Es sorprendente el interés un tanto mórbido que despierta el final de la cuenta calendárica maya interpretada como la profecía del fin del mundo, Apocalípsis o Armagedón. Miles de personas dan su versión catastrófica desde la astrología, el esoterismo y hasta la ciencia. Discovery Channel tiene una serie dedicada al supuesto "evento" y el gobierno mexicano, particularmente del Estado de Yucatán, está capitalizando está efervescencia con la promoción turística y la inauguración de dos nuevos museos dedicados a la cultura mayense, El Gran Museo del Mundo Maya en Mérida y El Palacio de la Civilización Maya en Yaxcabá. El gobierno federal organiza una magna exposición "Universo maya", en el Museo de Antropología e Historia donde haciendo uso de la más avanzada tecnología anuncia una exposición de los últimos descubrimientos sobre el calendario maya, y donde se mostrará espectacularmente, "con recursos tecnológicos similares a los que utiliza David Copperfield en sus espectáculos de ilusionismo", el fenómeno astronómico que los antiguos mayas inscribieron en sus códices, a través de la tecnología y el conocimiento de los más connotados investigadores de la UNAM en astronomía, geofísica, antropología, inteligencia artificial y filología.
Sin embargo, en medio de toda esta parafernalia en torno al supuesto fin del mundo que ¿por qué no? también se puede convertir en un espectáculo lucrativo y un acontecimiento mediático más, existe una falta de consciencia y sensibilidad, aún mayor que el morbo que produce. Ya que por una parte, poco se habla de la cultura maya en su grandiosidad, y por otra, nada se dice de su historia auténticamente catastrófica que corre paralela a la de todos los pueblos originarios de América. Pues el mundo maya y mexica fue literalmente destruido. Para otros hombres "el mundo", su mundo, ya llegó a su fin hace siglos en la forma de un infierno hecho realidad por las atrocidades de sus colonizadores, que en unos casos destruyeron el mundo cultural y material, y en otros, como en el caso de los pueblos indígenas norte y sudamericanos destruyeron también al hombre habitante de esos mundos.
La intención de este breve texto es dar algunos datos, los pocos que conocemos, sobre la grandiosidad de la cultura mayense y mexica en relación a su concepción y su cómputo del tiempo. En relación con la cuenta calendárica maya y mexica que terminan entre el 21 y el 23 de diciembre de 2012...
Códice maya
CALENDARIO MAYA
El desarrollo del calendario maya es considerado como uno de los mayores logros matemáticos de la humanidad. Pues a partir de la pura observación y el conocimiento abstracto desprendido de ella, durante siglos los mayas fueron capaces de identificar ciclos astronómicos completos del sistema solar, la duración de las orbitas de los planetas Jupiter, Marte, Venus, la tierra, de satélites, el movimiento de constelaciones y eclipses, siendo capaces con ello de calcular en cuentas que abarcaban miles de años la repetición de estos fenómenos en el pasado y en el futuro. Es decir, el calendario maya es además de un instrumento para medir el tiempo un sistema astronómico absolutamente increíble, pues la cultura europea hasta el siglo XVII con Kepler, y haciendo uso de los conocimientos matemáticos de los árabes, empieza a tener apenas una noción básica solamente sobre las órbitas de los planetas en el sistema solar, ni imaginar para ese entonces la predicción de fenómenos astronómicos.
Los mayas desarrollaron dos calendarios, un calendario solar, Haab de 360 días al que se le agregaba un mes corto de 5 días para coincidir con el ciclo solar; y un calendario ritual Tzolkin de 260 días, que servía para predecir el destino de los hombres a través de códices conocidos como tonalamatls que hasta la fecha se siguen utilizando tanto en la tradición maya como mexica. Los calendarios coputaban desfasadamente hasta que pasaban cuatro períodos de 13 años, 52 años, y coincidían como un "nuevo fuego" o ciclo.
