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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



sábado, 8 de febrero de 2014

La inmanencia en el pensamiento de Spinoza

La importancia del pensamiento de Baruch de Spinoza es fundamental para Deleuze básicamente porque él fue quien mejor planteó, de manera más pura,[1] la inmanencia; y porque para Deleuze, la filosofía consiste en hacer un planteamiento de la inmanencia, ya que la realidad es la inmanencia y conocerla consiste en trazar su plano, la cartografía de la situación existencial que tanto histórica como singularmente constituye al hombre. Por esta razón, al final de su vida Deleuze declaró que como el hombre inculto que era lo olvidaba todo, por ello cada que tenía que estudiar algo tenía que iniciar desde el principio, con una excepción, Spinoza, porque a Spinoza lo llevaba en el corazón: …me produce una gran alegría, cuando me veo obligado a ponerme a trabajar de nuevo sobre un tema anexo o sobre el mismo tema– debo empezar otra vez desde cero, con la excepción de unos pocos casos, porque a Spinoza le llevo en el corazón, no se me olvida: es mi corazón, no mi cabeza.”[2]

La inmanencia, como el Dios de Spinoza (infinito y absoluto), es una unidad muy especial y extraña, incluso imposible de concebir, al carecer de límites. Pues por una parte, en tanto absoluta nada le es ajeno y engloba todos los entes del presente, pasado y futuro (implicación) en una misma y única unidad; y por otra, en tanto infinita, esta unidad carece de límites en el sentido de que no tiene principio ni final, es eterna, y comprende una infinidad de entes, en cantidad y cualidad, que son producidos por la infinita fuerza de existir que la constituye. Y a pesar de ser imposible de concebir en su totalidad, la inmanencia constituye el principio de lo real, el supuesto metafísico –que Spinoza busca plantear en términos lógicos- que explica, sin recurrir a ficciones irracionales, porque el ser es.


La respuesta a este planteamiento metafísico primario se da de diversos modos y es muy importante, ya que de la manera en que se concibe el ser, se desprenden las nociones que se tienen en torno a la realidad y al orden. Si bien, tanto en filosofía como en ciencia formalmente se ha abandonado este planteamiento, como parte del desdén moderno por la metafísica, de manera implícita, práctica, pero sobre todo inconsciente, yace en la base de cualquier pensamiento que necesariamente parte de concepciones que piensan el ser, ya sea en términos del absurdo o el azar hasta las diversas modalidades del creacionismo, con sus respectivas consecuencias axiológicas.

Si bien, la inmanencia es una unidad imposible[1] de concebir en su totalidad, para Deleuze, simultáneamente, es el principio para pensar el ser en términos racionales pues implica pensarlo en términos de lo que es, o por lo menos, en los términos del ser de los que participamos y alcanzamos a percibir. Pues si es verdad que el ser es infinito también es verdad, en consecuencia, que es absoluto, y por lo tanto, participamos de él. Ahora bien, pensar, pero sobre todo conocer, implica ser conciente de las relaciones específicas que tenemos con otros elementos de lo que es, y que a su vez, nos constituyen, lo cual, sucede como un plano que indica las relaciones pasadas y presentes, así como las indicaciones de las relaciones futuras que integran nuestra existencia singular. La inmanencia se presenta así como un plano, en el pensamiento finito del hombre para poder pensarla y en su existencia finita para poder vivirla.   

La noción fundamental de plano de inmanencia que define la filosofía y el quehacer filosófico para Deleuze, es decantada del concepto de inmanencia que es retomado básicamente del pensamiento de Spinoza, y que de una manera extraordinariamente didáctica Deleuze explica a través de tres figuras (atributos, causa y necesidad) en el glosario spinozista[2] que hace de epílogo del texto monográfico Spinoza de 1970.

Deleuze explica la inmanencia spinozista a partir de tres conceptos que él denomina figuras de la univocidad, en relación a la posición de la univocidad, de la que toma partido, en la discusión escolástica en torno al sentido del ser.


1ª Figura. Los atributos:

Los atributos son “… aquello que el entendimiento percibe de la sustancia en cuanto que constituye la esencia de la misma”,[3] y Deleuze aclara enfáticamente lo que no son y con lo que podrían confundirse si se les piensa desde la perspectiva de pensamientos trascendentes y jerárquicos: emanaciones, criaturas, géneros o especies.

En primer lugar, los atributos no son ni las contemplaciones del ser, ni las observaciones del entendimiento, ni las miradas de Dios. Los atributos no son maneras de ver del entendimiento, porque el entendimiento spinozista no percibe más que lo que es; tampoco son emanaciones, porque no existe ninguna superioridad, ninguna eminencia de la substancia con respecto a los atributos, ni de un atributo sobre otro…[4]

Cuando Spinoza refiere los otros atributos al entendimiento no lo hace en un sentido subordinado, como si dependiera su existencia de ser “percibidos” por el entendimiento o de ser contenidos en él, como si se tratara de la dimensión o reino de las ideas-esencias o ideas-verdades, y con ello, como si el entendimiento fuera el atributo superior del que depende o se deriva la existencia del resto, y por ello, fundara un nuevo más allá racional, forma en que el racionalismo ingenuo de manuales e historias de la filosofía entienden el pensamiento de Spinoza.  

