La forma más creativa, “fundacionalmente” hablando, que adopta el lenguaje es la de la poesía que originalmente se presenta como poesía de lo mítico. No olvidemos que la palabra griega poiesis designa eminentemente creación en diferentes órdenes[1]. La poesía, originalmente es utilizada para dar voz a los mitos que buscan dar origen y sentido a un pueblo. Desde la Iliada y la Odisea, hasta el Popol Vuh pasando por la Biblia y las diversas mitologías, la constante es hablar del origen del hombre y del pueblo en los términos más bellos y afectivamente líricos posibles, pero sobre todo, más cargados de significados y sentidos que puedan existir para enfrentar lo más desconocido pero también lo más importante, y estos han sido, los términos de la palabra poética. Puesto que la poesía en sí misma como código implica la mayor creatividad posible en la lengua, pues además de crear significados y usos diferentes de las palabras, o incluso nuevas palabras y sintaxis, tiene un registro semántico casi infinito, pues con ella, siempre es posible hablar de otra cosa que de lo que en primera instancia se habla, exponenciando indefinidamente los usos y sentidos de los signos de las palabras, en significantes y significados siempre posiblemente renovados. De tal manera, es posible pensar en esos primeros hombres tratando de expresar y explicar el mundo que les rodeaba a través de la poesía, y con ello, una de las primeras prácticas políticas consistente en enunciar y concebir poéticamente su comunidad, a sí mismos y a su mundo.
En la modernidad ha existido una reacción contra lo irracional, y con ello, contra todas las formas de lo indefinido, en la cual se ha arremetido también contra lo mítico. Sin embargo, la poesía o la astucia de los hombres, ha realizado lo necesario para que la función poética de la lengua sobreviva a esta reacción cultural en el seno de Occidente, haciendo lo necesario para preservar la palabra poética en medio del discurso racionalizado y desmitificado, a través de la literatura. La poesía en la modernidad, la función poética con su corte de imágenes y recursos polisémicos, pasa del verso a la prosa, de las grandes poéticas mitológicas de la antigüedad a la literatura en sus diversas modalidades de la novela, al cuento pasando por la poesía moderna del verso libre, a través de los estratégicos cambios en la poesía misma que van de los movimientos posromántios a las feroces vanguardias del siglo XX, con los que la poesía se desprende de su forma y contenido tradicionales, del verso ritmado y rimado, así como de los contenidos de una mitología común, ya sea grecolatina o cristiana; transitando así, a nuevas formas y contenidos que siendo nuevos conservan el carácter de lo creativo en los términos de la nueva actualidad y permisividad discursiva. Es decir, ya no se habla de mitología o religión sino de literatura, pero el funcionamiento y decisiva importancia para la comunidad siguen siendo las mismas: enunciar el mundo y sus posibilidades.
Gilles Deleuze ha sabido ver estos elementos y tópicos de lo creativo originalmente propios de lo poético en la literatura moderna, puesto que en ella, la palabra continúa siendo activamente creativa, tanto al interior de sí misma como arte, como en relación al mundo como política. Ya que, para Deleuze arte literaria y filosofía convergen en el elemento creativo, como dimensiones productoras de mundo, cultura y subjetividad. La primera a través de conceptos, la segunda a través de imágenes.
Para Deleuze la literatura es productivamente vital y en extremo positiva porque se ocupa de reconstituir la salud,[2]como las condiciones en el mundo necesarias para la vida, del propio escritor, pero sobre todo, de otros hombres que comparten la misma situación que el que escribe. Puesto que, desde su concepción spinozista el pensamiento y todas sus facultades y expresiones, como la imaginación (literatura) o el entendimiento (filosofía), han de servir al hombre para preservar su existencia como fuerzas potencializadoras de su propia vida.[3]
Paralelamente, la literatura es política porque además de desmitificar negativamente el mundo de lo dado, en sentido positivo plantea la posibilidad de otros mundos en el seno de la realidad, al convocar otras relaciones sociales en un llamado a un pueblo por venir, como si se tratara de la génesis de nuevas subjetividades, al hacer concebible la posibilidad de otros mundos que permitan la existencia de otras formas de vivir.