Algo de lo más sorprendente de estos calendarios es la eficacia y coordinación de sus números, ya que el número 260 es la base con la que los mayas realizaban todos sus cálculos tan precisos, que de otro modo no habrían sido posibles o se habrían complicado innecesariamente. El número 260 coincide con los nueve meses de gestación de un ser humano, el proceso de maduración del maíz y multiplicado por otro número permite conocer la orbita, y por lo tanto, los ciclos de los planetas.
En relación a la supuesta fecha que indica el fin de esta era, ya que existen registros de tiempo anteriores -que implicarían otras eras con otro principio y final, en estelas descubiertas en Palenque, Bobá y Yaxchilán que registran cuentas de millones de años en las cifras más grandes que jamás se han escrito-, hay que partir del cómputo de una era. Un tun es una año, un katún 20 años, un baktún son 20 katunes 400 años, y 13 baktunes conforman una era de 5 mil 125.3 años o 1 millón 872 mil días.
Según la interpretación de muchas obras del área maya que tienen registrada la presente era esta iniciaría entre el 11 y 13 de agosto de 3114 ac. y terminaría entre el 21 y 23 de diciembre de 2012. La cuestión central en todo esto es qué implicaba para los mayas una era, su principio y su final, ya que como lo acabamos de mencionar existieron otras eras anteriores también registradas. Para algunos científicos como el geofísico Torres Roldán quien ha realizado hasta el momento la investigación más reciente en torno al origen del calendario maya, este registro implicaría astronómicamente un fenómeno muy peculiar, en el cual, el cielo se encontraría en el mismo orden que cuando inicio el conteo de esta era, que se relaciona con el supuesto origen de la civilización maya, y que según Roldán se encuentra en el orden de las construcciones de las pirámides de Teotihuacan, Palenque, La Venta y Tenochtitlan que hacen las veces de espejo del cielo de ese entonces.
De acuerdo al Chilam Balam, texto escrito tras la colonización que trata de recoger antiguos conocimientos mayas, el final de esta era acontecería a partir del baktún 13.
Existe una tradición oral viva de los mayas actuales –tojolabales, tzteltales, choles-, pues como afirmaba el filósofo Carlos Lenkersdorf y la historiadora Gudrun Lenkersdorf, los mayas no desaparecieron en las extravagantes versiones que hablan de un periodo clásico y su declive o desaparición de la cultura, sino que los habitantes de los pueblos indígenas del sur mexicano son los mayas actuales, que de acuerdo a vestigios arqueológicos y estudios culturales se sabe que derrocaron en una especie de revolución social a sus gobernantes y élites organizándose en comunidades horizontales que hasta hoy conservarían el legado cultural, de acuerdo con el cual, una era está por terminar para iniciar otra, como lo testimonian también las decenas de revueltas que ha habido en Chiapas inspiradas en esta idea de la tradición oral a los largo de cinco siglos. Una de estas revueltas es la encabezada por el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, cuyas bases de apoyo y gran parte de sus integrantes conciben esta idea como una realidad que inspira su lucha y resistencia, en la defensa de un territorio organizado completamente por ellos equivalente al territorio de Bélgica y en su lucha por expandir una lucha mundial contra el “orden” que está destruyendo el mundo del hombre.
La cuenta calendárica mexica más que semejante en muchos de sus elementos fundamentales es la misma que la maya, debido a que como tan atinadamente señala Antonin Artaud en el caso de los pueblos de América, en el fondo se trata de la misma cultura desarrollada en diferentes civilizaciones. De tal manera, también en la civilización mexica existen dos calendarios, el calendario solar, xihupohualli, o cuenta de los años que comprendía 360 días compuestos por 18 veintenas, “meses” de veinte días y 5 días de descanso o nemontemi, que hacían referencia a los ciclos de la tierra y la agricultura; y también, el Tonalámatl que corresponde a las varias edades del mundo con su principio y su final. Ambos calendarios se encuentran representados en gran medida en la grandiosa piedra del sol, en la cual, es posible reconocer además de los días que componen las veintenas, en el primer círculo, y las veintenas mismas en el segundo; en su centro se encuentran representadas las cinco eras o edades con sus respectivos principios y finales.