Cada atributo <<expresa>> una cierta esencia (I, 10, esc. 1). Si el atributo se refiere necesariamente al entendimiento, no es porque reside en el entendimiento, sino porque es expresivo y porque lo que expresa implica necesariamente un entendimiento que lo <<perciba>>. La esencia expresada es una cualidad ilimitada, infinita. El atributo expresivo relaciona la esencia con la substancia, y esta relación iminente es lo que el entendimiento capta. Todas las esencias, distintas en los atributos, forman una unidad en la substancia con la que los atributos las relacionan.[5]

Para Spinoza cada atributo es igual de importante, no hay jerarquías, y en cierto sentido cada uno es independiente de los otros y autónomo, ya que todo atributo es aquello que se concibe por sí o en sí, de modo que su concepto no implique el concepto de otra cosa[6]; y, las cosas que tienen atributos diferentes nada tienen en común entre sí,[7] en este mismo sentido, las cosas que no tienen nada de común entre sí, la una no puede ser causa de la otra.[8]

Inmediatamente después de conjurar las posibles confusiones y errores respecto a los atributos, Deleuze señala que estos se definen básicamente por la univocidad, en la dinámica expresiva del ser, puesto que el ser siendo un misma y única substancia se diferencia en la expresión, siendo un conjunto infinito y absoluto de expresiones: atributos que expresan la esencia de la substancia, y modos, que a su vez, son expresiones de la esencia de los atributos.

En estos términos, la univocidad de los atributos consiste en que la cualidad infinita que cada atributo expresa en la substancia, respectivamente y de la misma manera (en los esencial), los modos la están expresando como características o detalles (finitos) en los atributos. Siendo substancia, atributos y modos solamente las diferentes dimensiones o canales, grados de generalidad, donde una cualidad infinita se expresa en todas las modalidades en que es posible hacerlo: así, el atributo de la extensión implica que el Ser Divino tiene cuerpo y que este cuerpo infinito está integrado por todos los cuerpos (modos) concretos posibles en un número y una variedad infinitos, con lo que los modos, los atributos y la substancia misma se convierten en la misma afirmación, con el mismo sentido y significado en cada uno, tener un cuerpo, diferenciándose solamente en el singular cuerpo que se es. Así, absoluto e infinito entran en acción en la dinámica de la expresión unívoca del ser, cuando se indica que un atributo expresa una cualidad de la substancia de manera absoluta, como la unidad de infinitas modalidades posibles que puede adquirir esa cualidad, pero que sin embargo, en cada una de esas modalidades no deja de ser la misma, ya sea ser un cuerpo (atributo de la extensión) o ser una idea (atributo del entendimiento),[9] variando únicamente en que se va de lo general a lo particularísimo, del cuerpo infinito de Dios integrado por todos los cuerpos posibles al singular y específico cuerpo de un hombre, integrado en un momento específico por el estado y las relaciones en que se expresan y están dispuestos los átomos y las moléculas que lo constituyen.

Los atributos son necesariamente los mismos, en tanto que constituyen la esencia de la substancia y en tanto que están envueltos por las esencias de modo y las contienen. Por ejemplo, es bajo la misma forma que los cuerpos implican la extensión y que la extensión es un atributo de la existencia divina. En este sentido, Dios no posee las perfecciones implicadas por las <<criaturas>> bajo una forma diferente de la que tienen en las criaturas mismas: así, Spinoza niega radicalmente las nociones de eminencia, equivocidad e incluso analogía (según las cuales, Dios poseería bajo otra forma, bajo una forma superior…). La inmanencia spinozista se opone, pues, tanto a la emanación como a la creación. Y la inmanencia significa en primer lugar la univocidad de los atributos: los mismos atributos se dicen de la substancia que componen y de los modos que contienen (primera figura de la univocidad, siendo las otras dos la de la causa y la de lo necesario).[10]


2ª Figura. La causa:

De manera sorprendente, pero poco advertida, a pesar de que la Ética demostrada según el orden geométrico de las cosas todo el tiempo esté hablando de Dios, e incluso el libro primero se titule De Deo (De Dios), no empieza hablando de Dios, la primera vez que se mencina a Dios es hasta la definición VI en que se le define, y antes de eso hay cinco definiciones previas.[11] La Ética de Spinoza empieza con la definición de "causa de sí", como si la intención de su autor desde el principio fuera otra que la de hablar de Dios, o hablar de Dios de otra forma a como se había venido haciendo tanto en la tradición judeocristiana como en la tradición filosófica vertical y jerárquica (idealista). Por ello, lo primero que hace Spinoza en su obra fundamental es trazar las coordenadas, el plano de inmanencia, sobre las que se dispone a pensar el ser. La Ética no es un tratado de teología sino una ontología pura, y eso queda claro desde el principio:

