"Tal vez no se pueda plantear la pregunta ¿Qué es la filosofía? hasta tarde, cuando llega la vejez y la hora de hablar concretamente. De hecho, la bibliografía es muy escasa. Se trata de una pregunta que nos planteamos con moderada inquietud, a media noche, cuando ya no queda nada por preguntar. Antes la planteábamos, no dejábamos de plantearla, pero de un modo demasiado indirecto u oblicuo, demasiado artificial, demasiado abstracto, y, más que absorbidos por ella, la exponíamos, la dominábamos sobrevolándola. No estábamos suficientemente sobrios. Teníamos demasiadas ganas de ponernos a filosofar y, salvo como un ejercicio de estilo, no nos planteábamos qué era la filosofía; no habíamos alcanzado ese grado de no estilo en el que por fin se puede decir: ¿pero qué era eso, lo que he estado haciendo durante toda mi vida? A veces ocurre que la vejez otorga, no una juventud eterna, sino una libertad soberana, una necesidad pura en la que se goza de un momento de gracia entre la vida y la muerte, y en el que todas las piezas de la máquina encajan para enviar un mensaje hacia el futuro que atraviesa las épocas… "[1]
Estas son las palabras de las hermosas páginas con las que inicia ¿Qué es la filosofía?, el último libro escrito por Deleuze, publicado en 1991 y escrito junto con Félix Guattari, y en el cual, ambos se ocupan en definir desde su perspectiva inmanente qué es la filosofía y qué es filosofar.
Estas son las palabras de las hermosas páginas con las que inicia ¿Qué es la filosofía?, el último libro escrito por Deleuze, publicado en 1991 y escrito junto con Félix Guattari, y en el cual, ambos se ocupan en definir desde su perspectiva inmanente qué es la filosofía y qué es filosofar.
Cuando escriben estas palabras Deleuze tiene aproximadamente sesenta y seis años y Guattari sesenta y uno. En ellas se manifiesta una sorprendente manera de referirse a la vejez, inesperada para la manera habitual en la que se piensa sobre esta etapa de la vida y sobres los ancianos. Ya que desde los criterios utilitarios y productivitas, la vejez es una etapa indeseable, definida por la minusvalía. El anciano pasa a formar parte de los márgenes sociales, ya que desde la perspectiva de la productividad tanto su cuerpo como sus capacidades mentales se encuentran en un proceso de degradación y minusvalía en la competencia del mercado laboral, se supone que es menos vital, y aún peor, menos fuerte para el trabajo que implica la única fuente del valor de los hombres en un mundo en el que los seres humanos se convierten únicamente en instrumentos o piezas-engranes del trabajo como producción de mercancías. La vejez es una forma de marginalidad social.
Sin embargo, para ellos que durante toda su vida reivindicaron la causa concreta de diferentes marginalidades y exclusiones, y los derechos y dignidades de la marginalidad misma, la vejez se convierte en una nueva condición para experimentar, pensar y resistir. De manera disidente reivindican su ancianidad como un momento, pero sobre todo, como una intensidad de la vida, una nueva potencia y una nueva situación en el tiempo y el espacio que les permite acceder a una perspectiva distinta más adecuada para pensar algo que en medio de los compromisos asumidos, las obligaciones sociales y los problemas acuciantes pocas veces es pensado con el tiempo, el desapego y la tranquilidad necesarios: la filosofía misma.