El modo en
que abordaremos el perspectivismo en la díada Spinoza-Nietzsche será a
partir de sus elementos básicos que a nuestra consideración son suficientes
para mostrar la manera en que opera la mutación casi alquímica con que Deleuze
trabaja el pensamiento filosófico, las “coincidencias”, más bien continuidades
que Deleuze identifica en Spinoza y Nietzsche. No es casual, sino sistemático y
metodológico que dos de los tres estudios que Deleuze dedica a Spinoza inicien
con la presentación de su semejanza y coincidencias temáticas con Nietzsche, en
el texto de Spinoza, contenido en el ya clásico compendio monográfico Spinoza,
Kant y Nietzsche presenta la vida de Spinoza a partir de los motivos que
dominaron la vida de Nietzsche y dan la libertad del pensamiento humildad,
castidad, y pobreza[1]; y en Spinoza:
una filosofía práctica Deleuze inicia mostrando las coincidencias temáticas
entre los dos pensadores: reivindicación
del cuerpo, el pensamiento no
consciente, la crítica de los valores
y de las pasiones tristes que
convierten a ambos según el juicio de la historia en materialistas,
inmoralistas y ateos.[2]
I.1 El grito en Filosofía
Para Deleuze
la filosofía no solamente tiene que ser vitalista en abstracto, en sí es un
ejercicio vital, en el cual, la vida concreta se encuentra en juego, pues se
piensa por necesidad, por la imperiosa necesidad de dar respuesta a problemas reales
que comprometen la vida individual y colectiva. Ya que para Deleuze lo que da
sentido a los conceptos filosóficos son los problemas a los que responden, de
manera contraria al ejercicio suntuoso u ocioso en que se convierte al
pensamiento desde la imagen tradicional de la filosofía que impone una imagen
de una filosofía neutral, trascendente y lujosa exclusiva de una élite que
puede dedicarse al lujo pensar.[3]
La filosofía,
para Deleuze, es potencialmente una actividad de los hombres en general,
filósofos y no filósofos, y versa fundamentalmente sobre sus vidas, sobre los
problemas que implica la existencia humana particular y concreta, que reclama
soluciones para mejorar la forma de vivirla pues “la filosofía no es una meditación sobre la muerte sino una
meditación sobre la vida”.[4] Así las
cosas, pensar filosóficamente, es decir, pensar con conceptos es tan imperioso
en términos vitales que es equivalente a un grito con el que la vida misma nos
hace un reclamo o un llamado respecto de algo de suma
importancia, pues si un hombre grita es por algo que le es vital para él mismo
y para los otros, por algo que reclama imperiosamente ser atendido o
resuelto.
Los conceptos son tan
completamente vivientes que no pueden existir sin estar en relación con algo
que sin embargo parece lo más lejano del concepto: el grito. Pienso que cada
vez que ustedes tienen necesidad de gritar no están tan lejos de una especie de
llamado de la filosofía. ¿Qué quiere decir que el concepto sería una especie de
forma del grito? Es eso, tener necesidad de un concepto es tener algo que gritar.
Habrá que encontrar el concepto de ese grito…[5]