La obra de Nietzsche es muy extensa, no solamente la publicada en vida (aproximadamente 30 libros) sino también sus apuntes, notas y proyectos editados en una obra póstuma crítica compuesta por 4 vólumenes que juntos hacen casi las 4000 páginas; así como su correspondencia editada completa en cuatro volúmenes. Estamos hablando de varios miles de páginas, de las cuales, de manera canónica apenas se han estudiado, principalmente la obra apócrifa falsificada por su hermana La voluntad de poder y un par de libros más, en interpretaciones realmente pobres o elementales si consideramos la bastedad de la obra. Uno de los períodos del pensmaiento nietzscheano menos estuadiado es el comprendido entre 1876 y 1882 [Humano, demasiado humano (1878-1879), El caminante y su sombra (1880), Aurora (1881) y Gaia ciencia (1882)] calificado por el mismo Nietzsche como su período del espíritu libre, en el cual, reivindica la Ilustración radicalizándola en el sentido crítico del término, así, arremete contra los valores y las supersticiones tanto religiososos como morales en función de la emancipación -liberacion del hombre- y en esa labor llega a grados revolucionarios de crítica a la sociedad burguesa y al capitalismo.
En varios momentos de la obra nietzscheana existe una cercanía con las posiciones socialistas en la convergencia con los mismos enemigos, y en el límite, hasta una especie de coincidencia temática crítica y beligerante contra el capital que toma forma en torno a los siguientes temas presentes en la obra nietzscheana: crítica del maquinismo, de la división del trabajo, del culto al dinero, la enajenación, la especulación financiera, del mercantilismo y la exaltación del valor de cambio; propuestas para desarrollar el socialismo cuando es el instrumento del poder, nacionalizar los sectores rentables a corto plazo. De los cuales, sólo como una muetra presentamos los siguientes fragmentos del período antes mencionado:
“…es necesario liberar todos los caminos de trabajo que lleven a la “pequeña” fortuna, pero impedir el enriquecimiento fácil y súbito; habría que retirar de las manos de particulares todas las ramas del transporte y el comercio que favorezcan la acumulación de “grandes” fortunas, y, ante todo, el tráfico de la moneda, y considerar a quienes poseen demasiado como seres peligrosos para la seguridad pública, con el mismo título que los que no poseen nada”. [El viajero y su sombra (285)]
...
“204. Dánae y el Dios convertido en oro.- ¿De dónde viene esa impaciencia que hace criminal a un hombre en situaciones en que se explicaría mejor la inclinación contraria? Si uno pesa con balanzas falsas, si el otro incendia su casa después de haberla asegurado en más de su valor, si un tercero acuña moneda falsa, si las tres cuartas partes de la alta sociedad se entregan a un fraude lícito y cargan su conciencia con operaciones de bolsa y especulaciones, ¿qué les impulsa a ello? No es la miseria, su vida no es precaria, comen y beben sin la zozobra del mañana; lo que les mueve es la terrible impaciencia de ver cuán lentamente se reúne el dinero, el apego, el amor al dinero reunido que les atormenta noche y día. En esa impaciencia y en ese amor aparece el fanatismo del deseo de poder, inflamado en otras épocas por la creencia de poseer la verdad, fanatismo que ha llevado tan hermosos nombres que hasta podría aventurarse a ser inhumano con tranquilidad de conciencia (quemando judíos, herejes y buenos libros, y exterminando civilizaciones enteras como las de México y el Perú)… lo que antes se hacía por la voluntad de Dios se hace ahora por la voluntad del dinero…” Nietzsche. Aurora. pp. 160 y 161.
“175.- Idea fundamental de una sociedad de comerciantes.- Vemos formarse al presente, y de muy diferentes modos, la cultura de una sociedad cuya alma es el comercio, como el combate singular era el alma de la cultura de los griegos antiguos, y la guerra, la victoria y el derecho entre los romanos. El que se consagra al comercio sabe tasarlo todo sin producirlo, tasarlo con arreglo a la necesidad del consumidor y no según sus necesidades personales. Para él la cuestión de las cuestiones es saber <<qué personas y cuántas personas consumen tal cosa>>. Aplica, pues, instintiva y continuamente el criterio de la tasación a todas las cosas y, por consiguiente, lo aplica también a los productos de las artes y de las ciencias, a las obras de los pensadores, de los sabios, de los artistas, de los hombres de Estado, de los pueblos, de los partidos y hasta de épocas enteras. Se informa de la relación entre la oferta y la demanda acerca de todo lo que se produce, a fin de poder determinar por sí mismo el valor de cada cosa. Esto, erigido en el principio de una civilización…” Ibíd. 140.