Un pueblo en el que bastardo ya no designa un estado familiar, sino el proceso o la
deriva de las razas. Soy un animal, un negro de raza inferior desde siempre. Es el
devenir del escritor. Kafka para Centroeuropa, Melville para América del Norte
presentan la literatura como la enunciación colectiva de un pueblo menor, o de todos
los pueblos menores, que sólo se encuentran en su expresión y a través del escritor.[4]
En estas coordenadas es que trataremos de abordar la obra de Franz Kafka como la obra de un auténtico literato moderno, en el fondo un poeta primigenio. Y para hacerlo, ahondaremos en sus dos dimensiones: poética y política, definidas ambas por el signo de la creatividad en el arte, la cultura y las alternativas para la existencia.
LA POÉTICA DE LO ABSURDO
Kafka inaugura un momento en la literatura de Occidente, pues, si bien se articula a la tradición literaria, lo hace de un modo original dislocándola a tal grado que le hace decir nuevas cosas de una forma también nueva, conjugando así la creatividad literaria en su doble dimensión de fondo y forma: estilo y temática.
Kafka es un artista y un poeta auténtico del estilo, pues en el arte literario crea una nueva forma de producir signos, nuevas temáticas, nuevas formas de enunciación, nuevos tipos de temporalidades, nuevas estructuras narrativas y relaciones cuasi lógicas. Inventa una sintaxis y una retórica, una lengua extranjera dentro del alemán basada en el absurdo.[5] Y en lo que respecta a lo temático, al fondo de la enunciación poética, Kafka es capaz de abrir nuevamente esta posibilidad en un medio cultural germánico que había olvidado la potencia creativa de la literatura para concebir nuevos destinos al hombre y al pueblo, en virtud del estancamiento del fascismo-nacionalista, desde el cual, el mundo existente de la raza y la nación germánicas verdaderas empezaba a ser exaltado como el único posible y el mejor; y lo hace, a través de una dinámica en cierto modo negativa-destructora cuya arma fundamental, es también, el absurdo desde el cual son irradiados el resto de recursos temáticos (un mundo tiránico, violento, totalitario, deshumanizado). Es como si el absurdo del mundo que lo rodea, al ser exagerado en su obra, funcionara por saturación de tan intenso que es capaz de hacer estallar, como en un delirio, el “sentido y la lógica” de ese mismo mundo, su apariencia de normalidad, para mostrar de una forma descarnada el espectáculo de su sinrazón y su sinsentido auténticos, esa es la labor profunda de Kafka: hacer evidente el absurdo de la razón y la cultura de la modernidad capitalista.
La exageración y amplificación, en estilo y temática, es un recurso fundamental en Kafka para enfatizar el absurdo. Pues como sucede desde La carta al padre, la exageración de la figura del padre como si se amplificara su fotografía, sirve para hacer una especie de cartografía del mundo,[6] del autoritarismo y la violencia del mundo, que no se circunscribe a la familia que únicamente es la extensión de una estructura civilizatoria, donde el modelo del padre apenas es un exponente, una muestra del mundo. Es trasladar a Edipo del exclusivo ámbito familiarista al mundo real donde encuentra su fundamento. Así, al exagerar el mundo de principios del siglo XX Kafka consigue evidenciar, representar, la realidad de las fuerzas que constituyen el mundo de su presente: capitalismo norteamericano, fascismo alemán y burocracia soviética. Puesto que, como él mismo dice, la literatura es un espejo que se adelanta como a los relojes,[7] para hacer evidentes las fuerzas diabólicas que ya están “aquí” tocando a la puerta, Kafka les abre la puerta como un adivino, para mostrar su auténtica realidad desde el presente y la necesidad de detenerlas.[8] En una palabra, Kafka representa en su obra la barbarie generalizada que adquiere ilegítimamente la faz de cultura y que avanza progresivamente a su instauración absoluta.
De este modo, Kafka es un inventor del estilo de su medio expresivo, un autor productor en el sentido de Benjamín,[9] y también en ese mismo sentido, un revolucionario que con su expresión es capaz de pensar las posibilidades nuevas para la vida del hombre, o en su caso, las formas de preservar la vida para ese proyecto, como veremos a continuación.