Sólo Spinoza ha logrado hacer una ontología. Los demás han hecho otras cosas muy bellas pero no era ontología, si se toma ontología en un sentido extremadamente riguroso. Sólo veo un caso en que la filosofía se haya realizado como ontología; es con Spinoza. ¿Por qué ese golpe sólo podía ser logrado una vez? ¿Por qué fue a través de Spinoza? ¿Por qué me parece que Spinoza ha logrado, sin duda filosóficamente, la única ontología  que se puede llamar realmente así (…) son las mismas formas las que se dicen de Dios y de las criaturas; es el mismo ser el que se dice de todos los entes, de Dios y de las criaturas. Desde entonces las criaturas están en Dios y Dios está en las criaturas (…) Por tanto, no existe igualdad de esencia, pero existe igualdad de ser para las esencias desiguales. Desde entonces, una ontología deviene posible, en ese nomento comienza -y termina- una ontología.[12] 

Las primeras palabras de la Ética de Spinoza son las siguientes: I. Por  causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o sea, aquello cuya naturaleza no puede concebirse sino como existente.[13]

Lo que hace Spinoza con esta primera definición es plantear la problemática de la causa como gran tema de una ontología pura, en la que no hay otra cosa más que el ser, y por lo tanto, en él mismo y sólo en él mismo, podrá encontrar su causa; y a partir de ello, con un movimiento magistral, plantea la generalización de la causa que no estaría ubicada ni en un tiempo fundacional ni en el espacio eminente de ningún Ente superior. Tema aparte es el papel de esta definición como prueba de la existencia de Dios, motivo tradicional de la filosofía de ese momento, sinceramente planteado o estratégicamente utilizado para camuflar, encriptar,[14] su razonamiento antitrascendente y antijerárquico: inmanente.

Si bien, de manera evidente Dios sería causa de sí, pues nada habría anterior o superior a él, subrepticiamente, con su planteamiento inicial que constituye esta primera definición y las siguintes cuatro, Spinoza hace que esa causa sui, se distribuya a través de todo el ser, en todos y cada uno de los existentes que son en la única substancia, Dios.

II. Se dice finita en su género aquella cosa que puede ser limitada por otra de la misma naturaleza. Por ejemplo, un cuerpo se dice finito, porque concebimos siempre otro mayor. Así, un pensamiento es limitado siempre por otro pensamiento. Pero un cuerpo no es limitado por un pensamiento, ni un pensamiento por un cuerpo.

III. Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí: esto es, aquello cuyo concepto no necesita de otra cosa para formarse.

IV. Por atributo entiendo aquello que el pensmaiento percibe de la sustancia en cuanto que constituye la esencia de la misma.

V. Por modo entiendo las afecciones de la sustancia, o sea, aquello que es en otra cosa, por lo cual también se le concibe.[15]

No hay nada más que una sola y única substancia, y esa substancia no es otra cosa que la totalidad absoluta e infinita de todos los existentes que la integran. Dios es los atributos, los modos y la sustancia simultáneamente, no es una cosa y después otra, es absoluto.

Por Dios entiendo el Ente absolutamente infinito, esto es, una sustancia que consta de infinitos atributos cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita.[16]

Lo que nos dice Spinoza acerca de Dios en su definición de la Ética, es que Dios es infinito y absoluto,[17] no que sea superior, y esto es algo muy importante, fundamental, porque inaugura una nueva forma de pensar y es la causa por la cual el nombre y el pensamiento de Spinoza fueron censurados y perseguidos durante dos siglos, pues consiste en la mayor aberración posible contra el pensamiento trascendente y clerical, que es cuestionar la verdad del orden y la legitimidad de la autoridad que instauran, a través de sus propios principios. Para los representantes y beneficiarios de estos pensamiento, las elites religiosas y político-sociales en ese entonces monárquicas- peor que no creer en Dios, era creer en la forma en que Spinoza proponía hacerlo, una forma inmanente, pero sobre todo racional, que criticaba demoledoramente los cimientos de la política y la ideología  todavía en cierta medida medieval,[18] y proponía simultáneamente, tanto la necesidad como la posibilidad de otra forma de pensar, que implicara fundamentalmente tanto una nueva ética como una nueva política, basadas en todo lo contrario que aquello en lo que se basaban tanto la religión como la monarquía.[19]

Para Spinoza, Dios no se define por la superioridad sino por su ser absoluto e infinito, que consiste como ya dijimos en que nada le es ajeno y que aquello que es no tiene límite ni en el tiempo ni en su diversidad, con lo que la superioridad carece de sentido, pues cómo se podría hablar de algo superior o inferior a él si no hay nada más que él, ni antes, ni fuera, ni superior a Dios. Luego, Dios no puede ser comparado con nada. Para Deleuze, entonces, el Dios de Spinoza se define por la univocidad, más claramente, por la univocidad de los atributos, que simultáneamente, desemboca en la univocidad de la causa.