"173.- Los apologistas del trabajo.- En la glorificación del trabajo, en los inevitables discursos sobre el beneficio del trabajo, veo la misma secreta intención que en los elogios de los actos impersonales y de interés general: el miedo secreto a todo lo que es individual. Se comprende ahora muy bien, al contemplar el espectáculo del trabajo -es decir, de esa dura actividad de la mañana a la noche-, que no hay mejor policía puesto que sirve de freno a cada cual y sirve para distraer el desenvolvimiento de la razón, de los apetitos y de los deseos de independencia. El trabajo gasta las fuerzas nerviosas en proporciones extraordinarias, y quita esta fuerza a la reflexión, a la meditación, a los ensueños, a los cuidados, al amor y al odio; nos opone siempre delante de los ojos de un fin baladí y otorga satisfaciones fáciles y regulares. Una sociedad en la que se trabaja rudamemente sin descanso gozará de la mayor seguridad, y la seguridad es lo que adora el presente como divinidad suprema. Pero es el caso (¡oh terror!) que el trabajador es precisamente quien se ha vuelto peligroso. Los individuos peligrosos son legión, y detrás de ellos está el peligro de los peligros: el individuum." Ibíd. p. 139.
"DE QUÉ MODO HUMILLA LA MÁQUINA. La máquina es impersonal, despoja al trabajo de su orgullo, de sus cualidades y defectos individuales que constituyen el sello de todo trabajo que no es máquina: por lo tanto, de humanidad. Antiguamente toda compra a los artesanos era una "distinción" concedidad a una "persona", de cuyas marcas nos rodeábamos: de esta forma los objetos de uso diario y los vestidos se convertían en una especie de símbolo de distinción y de homogeneidad personal, mientras hoy parece que vivimos solamente en medio de una esclavitud anónima e impersonal. No hay que pagar demasiado caras las posibilidades de trabajo." [El viajero y su sombra (288)]
"REACCIÓN CONTRA LA CULTURA DE LAS MÁQUINAS. La máquina es ella misma el producto de la más alta calpacidad intelectual, no pone en movimiento, en sus servidores, más que las fuerzas interiores e irreflexivas. Es verdad que su acción desencadena una suma de fuerzas enormes, que, de otro modo, hubieran permanecido aletargadas, dormidas: pero no fomenta el anhelo de elevarse, de hacer las cosas mejor y más artísticamente. Nos hace "activos" y "uniformes", lo que produce a la larga un efecto contrario: un aburrimiento desesperado se apodera del alma que aspira, por la misma máquina, a una ociosidad movida." [El viajero y su sombra (220)]
"173.- Los apologistas del trabajo.- En la glorificación del trabajo, en los inevitables discursos sobre el beneficio del trabajo, veo la misma secreta intención que en los elogios de los actos impersonales y de interés general: el miedo secreto a todo lo que es individual. Se comprende ahora muy bien, al contemplar el espectáculo del trabajo -es decir, de esa dura actividad de la mañana a la noche-, que no hay mejor policía puesto que sirve de freno a cada cual y sirve para distraer el desenvolvimiento de la razón, de los apetitos y de los deseos de independencia. El trabajo gasta las fuerzas nerviosas en proporciones extraordinarias, y quita esta fuerza a la reflexión, a la meditación, a los ensueños, a los cuidados, al amor y al odio; nos opone siempre delante de los ojos de un fin baladí y otorga satisfaciones fáciles y regulares. Una sociedad en la que se trabaja rudamemente sin descanso gozará de la mayor seguridad, y la seguridad es lo que adora el presente como divinidad suprema. Pero es el caso (¡oh terror!) que el trabajador es precisamente quien se ha vuelto peligroso. Los individuos peligrosos son legión, y detrás de ellos está el peligro de los peligros: el individuum." Ibíd. p. 139.
"DE QUÉ MODO HUMILLA LA MÁQUINA. La máquina es impersonal, despoja al trabajo de su orgullo, de sus cualidades y defectos individuales que constituyen el sello de todo trabajo que no es máquina: por lo tanto, de humanidad. Antiguamente toda compra a los artesanos era una "distinción" concedidad a una "persona", de cuyas marcas nos rodeábamos: de esta forma los objetos de uso diario y los vestidos se convertían en una especie de símbolo de distinción y de homogeneidad personal, mientras hoy parece que vivimos solamente en medio de una esclavitud anónima e impersonal. No hay que pagar demasiado caras las posibilidades de trabajo." [El viajero y su sombra (288)]
"REACCIÓN CONTRA LA CULTURA DE LAS MÁQUINAS. La máquina es ella misma el producto de la más alta calpacidad intelectual, no pone en movimiento, en sus servidores, más que las fuerzas interiores e irreflexivas. Es verdad que su acción desencadena una suma de fuerzas enormes, que, de otro modo, hubieran permanecido aletargadas, dormidas: pero no fomenta el anhelo de elevarse, de hacer las cosas mejor y más artísticamente. Nos hace "activos" y "uniformes", lo que produce a la larga un efecto contrario: un aburrimiento desesperado se apodera del alma que aspira, por la misma máquina, a una ociosidad movida." [El viajero y su sombra (220)]
en un libro dice: ''civilizaciones superiores como la de Mexico y Peru''
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