Las vertiginosas y profundas transformaciones de la sociedad de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, como comprendieron de manera visionaria pensadores, artistas y filósofos implica una metamorfosis radical de la sociedad, el advenimiento de una nueva época consistente en nuevos tipos de valores, relaciones e instituciones, es decir, completamente nuevas formas de sociedad y de seres humanos -nuevas formas de percibir, sentir, pensar, imaginar, trabajar-, y con ello, nuevas formas de gobernar, someter y dominar, pero también, de liberar, es decir, también, una nueva política. En este sentido, en la década de los sesenta con los estudios genealógicos de Foucault surge una nueva línea, e incluso, una nueva generación de estudios políticos que tratan metodológicamente de ocuparse de tales transformaciones produciendo los instrumentos de estudio y herramientas conceptuales capaces de comprender estos nuevos fenómenos a partir de la metodología genealógica propuesta por Nietzsche, según la cual, el estudio materialista de una realidad material tiene que hacerse como un estudio del detalle histórico en la conformación de los entramados de fuerzas que producen lo real, es decir, que el estudio de lo que es consiste en el estudio de sus origenes, y el estudio del origen en el estudio de su altura o su bajeza, un estudio del valor del origen.
Tal concepción genealógica del estudio del origen y el valor implica, como lo previó Nietzsche, una nueva filosofía, pues a diferencia de la filosofía tradicional, en la cual, predomina una concepción idealista y esencialista de una realidad siempre la misma, y por ello, a conocerse a través de ideas eternas, la genealogía como nueva filosofía, implica una concepción materialista e histórica de la realidad, que no busca el primer origen metafísico sino los orígenes históricos concretos en los cuales las cosas y los fenómenos adquieren no una esencia sino su sentido; por lo que, el estudio de la realidad ha de consistir no en una revelación, contemplación o reflexión de las verdades eternas sino en una producción de conceptos basados en el estudio y análisis histórico del surgimiento y desarrollo de los fenómenos concretos del encuentro, accidentes y acontecimientos, lucha y armonización de las fuerzas naturales, sociales y humanas.
Esta nueva filosofía, como lo plantea Nietzsche en La genealogía de la moral y en las Intempestivas, consiste fundamentalmente en un nuevo método interpretativo que ha de tratar a la realidad y su historia como un texto a interpretar y descifrar en sus diversos sentidos producidos por los acontecimetos, sucesos y accidentes que conforman los origenes de los fenómenos, puesto que el sentido de los fenómenos es dado por tales acontecimientos que conforman una disposición de fuerzas, poder, así como, una dirección u objetivo, sentido. De tal manera, el estudio de los origenes implica el estudio del valor, el valor de origen, pues en el origen se ecuentra la explicación de lo que es y sobre todo, de por qué es como es en relación a lo que algo puede, poder, y a lo que alguien quiere, voluntad. Por lo que el tema del valor, como lo valioso o lo deseado, se encuentra en los inicios de los orígenes como la expresión de la composición o entramado de fuerzas que determinan lo que se puede y lo que se quiere; una nueva concepción, de la realidad, lo social y lo humano, según la cual, lo real está siendo producido constantemente en el encuentro y lucha de fuerzas que determinan los fenómenos, por lo que su estudio a de ser, un estudio histórico de los orígenes y del valor -la dinámica de las fuerzas: una genealogía.
Como lo entendió Foucault, la genealogía nietzscheana implica fundamentalmente una concepción productiva de la realidad, según la cual, lo real está siendo producido constantemente en la dinámica inmanente y material del ecuentro de fuerzas que determinan la disposición y el sentido de los fenómenos de lo real que son no solamente reproducidos de manera idéntica, sino sobre todo, inventados o reinventados también constantemente en una tranformación permanente; por lo que, cualquier estudio del origen tiene que considerar tal carácter productivo y transformador, como proponen los estudios genealógicos foucaulteanos, en los cuales, el poder es concebido fundamentalmente, como productivo, a diferencia de los estudios políticos tradicionales en los cuales por sus efectos negativos se concibe al poder de una manera negativa como represión o sometimiento, pues para Foucault por sus efectos el poder es sobre todo productivo al producir subjetividades y relaciones sociales institucionales, es decir, formas de seres humanos, comportamientos, gustos, valores, y sobre todo, relaciones sociales específicas y concretas para tales seres humanos.