LA POLÍTICA DE LO ABSURDO
Decimos que la poética es también política desde el principio, en un doble movimiento, negativo y positivo, que tiene que ver con el poder y la potencia como los entiende Deleuze, para quien literatura y filosofía convergen en tato creativas y vitales, al crear en función de la vida recursos para defenderla o intensificarla en el mundo en que se vive, ya sea desmitificando el mundo actual, al mostrar su carácter relativo y su realidad ficcional cuando se pretende avasallar con su imagen o idea; y creando las concepciones de la posibilidad de otros mundos, con el entendimiento a través de la filosofía y con la imaginación a través de la literatura. Ahora bien, tanto una capacidad como otra dependen del poder de la facultad para hacerlo, y en la realidad, su efectividad se traduce también en la potencia para conseguirlo. La labor creativa, ya sea racional o imaginaria, es un poder de expresión y una potencia de transformación del mundo. En una palabra: el poder de la creación en ambos órdenes es revolucionario.
La manera en que la literatura desarrolla y actualiza el poder de la facultad de imaginar es a través de la producción de imágenes, que como ya vimos se trata de las imágenes centrales del mundo, la comunidad y uno mismo; y de la producción de preceptos que para Deleuze son agregados sensibles de percepciones, algo así, dice él, como monumentos de sensación que sobreviven al autor,[10] “paquetes de sensaciones” que abre el lector: una forma singular de sentir el mundo. Lo cual tiene una importancia fundamental, pues el hombre actúa, vive y decide en el mundo real movido en gran parte por sus sensaciones. La manera negativa en que el poder de la facultad de imaginar funciona en la literatura es mostrando la relatividad de la imagen del mundo presente, minando así su apariencia de estabilidad, para de este modo, igualmente en el ámbito de la sensación y la emotividad, colaborar en la convicción de que es posible, y en el límite necesario, cambiar el orden de las cosas y las relaciones entre los hombres.
A pesar de que la imagen habitual que se ha hecho de Kafka, la mayoría de la veces -no ya sin haberlo leído a profundidad, sin siquiera haberlo leído- es de oscuridad y sordidez, la de un simple testimonio de la desolación frente a un mundo terrible pero absoluto, inevitable; cuando es más probable que se trate de algo por completo diferente. Si es cierta la anécdota que cuenta que Kafka leía a sus amigos lo que escribía en medio de atronadoras carcajadas, como si se tratara de una broma, como le gustaba pensar a Felix Guattari, es posible imaginarlo en su soledad escribiendo de la misma manera embargado por una especie de extraña alegría,[11] como si se contara a sí mismo esa misma broma. Una extraña alegría que movería a Kafka frente a un mundo absurdo que es lo verdaderamente oscuro y terrible, para demostrar por efecto amplificador, lo despreciable y grotesco de ese mundo, y en el límite, la posibilidad y necesidad de cambiarlo. En estos términos, la literatura era su estrategia terapéutica, su manera de conservar o recuperar la salud, como posibilidad vital para existir en el mundo, su manera de resistir en un “mundo imposible”, el cual se sostiene por el principio de la obediencia incondicional de sus súbditos, pues como reveladoramente dice Kafka en América, las cadenas de la humanidad torturada están hechas de papel,[12] quien les da la fuerza somos todos nosotros al respetar esos papeles ciega y devotamente.
Respecto a la realización de lo imaginado, Deleuze habla en términos de potencia, siguiendo a Spinoza, pues si bien el imaginar en sí mismo es ya una virtud y un poder de facto, la factualidad de ese virtual imaginado no depende solamente ya del que imagina sino del vínculo entre éste y la realidad, la capacidad que tiene, como un médico, para leer los signos de la realidad, y articularse con ellos, a través de sus propios signos, imágenes, para de este modo, más que crear el pueblo que imagina convocarlo en un llamado.[13] El poder del escritor es su capacidad de imaginar y su potencia la de llamar con todas sus fuerzas a un pueblo por venir.
