Tanto Walter Benjamin como Friedrich Nietzsche en sus grandes obras de crítica radical a la cultura de Occidente, se ocupan de un modo prioritario de la historia, pues sobradamente comprenden la función estratégica que cumple dentro del discurso teórico y la función práctica del tiempo, homogéneo, vacío y lineal, en la configuración de la realidad, tanto social como subjetiva. Un testimonio de esta convergencia lo da el epígrafe utilizado por Benjamin en la tesis XII de las tesis Sobre el concepto de historia, en el que cita un fragmento de la intempestiva De la utilidad y de los inconvenientes de los estudios históricos para la vida, en la que Nietzsche reflexiona ampliamente en torno a la crítica de la historia y una propuesta alternativa de historicidad vital: Necesitamos de la historia, pero la necesitamos de otra manera a como la necesita el holgazán mimado en los jardines del saber.
Las convergencias entre ambos pensadores son amplias e importantes y merecen un estudio detallado, en estas páginas sólo nos ocuparemos de mostrar aquellas relativas a la crítica de la historia basada en la concepción del tiempo de la modernidad, fundamentalmente en lo que atañe a la idea de progreso y al carácter absolutista de de su relato como el único sentido posible de la realidad y el mundo, ya sea como realización plena del proyecto de la modernidad capitalista o como su inevitable fin como apocalípsis posmoderno del mundo, en la forma fatídica del fin de la historia. Así las cosas, el fin de la historia en todas sus modalidades es el fruto más acabado de la historia al servicio del poder, y siempre comprende una concepción dogmática y absolutista de la realidad que se fundamenta en el modelo al que pretende reducirse toda realidad, avasallando con sus "razones" y "hechos", historia, toda alternativa real...