El materialismo histórico es nieto de otros pensamientos. Nació con una sonrisa insolente en los labios frente al ingenuo y arrogante tiempo del progreso. ¿Hacia dónde vamos? ¿Necesariamente hacia lo mejor, hacia el perfeccionamiento del hombre? El materialismo histórico nació adolescente en la pluma de un poeta redimido, siempre crítico, burlón y hedonista, su arrogancia era de otro tipo, escéptica frente a los crédulos, fanáticos e ignorantes. De los sacerdotes y sirvientes de la corte al grotesco burgués. Y no podía ser de otro modo, partir de la materia es basarse en el cuerpo, en los sentidos, ahí donde el testimonio de la vida concreta no permite mentir ni ser engañado. Vivir se convierte en el método por excelencia, los viejos ortodoxos le llamaron praxis pero antes fue poyesis y arete, el materialista se construía así mismo, no solamente dándose forma sino sobre todo un contenido: haciéndose un alma.
El materialismo trata sobre la vida: producir y reproducir la vida, al mundo y al hombre. Producir los sentidos y con ellos la percepción, el pensamiento. Por lo tanto, una ciencia, un pensamiento, una poesía materialista no puede soslayar esta noble labor. Y los instrumentos para hacerlo son un legado y una invención, sería ingenuo pensarlo de otro modo, una ilusión moderna, un dogma: la materia no se destruye. Existe la continuidad sin la cual no podría existir el cambio, y el poder de la ignorancia tiene la necesidad de interrumpir ciertas continuidades y perpetuar otras, hacernos creer absolutamente novedosos y conservadores cuando le conviene, haciéndonos encarnar así sus valores ya podridos.
Qué cosas se están por inventar y qué por reencontrarse es algo no decidido en el infinito de la rugosa realidad, pensar que sólo habremos de reencontrar es tan pobre como pensar que sólo podemos inventar, una pobreza respecto al futuro y la otra respecto al pasado, cuando el presente es un haz de luces y energías infinitas. Somos el testimonio del infinito y la abundancia de los posibles.
¡Ah! Las vanguardias y el ser, vieja canción, tan pasada de moda como el marxismo, ¡qué nos pueden decir esas empresas fracasadas! La respuesta está en aquello que no fue escuchado ni entendido, y sobre todo, no explorado, no experimentado ni vivido. Es una cuestión de perspectiva histórica, de creer que sólo hay una historia y que la historia que se ha escrito es la verdadera, sin reparar en que la historia es un pelaje, un campo de espigas, en el que se oculta aquello que incomoda, disiente o contradice; el pequeño problema es que aquello que resulta discordante es la vida a la que se quiso acallar, negar, ocultar, pero que sigue pujante, ahí, en medio de una superficie tan artificial como homogénea, estriando la superficie, ejerciendo presión para hacer estallar los túneles que ha construido en busca de la luz. Hay que peinar la historia a contrapelo para encontrar en ella la vida que se oculta.
Tanto Walter Benjamin como José Revueltas entendieron esto por lo que fueron marginados del marxismo de su tiempo, su materialismo histórico veía más lejos tanto en el pasado como hacia el futuro, ambos veían al artista, particularmente al escritor como un trabajador, productor de sí mismo y de la humanidad, como un revolucionario que lo primero que tenía que hacer era revolucionar su medio expresivo, en un contexto que le trataba como a un idiota, aislado de la sociedad, pasivo y servil a cambio de unas migajas de bienestar, fama y comodidad. La poesía materialista es hija de este tipo de hombres, reconocida, legítima o ilegítimamente es lo de menos, cierta historia de la poesía está por hacerse.
Hacía rato que no visitaba tu blog. Y apenas me acabo de enterar que tienes publicado un libro sobre Spinoza (Falta de observación mía, supongo). Este poema sobre el llamado materialismo histórico es un ejercicio interesante. ¿Escribirás más poemas como éste?
ResponderEliminarSaludos