Así como los atributos son, se dicen, en un mismo sentido de Dios que de los modos, “Dios tiene un cuerpo, el hombre tiene un cuerpo”; la causa de los atributos se dice en el mismo sentido en cada uno de los modos, pues, así como Dios es causa de la existencia de los atributos (cualidades infinitas) que lo integran, también es causa de los modos (características) que a su vez integran a esos atributos. Dios no es un ente superior sino absolutamente infinito, lo que se puede entender con mayor claridad si lo pensamos como una misma envoltura, que se pliega y se envuelve sobre sí misma: los atributos (entendimiento y extensión) que envuelven a la sustancia, Dios como causa, son sus cualidades generales que constituyen (integran) su esencia, lo que Dios es, y ellos a su vez, son envueltos cada uno por los modos (cuerpos e ideas) que son su esencia, como las características particulares de esas cualidades; pero para ambos, a pesar de integrar la esencia unos de otros, tienen por causa común a  Dios en el mismo sentido, pues no hay grados ni intervalos de ninguna clase al interior del ser que determinarían los diferentes tipos de causa suficiente, ramota, transitiva o emanativa pues estas se definen por una mediación entre un ser superior y el resto de los entes. Dios es lo mismo para todos los entes, la causa de sí mismos y de los otros entes, la causa inmediata e inmanente de lo que es.

Así, Dios nunca es causa remota, sino que se alcanza desde el primer término de la regresión. Y sólo Dios es causa, no hay más que un solo sentido y una sola modalidad para todas las figuras de la causalidad (causa de sí, causa eficiente de las cosas infinitas, causa eficiente de las cosas finitas unas con respecto a otras). Tomada en un sentido único y en su única modalidad, la causa es esencialmente inmanente, es decir, permanece en sí para producir (por oposición a la causa transitiva) y el efecto tampoco sale de ella (por oposición a la causa emanativa).[20]

De esta manera, Spinoza convierte a toda causa, en la misma causa, Dios, que es causa de sí. Spinoza invierte doblemente la tradición: puesto que causa eficiente ya no es el sentido primero de causa, y puesto que causa de sí ya no es lo que se dice en sentido diferente de causa eficente, sino que causa eficiente se dice en el mismo sentido que causa de sí.[21] Y esta fórmula la consigue según Dleuze, a través del planteamiento general de la univocidad de los atributos, puesto que si Dios y los modos tienen en común las cualidades de los atributos es porque Dios produce sus propias cualidades al interior de los atributos, así como, las caracetrísticas de esas cualidades (los modos) en torno a los atributos, con lo que Dios es causa de los atributos y de los modos, al mismo tiempo, que causa de sí mismo.

Que Dios produzca en esos mismos atributos que constituyen su esencia, implica que Dios es causa de todas las cosas en el mismo sentido que causa de sí (I, 25 esc.). Produce como existe. Así, la univocidad de los atributos, en tanto que se dicen en un solo y mismo sentido de la substancia, cuya esencia constituyen, y de los productos que los envuelven en su esencia, se prolonga en una univocidad de la causa, en tanto que <<causa eficiente>> se dice en el mismo sentido que  <<causa de sí>>.[22]

Así las cosas, la univocidad significa la comunidad de cualidades pero también de la causa sui, el hecho de compartir cualidades implica compartir la causa productora de esas cualidades, sin embargo, lo que colabora todavía más a la audacia de este planteamiento es el carácter radicalmente inmanente, monista, que implica que tanto la causa como el efecto forman parte de la misma instancia, así, el efecto-producto es a su ves "parte" de Dios, y con ello de la causa sui, causa de otros efectos en "otros" modos-cuerpos que, sin embargo,   formán parte de la misma totalidad, que es Dios.

“No por ello deja de haber una causalidad eficiente: aquella en la que el efecto es distinto que la causa, ya sea porque la esencia y la existencia del efecto se distinguen de la esencia y la existencia de la causa, ya sea porque el efecto, poseyendo en sí mismo una existencia distinta de su propia esencia, remite a algo distinto como causa de existencia. Así, Dios es causa de todas las cosas; y cualquier cosa finita existente remite a otra causa finita como la causa que la hace existir y obrar.[23]

De acuerdo a esto, explícitamente en el discurso de Sponoza, toda causa deviene una causa inmediata e inmanente, es decir, al interior de la totalidad que es la inmanencia y sin ninguna mediación que establezca jerarquía alguna. Todo lo que existe es en y por Dios, y por ello, en Dios encuentra tanto la causa como la esencia de su existencia: Dios es causa inmanente, pero no transitiva de todas las cosas.[24]



3ª Figura: La necesidad.