El caso de Kafka poeta-literato es singularísimo, una situación a la que quizá pocos o ninguno antes que él tuvo que enfrentarse al tiempo de producir su obra poiética, fundadora y creadora, de pueblo y de futuro; la imposibilidad material de la vida en el mundo imposible en el que se encontraba, pues si bien, el poeta ha de enfrentarse a adversidades en pocos momentos la humanidad se ha encontrado en una situación de tal barbarie como la que se estaba gestando al tiempo que Kafka escribía, la gestación del exterminio de la vida y la cultura por parte del fascismo nacional socialista, que él supo ver y pronosticar. Kafka, el poeta, es un visionario y no un ingenuo, que supo ver los enemigos y los obstáculos para la vida, para la constante creación y recreación que es la vida, no olvidemos que mientras que el enfermaba, escribía y se restablecía, en su entorno avanzaban las fuerzas oscuras que le quitarían la vida a sus dos hermanas en una cámara de gas y que de no haber muerto por la tuberculosis seguramente le deparaban el mismo destino. El llamado vital de Kafka es al pueblo de los creadores, es a resistir y a preservar las fuerzas creativas aún ahí, y sobre todo ahí, donde la “lógica” y el “sentido común” del mundo apocalíptico dictan que no es posible hacerlo, para conservar esa posibilidad de transformar el mundo que es inherente a la humanidad y a la cultura desde siempre, desde que el hombre se hizo hombre y hasta que deje de serlo.
BIBLIOGRAFÍA
Benjamín Walter. El autor como productor. Editorial Itaca. México. 2004.
Deleuze Gilles. Crítica y clínica. 2ª ed. EDITORIAL ANAGRAMA. Barcelona. 1996.
Delueze Gilles y Guattari. Kafka. Por una literatura menor. Ediciones Era. México.
Deleuze Gilles y Felix Guattari. ¿Qué es la filosofía? 4ª ed. EDITORIAL ANAGRAMA. Barcelona. 1997
Pellejero Eduardo ¿Qué es la literatura? Del compromiso sartreano a la fabulación deleuzeana, en Devenires. Revista de filosofía y filosofía de la cultura. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Año VIII. No 15. Enero. 2007.
Sánchez Vásquez Adolfo. Filosofía de la praxis. EDITORIAL GRIJALBO S.A. 1967.
[1] A este tipo de acción que engendra un objeto exterior al sujeto y a sus actos se le llama en griego, poíesis, que literalmente significa fabricación o producción, es decir, acto de fabricar o producir algo. En este sentido el trabajo del artesano es poética y no práctica. En verdad si quisiéramos ser rigurosamente fieles al significado del término griego correspondiente, deberíamos de decir “poiésis” donde decimos “praxis”…. Adolfo Sánchez Vásquez. Filosofía de la praxis. EDITORIAL GRIJALBO S.A. 1967. p. 14.
[2] Igualmente, el escritor como tal no está enfermo, sino que más bien es médico, médico de sí mismo y del mundo. El mundo es el conjunto de síntomas con los que la enfermedad se confunde con el hombre. La literatura se presenta entonces como una iniciativa de salud (…)
La salud como literatura, como escritura, consiste en inventar un pueblo que falta. Es propio de la función fabuladora inventar un pueblo (…)
Gilles Deleuze. Crítica y clínica. 2ª ed. EDITORIAL ANAGRAMA. Barcelona. 1996. pp. 14 y 15.
[3] Objetivo último de la literatura: poner de manifiesto en el delirio esta creación de una salud, o esta invención de un pueblo, es decir la posibilidad de vida. Escribir por ese pueblo que falta (“por” significa menos “en lugar de” que “con la intención de “). Ibid. p. 16.
[4] Ibid. p. 15.
[5] Ahora bien; la situación de la lengua alemana de Praga, como lengua desecada, mezclada con checo o yiddish, va a hacer posible una invención de Kafka (…)
Pero lo que todavía es más interesante es la posibilidad de hacer un uso menor de su propia lengua, suponiendo que sea única, que sea una lengua mayor o que lo haya sido. Está en su propia lengua como un extranjero (…)
Gilles Delueze, Kafka Franz. Kafka. Por una literatura menor. Ediciones Era. México. Pp. 35, 43.
[6] “La finalidad de obtener una amplificación de la “foto”, un agrandamiento hasta el absurdo. La foto del padre, desmesurada, será proyectada sobre el mapa geográfico, histórico y político del mundo para abrir vastas regiones de éste.” Kafka. Por una literatura menor. p. 20.