En la civilización mexica el cómputo del tiempo se encuentra entretejido con su concepción cosmogónica, es decir, la manera en que concebían el surgimiento del mundo. Así, de acuerdo al texto Historia de los Mexicanos por sus pinturas de 1558 –basado en antiguos códices indígenas- probablemente recogida por Olmos y a la piedra del sol, han existido hasta el momento cinco edades con diferente duración, cuyo principio y fin se explica en relación con la cosmovisión mexica basada en la concepción metafísico-religiosa del ometeotl.
El ometeotl es la fuerza creadora, que es dual, ome-dos, teotl-fuerza creadora, lo que sostiene a todo por ser capaz de sostenerse a sí mismo. Principio dual que se va multiplicando y complejizando adquiriendo diferentes rostros o modalidades, que son las diversas deidades o fuerzas cósmicas que se van corporizando en las diferentes formas de existencia, así el ometeotl se convierte en el tloque nahuaque, el señor del cerca y el junto, por encontrarse su presencia siempre y en todo lugar presente.
De acuerdo a la interpretación de Miguel León Portilla, el ometeotl tuvo como sus primeros hijos cuatro dioses fundamentales, que en su interacción constante hacen posible el mundo y las transformaciones del mundo, edades, representadas como soles. Esas deidades son Yayauqui Tezcatlipoca negro, Quetzalcoatl, Huitzilopochtli y Tlatlahuqui Tezcatlipoca rojo, que en una guerra constante hacen posible la armonía de los soles y su destrucción con cataclismos. Ya que cada deidad representa un elemento que interactuando, luchando con los otros, hace posible la armonía de una edad, un sol, como el predominio de uno de esos elementos sobre los otros hasta que la constante lucha haga que otro de los elemento produzca una nueva armonía, un nuevo sol.
Yayauqui Tezcatlipoca representa el rumbo espacial del norte, implica el color negro, la región de los muertos, el elemento de la tierra y rige la primera edad. Quetzalcoatl representa el rumbo del oeste, implica el color blanco, la región de la fecundidad, el elemento del viento y rige la segunda edad. Huitzilopochtli representa el rumbo del sur, implica el color azul, el elemento fuego y rige la tercera edad. Y Tlatlahuaqui representa el rumbo del este, implica el color rojo y rige la cuarta edad. Cada uno de estos soles o edades son las cuatro anteriores a la edad de los mexicas que sería el quinto sol. Cada uno de ellos esta representado al centro de la piedra del sol, en cuatro cuadros que rodean al sol central y juntos, conforman el símbolo del nahui-cuatro hollín-movimiento, movimiento, que sería el quinto sol regido por la interacción de los cuatro dioses.
Según La historia de los mexicanos por sus pinturas los más viejos decían que el quinto sol terminaría por terremotos y hambruna, y de acuerdo a la piedra del sol esto sucedería en un día 4 movimiento.
En este sentido existe un documento de la tradición oral nahuatl llamado “La consigna de Cuahutemoc”, supuesto último discurso dado por Cuahutémoc el último gobernante mexica, cuando iba en camino a entregarse a los invasores como señal de derrota de Mexico-Tenochtitlan. El cual, habla del final de un sol pero de la espera del nacimiento de un nuevo sol como si consignara la conciencia que los mexicas tenían sobre el cambio constante del universo físico y humano, donde no existe un final total sino un cambio permanente del mundo, y entonces se referiría al nacimiento de un nuevo sol, una nueva edad, en los siguientes términos:
Nuestro Sol se ha ocultado,
nuestro Sol se ha escondido,
y nos ha dejado
en la más completa oscuridad...
Sabemos que volverá a salir
para alumbrarnos de nuevo,
pero mientras permanezca allá
en la región del silencio
debemos unirnos,
ocultando en nuestros corazones
todo lo que amamos
nuestro Sol se ha escondido,
y nos ha dejado
en la más completa oscuridad...
Sabemos que volverá a salir
para alumbrarnos de nuevo,
pero mientras permanezca allá
en la región del silencio
debemos unirnos,
ocultando en nuestros corazones
todo lo que amamos
y sabemos es un gran tesoro…
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