de las nociones equívoca y análoga asume una
posición unívoca radical, y al involucrarse de una manera tan fuerte y profunda
en el problema neurálgico de la filosofía de ese momento desemboca en las
innovaciones de un pensamiento sumamente singular y visionario que al empatar
plenamente el ser con Dios crea una nueva filosofía con su concomitante nueva
política, a partir de una nueva concepción de Dios.
Deleuze nos dice
que Spinoza concibe el Ser en una especie de ontología pura en la cual todo lo
que es ser se dice en el mismo sentido, es decir, que todo lo que es participa
con la misma dignidad y calidad del Ser como totalidad pues no habría un
elemento externo trascendente, sino que, todo es ser en tanto que la unidad no
se ubica por encima de los existentes sino que es el infinito conjunto de todos
los existentes: Dios es el ser. Diferencia sustancial ya que la unidad no se
encontrará más allá de lo que es sino que es precisamente eso, los existentes;
idea además de desconcertante y compleja extremadamente bella, pues sin perder
los atributos metafísicos más prodigiosos de Dios como son la perfección, la
infinitud, la eternidad, la omnisciencia y omnipotencia, en su concepción
divina Spinoza, piensa a Dios como la
totalidad infinita de todo que no es limitada o contenida por lo que no-es, sino
que contiene y comprende absolutamente todo.
“Lo que
me parece impresionante en la ontología pura, es hasta que punto repudia las
jerarquías. En efecto, si no hay Uno superior al Ser, si el Ser se dice de todo
lo que es en un mismo y único sentido, esa me parece la proposición ontológica
clave: no hay unidad superior al ser y, entonces, el ser se dice de todo eso de
lo que se dice, es decir se dice de todo lo que es, se dice de todo ente, en un
mismo y solo sentido.”[3]