[7] Carta a Brod, julio de 1912. Ibid. p. 45.
[8] “Estados Unidos está endureciendo y acelerando su capitalismo; la descomposición del imperio austriaco y el ascenso de Alemania preparan el fascismo; la revolución rusa produce a una gran velocidad a una nueva e industriosa burocracia (…) “el antisemitismo empieza a prepararse en la clase obrera” (…) Deseo capitalista, deseo fascista, deseo burocrático, Tánatos también, todo esta ahí y toca a la puerta. Puesto que no se puede contar con la revolución oficial para romper el encadenamiento precipitado de los segmentos, habrá que contar con una máquina literaria que se adelante a su precipitación, que rebase las “potencias diabólicas” antes de que terminen de instituirse americanismo, fascismo burocracia: como decía Kafka, no ser tanto un espejo como un reloj que se adelante.” Ibid. p. 88.
[9] “El intelectual revolucionario aparece en primer lugar y ante todo como traidor a su clase de origen”. Esta traición consiste, en el caso del escritor, en un comportamiento que lo transforma, de abastecedor del aparato de producción, en ingeniero dedicado a la tarea de adaptarlo ba los fines de la revolución proletaria (…) ¿Logra socializar los medios de producción intelectual? ¿Descubre procedimientos para organizar a los trabajadores intelectuales en el proceso de producción? ¿Tiene sugerencias para la funcionalización de la novela, del drama, de la poesía? Cuanto mejor logre encausar su actividad en estas tareas, más correctamente será la tendencia y más alta necesariamente será la calidad técnica de su trabajo. Walter Benjamín. El autor como productor. Editorial Itaca. México. 2004. pp. 59 y 60.
[10] La cosa es independiente del autor por auto-posición de lo creado que se conserva en sí. Lo que se conserva, la cosa o la obra de arte, es un bloque de sensaciones (…) hay tantas obras que aspiran a ser arte que no se sostienen en pie un instante. Sostenerse en pie por sí mismo no es tener un arriba y un abajo, no es estar derecho (pues hasta las casas se tambalean e inclinan), sino que es el acto por el cual el compuesto de sensaciones creado se conserva en sí mismo. Gilles Deleuze y Felix Guattari. ¿Qué es la filosofía? 4ª ed. EDITORIAL ANAGRAMA. Barcelona. 1997. pp. 164 y 165.
[11] Sólo una cosa molesta a Kafka y lo enfurece, le indigna que lo traten de autor intimista, que encuentra su refugio en la literatura, autor de la soledad y la culpabilidad, del sufrimiento íntimo. Y sin embargo, es culpa suya, porque ha enarbolado todo eso (…) para adelantarse a la trampa y por temor. Está la risa de Kafka, risa muy alegre, y que se malinterpreta por las mismas razones (…) Sólo dos principios para aliarse con Kafka: es un autor que ríe profundamente alegre, con alegría de vivir, a pesar de y con sus declaraciones de payaso que tiende como una trampa y como un cerco. Es, de principio a fin un autor político, adivino del mundo futuro…
Nunca ha habido autor más cómico y alegre desde el punto de vista del deseo, nunca ha habido autor más político y social desde el punto de vista del mundo. Todo es risa, comenzando por el proceso. Todo es político y social desde el punto de vista del enunciado. Todo es risa comenzando por el proceso. Todo es político comenzando por las cartas a Felice. Kafka. Por una literatura menor. Pp. 63 y 64.
[12] Ibid. p. 87.
[13] El pueblo es interior al penador porque es un “devenir-pueblo” de igual modo que el pensador es interior al pueblo, en tanto que devenir no menos ilimitado. El artista y el filósofo son del todo incapaces de crear un pueblo sólo pueden llamarlo con todas sus fuerzas. Un pueblo sólo pude crearse con sufrimientos abominables, y ya no puede ocuparse más de arte o filosofía. Pero los libros de filosofía y las obras de arte también contienen su suma inimaginable de sufrimiento que hace presentir el advenimiento de un pueblo. Tienen en común la resistencia, la resistencia a la muerte, a la servidumbre, a lo intolerable, a la vergüenza, al presente. ¿Qué es la filosofía? p. 111.
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