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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



miércoles, 11 de diciembre de 2024

FAUSTINO CHIMALPOPOCA Y LA PROTO-VANGUARDIA POÉTICA PRE-MEXICA-NA

 

Heriberto Yépez es de los escritores mexicanos más importantes de las últimas tres décadas, periodo particularmente importante en la redefinición de la literatura mexicana y el pensamiento teórico, que significativamente, hace de puente entre dos siglos. Periodo que ha concentrado vertiginosamente cambios sociales y civilizatorios que se han traducido en una transformación radical de la república de las letras, o como mejor convendría decir, desde el discurso del ensayista-poeta-crítico y artista visual de Tijuana, la ciudad letrada. Puesto que la literatura mexicana se ha repensado, de manera forzada, así como, el pensamiento y la teoría, desde la perspectiva de impulsos decoloniales y deconstructivos del poder y la hegemonía cultural, por lo que a pesar de los cotos de poder editorial-gubernamental y las plumas célebres, existe una nueva concepción de la literatura que busca dar cabida a tradiciones, estilos y nombres no solamente desconocidos del presente o el pasado próximos, sino incluso, a personajes ignorados en un pasado remoto, por carecer de las relaciones y compradazgos con los caciques en turno o insistir neciamente en estilos, temas, relaciones heréticas o prácticas sospechosas para la élite de los escribas y amanuenses del poder.

 

Este periodo de búsqueda y reivindicación ha contado, en la escritura de Heriberto Yépez, con uno de sus protagonistas tan discreto como importante, pues desde la periferia y la experimentación, fronteriza -pues radica y escribe desde Tijuana- y digital - se ha caracterizado por practicar y teorizar de manera visionaria las diferentes formas y soportes de la escritura digital- ha acompañado, y en muchos casos, abierto brecha en el estudio, la lectura, difusión e interpretación de importantes escritores y artistas que se han vuelto piezas clave y referentes en los diferentes circuitos culturales institucionales y autogestivos a nivel mundial, desde algunos beatniks a los infrarrealistas, hasta artistas experimentales como Ulises Carrión; quienes más allá de los clichés y la falta de figuras o acontecimientos relevantes en las élites culturales mexicanas, han dado nuevos contenidos a la literatura y la cultura mexicanas.

 

El más reciente descubrimiento y estudio en esta labor disruptiva, es el caso del poeta indígena del siglo XIX Faustino Chimalpopoca. Figura ninguneada y relegada del panorama de la ciudad letrada por necedad y por mala suerte que se han convertido en incomprensión desde la perspectiva de quienes hacen la historia de los vencedores, para quienes Chimalpopoca no pasa de un profesor de náhuatl segundón de la Pontificia Universidad de México y mal traductor que cometió el error imperdonable de aliarse con Maximiliano y su proyecto político, no tanto por traición a la patria como por equivocarse de bando y no aliarse con quien venció. Y es que como señala Yépez, en una investigación que inicia desde su tesis doctoral dedicada a la poética náhuatl y el marxismo (posibles comunismos y revoluciones indígenas), Faustino Chimalpopoca es un caso único y maravilloso a nivel mundial, el caso de un poeta de vanguardia antes de las vanguardias, que escribe en español y náhuatl, en México a mediados del siglo XIX poemas experimentales encriptados en los palimpsestos de manuales de náhuatl. Un poeta intempestivo que produce un discurso emparentado espiritualmente tanto con la literatura moderna que sucederá medio siglo después, e incluso, con las vanguardias que sucederán un siglo después. Lo cual, podría parecer una exageración motivada por un exceso de emoción de un crítico, pero que tratándose de Yépez hace que antes de emitir un juicio se lean los textos del autor que interpreta. Y que efectivamente, cumple las expectativas y la comparación con los pares con los que lo iguala Yépez: Mallarmé, Rimbaud, Baudelaire o incluso, Becket. 

 

La lectura e interpretación de Chimalpopoca como poeta de vanguardia es compleja por la cantidad de temas, circunstancias y contextos en que se basa, pero que puede ser reseñada y dimensionada si se consideran sólo algunos motivos significativos y trascendentes por su potencia innovadora:

 


1)    Chimalpopoca es un poeta experimental y marginal Avant la lettre, que sabe que su poesía crítica del poder novohispano y la crisis civilizatoria en que sumió a las poblaciones populares de indígenas sobrevivientes, no tiene cabida en un canon en el que la única literatura indígena que existe es aquella que es cómplice de la conquista y hecha por las élites indígenas sobrevivientes y colaboradoras con el conquistador. Por lo que sus temas y estilo expresan una estética decadentista y rebelde que ironiza la situación de la población y la supuesta literatura indígena reducida a una serie de textos que confirman la disposición para obedecer y aceptar la evangelización (huehuetlatolis) o narran la idolatría y falsedades de las creencias prehispánicas, así como, las riquezas a apropiarse (Sahagun).