Si como hemos visto hasta aquí, la primera figura de la univocidad es la de los atributos, que por ser lo radicalmente común, entre la sustancia y los modos, generaliza también la causa, segundo elemento de la univocidad: siendo Dios causa de sí mismo “atribuyéndose” sus propios atributos, (dándose a sí mismo su propia esencia determinando cualitativamente lo que él es) causándolos, con ello, es causa simultáneamente de los modos (a su vez, esencia de los atributos). El tercer elemento que se generaliza, que se vuelve unívoco, es la necesidad, pues también adquiere un único sentido en toda la realidad: todo lo que existe es igualmente necesario. Lo necesario es la única modalidad de lo que es: todo lo que es, es necesario, o por sí o por su causa. Por tanto, la necesidad es la tercera figura de lo unívoco (univocidad de la modalidad, después de la univocidad de los atributos y la univocidad de la cusa).[25]

Deleuze nos explica la necesidad unívoca del ser, a través de los seis principios siguientes. Lo necesario es:

La existencia de la substancia en tanto que es envuelta por su esencia.[26] Puesto que la substancia es el ser mismo, y por ello, su esencia son los atributos, las cualidades generales o figuras infinitas[27] de lo que es: pensamiento, extensión… Dios es, en tanto que el ser es.

La producción por la substancia de una infinidad de modos[28] Lo cual es demostrado a través de varias argumentaciones dadas por Spinoza, pero como hemos venido haciendo nos referiremos a ello a partir del carácter tanto infinito como absoluto[29] de la sustancia única, que al no ser limitada por nada es absoluta, y por ello, también infinita. Esta sustancia, requiriendo como todo lo que existe una fuerza para existir, que Spinoza llama vis existendi, tendrá una fuerza que necesariamente será infinita y productora de infinidad de modos, esencia, a su vez, de “sustancias” infinitas en su género que son los atributos. 

Los modos infinitos, en tanto que son producidos en el atributo tomado en su naturaleza absoluta o modificado con una modificación infinita (son necesarios en virtud de su causa).[30] Los modos mismos serán necesarios, cada uno del infinito de ellos será necesario en virtud de la causa de su producción, constituida tanto por la fuerza y potencias infinitas de Dios como por las relaciones que determinan su modificación al interior de los atributos.

Las esencias de los modos finitos, que se avienen todas juntas y forman la infinidad actual de las partes constitutivas del modo infinito inmediato (cf. Dios como causa de las esencias).[31] El conjunto de todas las esencias de los modos que han existido, existen y existirán constituyen el entramado de la causalidad actual y efectiva de los modos en su existencia, de tal manera, que la existencia del conjunto infinito de los modos que existen en el presente (modo infinito inmediato) implica necesariamente las esencias de los modos que les antecedieron, pues fueron sus causas,  así como de lo que les sucederán, pues serán respectivamente sus efectos, aunque no existan en la actualidad ni los unos (pasados) ni los otros (futuros).[32]

Las verdades eternas que regulan las composiciones y descomposiciones de los modos existentes según las relaciones y forman el modo infinito mediato (necesidad de relación).[33] En tanto que los modos se afectan mutuamente en los términos de composiciones y descomposiciones y lo hacen en un entramado infinito y absoluto de causalidad, estas composiciones tienen un orden que hace que exista una continuidad en las mismas; pues de otro modo, las cosas vendrían de la nada o desembocarían en la nada de manera contingente y sin ninguna causa, y por lo que hemos dicho hasta aquí, el ser (Dios) existe eternamente y es causa de todo lo que existe.

Los encuentros puramente extrínsecos entre modos existentes, o más bien entre las partes extensivas que les pertenecen bajo las relaciones precedentes, y las determinaciones que se deducen de ellos para cada uno, nacimiento, muerte, afecciones (necesidad progresiva).[34] La fuerzas elementales del ser, vis existendi (fuerza de existir) y potentia agendi (potencia para obrar), en tanto infinitas implican no sólo la diversidad y cantidad infinitas de los modos sino también su interacción permanente como una necesidad, de la cual, resultan necesariamente los estados de composición de cada modo con arreglo, por una parte, a las verdades eternas que las regulan, y por otra, a las esencias de los modos que ya implican sus estados de composición como virtuales ha actualizar. 

En estos términos, Deleuze concluye señalando enfáticamente que lo necesario de la inmanencia conjura la ilusión de lo contingente y lo posible, que son errores propios de pensar las cosas exclusivamente como lo actual, el ser no es sólo el presente, es también lo que ha sido y lo que será, lo virtual; y una cosa es tan real como la otra, pues tanto lo actual como lo virtual tienen una esencia que es actualizada en el orden de la causalidad, dado por las mezclas y las leyes eternas de sus relaciones. Lo que era tan importante para Spinoza que constituyó su crítica teologico-política encaminada a concebir a Dios más allá de las ideas trascendentes y jerárquicas demasiado humanas.

