“El combate espiritual es
tan brutal
como la batalla de los hombres.”
Arthur Rimbaud
“Es la guerra, pero la guerra sin pólvora y sin humo, sin actitudes
bélicas,
sin pathos ni miembros
dislocados, todo eso sería aún «idealismo». Un error
detrás del otro va
quedando depositado sobre el hielo, el ideal no es refutado,
se congela..." Nietzsche
Los dos ámbitos en que consideramos
se desarrolla lo propiamente político del pensamiento nietzscheano: uno
ético-individual y otro político-civilizatorio. Dos líneas de engranaje en las
que funcionan los conceptos políticos nietzscheanos adquiriendo todo su sentido
crítico, pero sobre todo, emancipatorio.
Desde sus fundamentos el pensamiento
de Nietzsche se politiza en el sentido profundo del término, es decir, se
constituye en una profunda meditación del poder. Como ya lo indicamos, su
pensamiento parte de una concepción ontológica del mundo radicalmente positiva,
en la cual, el “ser” se caracteriza por la potencia y productividad de sus
fuerzas que son el mundo, los
elementos del mundo, y por ende, el hombre mismo: “la voluntad de poder.”
Paralelamente, el otro factor que define el carácter de esta meditación sobre
el poder es el cuerpo, como epicentro del pensamiento, que orienta
completamente la concepción del poder en un sentido radicalmente inmanente,
puesto que es desde el cuerpo, en la forma de concebir sus potencialidades
inherentes y su existencia concreta, que Nietzsche plantea el concepto del
poder y sus consecuencias prácticas en lo ético y lo político.
Y nuevamente, en esta dimensión, las
correspondencias con el pensamiento de Spinoza se hacen fundamentales para la
interpretación deluezeana. Ya que Deleuze, desde la afirmación de su
perspectivismo spinozista, es capaz de captar los elementos críticos,
emancipatorios y revolucionarios que desde la extrema positividad del “ser” va
adquiriendo el poder en el pensamiento de Nietzsche, que a su vez, va a definir
el conjunto de la filosofía de este último en los términos de la más absoluta
inmanencia y radical materialismo.
Las dos líneas de sentido, en las
que señalamos se articulan como engranes los conceptos políticos de Nietzsche,
y nos permiten comprender más claramente su pensamiento político, son las que denominaremos la dimensión
“ético-individual” y la “político-civilizatoria”, que si bien interactúan todo el
tiempo una en la otra y como conjunto, para efectos didácticos resulta adecuado
presentarlas por separado. De tal manera, es posible comprender con mayor rigor
y profundidad el pensamiento político de Nietzsche si como hace Deleuze
procedemos a su estudio en los términos de estas dos dimensiones en relación
con el pensamiento de Spinoza. Y si bien, Deleuze lo hace de manera implícita,
centrando su atención más que en la exposición de cada una de estas dos líneas,
en el desarrollo sistemático conceptual de su interpretación del pensamiento de
Nietzsche, nosotros trataremos de hacer esta labor de manera explicita, pues
además, simultáneamente trataremos de mostrar la manera en que trabaja el
propio Deleuze a través de la exposición de estas dos líneas de sentido.
En términos generales la línea ético-individual
implica la dimensión de la sensibilia, el
ámbito de los afectos (sentimientos, deseos, pasiones, devenires) fundamental
tanto para Nietzsche como para Spinoza, en el sentido de una “política de las
pasiones”. Puesto que como advirtieron Nietzsche y Spinoza la política se juega
no solamente en el ámbito de las instituciones sino, sobre todo, de la
interioridad de los hombres produciendo o bloqueando sentimientos, y con ello,
provocando comportamientos (servidumbre o libertad). De tal manera, en la vida
concreta de cada hombre el tipo de comportamiento con que actúa en sus
relaciones, desemboca en una instancia fundamental ha procurar desde la
conciencia y el sentido que aporta una ética.