2)  Chimalpopoca es un hombre de su tiempo, producto de las circunstancias y convergencias de la destrucción del mundo indígena y la exclusión del mundo novohispano, pero con la condición y los recursos intelectuales para expresarse. Es decir, no se trata propiamente de un poeta posmoderno o de vanguardia (porque además aún no existían), sino de un indígena que tiene la necesidad y la capacidad para expresar la situación existencial en que vive en el momento y el lugar del surgimiento de la modernidad, donde además convergen de manera intensa las contradicciones en que se basa esa modernidad, como destrucción civilizatoria y cultural de otros pueblos que harán posible la abundancia y libertad de Occidente. 

viernes, 29 de noviembre de 2024

México y el Surrealismo

El surrealismo,  a pesar de sus tropiezos y limitaciones, no deja de ser ese fenómeno liminar o remanente de la gran imaginación en el arte occidental. Esa cola del cometa del Romanticismo a que se refería Breton. Pues en el surrealismo convergieron los anhelos y creaciones de los últimos grandes artistas europeos herederos de las visiones y los sueños románticos; continuadores de las grandes aventuras de Baudelaire a Rimbaud, de Delacroix a Goya. Es decir, la continuidad de las búsquedas espirituales del alma, la religión por otros medios y con otros fines, como le gustaba pensar al padre de todos los románticos, Baudealire.

Sin embargo, más allá de la nostalgia romántica, el surrealismo fue una de las últimas aventuras teóricas y estéticas de la cultura occidental, al tratar de apostar todos sus recursos a la acción y praxis propiamente artística que consiste en participar en la creación y concepción sensible de mundos nuevos. Por ello, el romanticismo se convierte en vanguardia artística e innovación técnica, pero también en revolución política pues las obras y los artistas permiten percibir y sentir cuáles son los obstáculos y las condenas que impiden a un nuevo mundo y sus relaciones sociales nacer. De tal modo, el arte surrealista se convierte simultáneamente en movimiento revolucionario, con los atinos y desatinos que conllevó hacer acuerdos, compromisos y vínculos con la política real, pasando de movimiento subversivo a partido político.

En tan atractiva y convulsa historia convergieron muchos relatos, encuentros, versiones y episodios. Uno de los más notables y hermosos es el capitulo dedicado a y vivido en México que se caracteriza por las particulares circunstancias y fenómenos históricos del siglo XX, así como, por las particularidades y características de la rica historia y cultura mexicanas. Pues más allá del cliché o el lugar común, simplistas y complacientes, de pensar a México como un país surrealista sólo para turistas distraídos, la sociedad mexicana y su cultura se convirtieron en un espacio privilegiado no sólo para inspirar, sino incluso,  para continuar con la aventura surrealista, desde las primeras intuiciones, pioneras, de Artaud, que viene a México en la década de los treinta creyendo encontrar a esos descendientes de la tierra roja que hicieron una revolución para recuperar la sabiduría de sus ancestros; pasando por el mismo Breton para quien México era el país que más le interesaba conocer y visitar, e incluso después de hacerlo afirmó que ahí todo lo hecho está como acariciado por las manos del amor. Hasta las posteriores y no menos importantes comunidades de artistas surrealistas desarrolladas por los exiliados en México tras  los sucesos de las Guerras Mundiales y particularmente la Guerra Civil Española, que trajo a México el importante grupo de surrealistas reunidos en torno a la figura de Remedios Varo y cuyas ramificaciones alcanzaron con Leonora Carrington a recibir a un joven Alejandro Jodorowsky, que como aquellos, terminó de formarse en México mezclando y nutriendo su búsqueda de espiritualidad y nueva estética con la mitología indígena y la cultura popular barroca de la sociedad mexicana que tiene una de sus expresiones en lo que se ha dado en llamar realismo mágico.

En estos términos resulta ilustrativo pensar y considerar la importancia del  capítulo surrealista mexicano a través del cuadro de Remedios Varo, La fuga, perteneciente a una trilogía dedicada entre otros temas al itinerario personal de Varo que la llevó del claustro y la cerrazón católica en su infancia y juventud -que vivió en las instituciones religiosas en las que fue educada-, y los posteriores horrores de la guerra y su intolerancia en contra de la creatividad y la disidencia política en España; a fugarse a un mundo o un espacio propicio para ensoñar ese mundo u otros mundos mágicos, México, espacio de la calma que nunca antes había tenido -en sus propias palabras- en el que se mezclan la aspiración de otra realidad con los contenidos y los saberes de la magia medieval, la mitología indígena y el saber psicoanalítico, así como, una tradición cultural y amistades -como Leonora Carrington- con quienes se pudo dedicar lúdica y creativamente a la literatura, la brujería o la cocina recreando y ensoñando despierta los ingredientes y las costumbre mexicanas. Pues se trata de un cuadro en el que una mujer que dirige una fantástica máquina de transporte es acompañada en una especie de huida por un hombre, rodeados por una especie de aura milagrosa o preciosa a través de peligrosos y hostiles acantilados en dirección a una montaña, símbolo tradicional de la conquista espiritual. Así el cuadro La fuga, es un testimonio de lo que fue y significó estéticamente México para los surrealistas; pero también, la realidad de libertad y tolerancia que en ciertos espacios los procesos sociales del pueblo mexicano lograron conquistar, y que sirvieron para dar unas condiciones a artistas y pensadores que en esos momentos, e incluso en estos, ningún otro lugar del mundo ha podido ofrecerles. Un lugar y una mitología que alimentó a uno de los últimos grandes momentos del espíritu artístico mundial y que llevan el nombre de México.