 La crítica de Spinoza tiene dos puntos culminantes: no hay nada posible en la Naturaleza, es decir, la esencia de los modos no existentes no son modelos o posibilidades en un entendimiento divino legislador; no hay nada contingente en la Naturaleza, es decir, las existencias no se producen por el acto de una voluntad divina que, al igual que un príncipe, hubiese podido escoger otro mundo y otras leyes.[35]


4. La Naturaleza.


Las tres anteriores figuras de la univocidad (atributos, causa, necesidad) se integran en el concepto de Naturaleza dado por Spinoza. La inmanencia es la Naturaleza para Spinoza, Dios sive natura.  Ahora bien, la Naturaleza en función de la dinámica inmanente adquiere dos acepciones que son la Naturaleza naturante y la Naturaleza naturada, cuya distinción responde a la estructuración formal de la sustancia en atributos y modos, causa y efectos que se encuentran en la misma instancia o continente.

La Naturaleza naturante se refiere a la causa, a Dios como sustancia y atributos, pues en tal aspecto o grado –que no nivel- se encuentran las determinaciones de lo que es, pues Dios como sustancia es causa de sí mimo dándose a sí mismo sus atributos (cualidades generales). Y en tales términos, es que en la Naturaleza naturante se determina u ordena lo que es: los atributos y las relaciones al interior de los atributos que son producidos por y en la sustancia como causa, y con lo cual, Dios se da a sí mismo su esencia.

La Naturaleza naturada, por su parte, se refiere a los efectos, lo que es, a lo que las cosas son y a la manera en que están ordenadas, a Dios como efecto y modo. Es decir, la Naturaleza naturada son los modos, cuerpos e ideas, producidos por Dios.

Escolio: Antes de proseguir, quiero explicar o, más bien, advertir aquí, qué debemos entender por Naturaleza naturalizaste y qué por naturaleza naturalizada. Pues, por lo que antecede, estimo que ya consta, a saber, que por Naturaleza naturalizaste debemos entender aquello que es en sí y se concibe por sí, o sea, aquellos atributos de la sustancia que expresan una esencia eterna e infinita, esto es, Dios, en cuanto se lo considera como causa libre. Por Naturaleza naturalizada, en cambio, entiendo todo aquello que se sigue de la necesidad de la naturaleza de Dios,  o sea, de la de cada uno de los atributos de Dios, esto es,  todos los modos de los atributos de Dios, en cuanto se los considera como cosas que son en Dios y que sin Dios no pueden ser, ni concebirse.[36]

La piedra de toque de este razonamiento es el orden que la Naturaleza naturante le da a la Naturaleza naturada, los modos, ya que como totalidad, debe existir una coherencia para que las cosas sigan existiendo y tengan una continuidad y esa coherencia es dada a decir de Deleuze por los siguientes aspectos:

La correspondencia entre las cosas en atributos diferentes,[37] como sucede con el cuerpo y el pensamiento del hombre que son una misma cosa pero expresada en atributos diferentes, el resto de cosas tiene una dimensión extensa y una dimensión pensante, y lo que le sucede a algo en el orden de los cuerpos también le sucede en el orden de las ideas, por la llamada teoría del paralelismo, y según la cual, lo que pasa en un atributo pasa en el otro pues ambos participan del mismo orden: “… la idea del cuerpo y el cuerpo, son un solo y mismo individuo, concebido ya bajo el atributo del Pensamiento, ya bajo el atributo de la Extensión, por lo cual, la idea del alma y el alma misma son una sola y misma cosa concebida bajo un solo y mismo atributo, a saber: el Pensamiento…”[38]

El encadenamiento de las cosas en cada atributo (modo infinito inmediato, modo finito mediato, modos finitos).[39] En cuanto totalidad, las cosas o modos se encuentran relacionados entre sí en un entramado infinito de causalidad, “produciéndose”-transformándose unos a otros con las composiciones y descomposiciones de sus partes extensas. Así, la totalidad actual de los modos (modo infinito inmediato) implica relaciones de composición y descomposición (modo finito mediato) que determinan la existencia singular de los modos en cada momento de su existencia (modos finitos).
La concordancia interna de todas las esencias de modos unas con otras, como partes de una potencia divina.[40] La concordancia entre las esencias de los modos, lo que los modos son, viene dada por participar, pero sobre todo, por ser expresión de la misma fuerza, la potencia divina, que consiste en una potencia infinita de obrar que siendo pura afirmación no puede atentar contra sí misma, sino que, en todo ente o acontecimiento expresa la afirmación de lo que es, sucediendo de acuerdo al orden las leyes eternas de composición de la totalidad de los modos, e incluso, en la destrucción o descomposición entran en acción las leyes eternas de dicha totalidad, puesto que incluso con la destrucción-descomposición de un modo se afirma el conjunto, pues implica la producción-afirmación de otro modo que afirmará a su vez, en tanto causa inmediata, la existencia de otro modo, y así al infinito…

La composición y descomposición de las relaciones que caracterizan a los modos existentes según su esencia.[41] Debido a que los modos son cuerpos complejos constituidos, a su vez, de cuerpos más simples, partes extensas, articulados en estructuras singulares de movimiento y de reposo, esencias, la composición o descomposición de los cuerpos estará determinada por la relación establecida entre las dos relaciones articuladoras de las partes externas, y dependiendo de su adecuación o no, implicará una dinámica de composición, en la cual se agregan las fuerzas de una a la otra, o descomposición, donde una quita fuerzas y partes externas a la otra.





BIBLIOGRAFÍA

Deleuze Gilles. En medio de Spinoza. 2ª ed. Cactus. Buenos Aires. 2011.
Deleuze Gilles y Guattari Félix. Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. 9a ed. PRE-
TEXTOS. España. 2010.
Deleuze Gilles. ¿Qué es la filosofía? 8ª ed. ANAGRAMA. Barcelona. 2009.
Deleuze Gilles. Spinoza, Kant y Nietzsche. Editorial Labor S. A. Barcelona. 1974.
Spinoza Baruch. Ética demostrada según el orden geométrico. FCE. México. 2002.
Spinoza Baruch. Las Cartas del Mal. Folios Ediciones. México. 1986.
Toni Negri. La anomalía salvaje. Anthropos, UAM-I. México. 1993.







[1] “Spinoza, Heliogábalo y la experimentación tienen la misma fórmula: la anarquía y la unidad son una misma y sola cosa, no la unidad de lo Uno, sino una unidad más extraña que sólo se dice de lo múltiple.” Gilles Deleuze y Félix Guattari. Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. 9a ed. PRE-TEXTOS. España. 2010. p. 163.
[2] El glosario spinozista es un texto muy importante en la obra de Deleuze, ya que de una manera absolutamente didáctica elabora un texto sintético y de consulta en torno a las claves conceptuales de su interpretación del pensamiento de Spinoza. Este texto forma parte de un conjunto de trabajos sobre Spinoza elaborados en 1970 que forman parte de la antología monográfica Spinoza, Kant y Nietzsche, y que posteriormente integran el libro Spinoza: Filosofía práctica (1981).
[3]  Baruch Spinoza. Ética demostrada según el orden geométrico. FCE. México. 2002. (I, def IV). p. 11.
[4] Gilles Deleuze. Spinoza, Kant y Nietzsche. Editorial Labor S. A. Barcelona. 1974. p. 46.
[5] Ibid. p. 46.
[6] Baruch Spinoza. Las Cartas del Mal. Folios Ediciones. México. 1986. (Segunda carta de la correspondencia Spinoza-Oldenburg.) p. 33.
[7] Ibid. (Cuarta carta de la correspondencia Spinoza-Olderburg.) p. 39.
[8] Ibidem.
[9]No conocemos más que dos atributos y sin embargo sabemos que existen una infinidad de ellos. No conocemos más que dos porque no podemos concebir como infinitas más que dos cualidades que nos envuelven en nuestra esencia: el pensamiento y la extensión, en tanto que somos mente y cuerpo (II, 1 y 2). Pero sabemos que hay una infinidad de atributos porque Dios tiene una potencia absolutamente infinita de existir, que no puede agotarse ni por el pensamiento ni por la extensión.” Deleuze. Spinoza, Kant y Nietzsche. p. 46.
[10] Ibid.  pp. 46 y 47.
[11] “… el hecho es que Spinoza no comienza por la sustancia absolutamente infinita, no comienza por Dios. Sin embargo es como un proverbio completamente hecho decir que Spinoza empieza por Dios (…) verán que en el libro I, a nivel de las definiciones, Dios no es alcanzado hasta la definición VI. Hicieron falta entonces cinco definiciones. Y al nivel de las demostraciones sólo es alcanzado hacia las proposiciones IX y X. Hicieron falta entonces cinco definiciones y ocho proposiciones/demostraciones previas. Puedo concluir que, la Ética, no comienza por Dios. ¿Por dónde comienza? Comienza por el estatuto de los elementos constitutivos de la sustancia, es decir, los atributos.” Gilles Deleuze. En medio de Spinoza. 2ª ed. Cactus. Buenos Aires. 2011. (Clase del 2/12/80) pp. 36 y 37. 
[12] Deleuze. En medio de Spinoza. (Clase del 24/03/81) pp. 483 y 493.
[13] Spinoza. (E, I, def. 1) p. 11.
[14] Nos referimos al término “encriptar”, que los judíos de los siglos XVI y XVII, utilizaban tras las feroces persecuciones en los reinos de lo que hoy es España y Portugal, para referirse a quienes entre ellos ocultaban su fe judía tras la apariencia de una vida católica, como una estrategia de sobrevivencia, y que al hacerlo, tenían que sobre-codificar de manera conciliadora sus actos sociales católicos con su fe judía; mientras, por su parte, la sociedad católica los denominaba peyorativamente “marranos”. La familia de Spinoza formó parte de esa comunidad que se sirvió de tal estrategia cultural antes de arribar a la liberal Ámsterdam.   
[15] Spinoza. Definiciones II, III, IV y V del libro primero de la Ética. p. 12
[16] Ibid. (E, I, def. 6) p. 11.
[17] Y esto se sintetiza en el calificativo fundamental utilizado por Spinoza para definir la sustancia, de absolutamente infinito que significa que Dios por su infinita potencia de existir es todo lo que puede ser, como conjunto ilimitado de formas infinitas o generalísimas, (infinitos atributos, de los cuales, sólo conocemos los dos de los que participamos: extensión y entendimiento) que en su género son infinitas, al comprender infinitos modos (hay infinitos cuerpos e infinitas ideas). Dios es el infinito absoluto, integrado al infinito por todo aquello que es infinito en su género. Dios es el infinito de infinitos.
[18] Si bien, Spinoza dirige sus críticas a la sociedad y los poderes del momento y el lugar en los que escribe, la Ámsterdam del siglo XVII, este lugar tiene la particularidad de ser el centro económico y cultural donde se está gestando gran parte del mundo moderno, por ello, como insistentemente plantea Toni Negri en su libro La anomalía salvaje, Spinoza participa de esa transición entre el mundo medieval tardío y el nacimiento de la modernidad, convirtiéndose en un teórico fundamental del mundo liberal-burgués pero también en un crítico de ese mundo, dando origen, con ello, a las dos modalidades de la modernidad que surgen paralelamente, la modernidad liberal y su crítica emancipatoria: “Son dos Spinoza que participan de la cultura contemporánea. El primero expresa la más alta conciencia que la revolución científica y la civilización del renacimiento hayan producido. El segundo constituye una filosofía del porvenir. El primero es el producto del más alto y extenso desarrollo de la historia cultural de su tiempo. El segundo es dislocación y proyección de las ideas de la crisis y la revolución. El primero es el autor del orden del capitalismo; el segundo es, tal vez, el autor de una constitución futura. El primero es el más alto desarrollo del idealismo. El segundo participa de la fundación del materialismo revolucionario, de su belleza.” Toni Negri. La anomalía salvaje. Anthropos, UAM-I. México. 1993. p. 25.
[19] Como lo hace notar Deleuze constantemente a lo largo de su obra, en sus reiteradas críticas políticas, el poder busca entristecer al hombre para someterlo, y así, poder usar sus fuerzas y potencialidades en su provecho, con lo que el poder “establecido” consiste en limitar las fuerzas del hombre, en despojarlo de ellas, a través de la determinación de la interioridad psicológico-afectiva y de su comportamiento ético-social, lo que consigue con un orden y una cultura de la tristeza, la represión, la autoridad, pero sobre todo, de la ignorancia y la superstición que no permiten ser consciente de ello y lo pretenden sacrificar todo en virtud del bienestar en un más allá distinto a este mundo. Mientras Spinoza se ubica en el otro extremo, fundando un pensamiento de la consciencia y la razón sobre las causas reales de lo que sucede en nuestro interior y determina nuestro comportamiento; así como centrado en la búsqueda afirmativa de la alegría, la libertad, el bienestar y el conocimiento, en y sobre, este mundo.

[20] Deleuze. Spinoza, Kant y Nietzsche. p. 50.
[21] Ibidem.
[22] Ibidem.
[23] Ibid. p. 49.
[24] Spinoza. (E, I, def. 18)
[25] Deleuze. Spinoza, Kant y Nietzsche. p. 79.
[26] Ibidem.
[27] “Spinoza procede realmente sin matices. ¿Qué quiere decir? Quiere decir que todas las formas que pueden ser atribuidas a Dios, se las atribuye también bajo la misma forma al hombre. ¿Cuáles son las formas que pueden ser atribuidas a Dios? No es difícil, Spinoza mantiene un criterio: dirá que las formas que pueden ser atribuidas a Dios, y que pudiendo serlo, lo son desde entonces necesariamente, son todas aquellas formas que podemos concebir como elevables al infinito” Deleuze. En medio de Spinoza.  (Clase del 24/03/81) p. 486.
[28] Deleuze. Spinoza, Kant y Nietzsche. p. 79.
[29] Como parte del desarrollo de una interpretación personal del pensamiento de Spinoza.
[30] Deleuze. Spinoza, Kant y Nietzsche. p. 79.
[31] Ibidem.
[32] Este principio es de fundamental importancia para esta investigación ya que prefigura el tema de lo virtual y con ello de la imaginación, pues lo virtual, los modos que anteceden y suceden a los modos existentes, es el ámbito propio de la imaginación.
[33] Ibidem.
[34] Ibidem.
[35] Ibid. p. 80.
[36] Spinoza. (E, I. 29, esc.) p. 36.
[37] Deleuze. Spinoza, Kant y Nietzsche. p. 78.
[38] Spinoza. ( E, II, 21, esc.) p. 74.
[39] Deleuze. Spinoza, Kant y Nietzsche. p. 78.
[40] Ibidem.
[41] Ibidem.                          












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