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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



sábado, 27 de febrero de 2021

La fórmula secreta una experimentación fílmica alternativa a la normalización audiovisual moderna


La película La fórmula secreta (México;1965) dirigida por Rubén Gámez, es un caso excepcional y en cierta forma raro de un cine poco filmado en México, el cine experimental que podríamos entender de muchas maneras, pero también, de una simple  y profunda -como señala Jean-Luc Godard-, como esas películas que dejaron de ser filmadas por la uniformación primero del uso político que el fascismo hizo del cine y después del uso comercial hollywoodense y de la televisión, ambas, formas de limitar las posibilidades narrativas, sensibles y expresivas del cine a un medio de consumo; con lo cual, las historias a contar se limitan a reproducir en su representación las posibilidades de las relaciones  parentales normalizadas y las relaciones económicas y sociales capitalistas: la realización del sueño americano y/o la conformación de una familia consumista, o la superioridad militar o política de algún Estado; fórmulas canonizadas que se repiten como la misma historia contada repetidas veces de la misma forma.

 

Por lo cual, podemos afirmar, que este espécimen cinematográfico explora de una forma ejemplar  o pionera las posibilidades sensibles y narrativas de esas otras películas que en México dejaron de producirse, abriendo un horizonte de posibilidades a los conflictos y realidades que han dejado de filmarse, por lo que dándole pleno sentido a su nombre explora como una novedosa fórmula las posibilidades narrativas y plásticas del cine en el complicado y conservador ámbito del cine y la sociedad mexicanos. 

Lo cual, resulta de particular importancia y valor en un momento como el actual en el que los excesos en las formas de producir y consumir, así como, las negligencias en las formas de gobernar propias de la modernidad capitalista han producido las condiciones sociales y ecológicas de la crisis social mundial de la pandemia del Covid 19.

 

La fórmula secreta, es un experimento realizado en los márgenes de la cultura y la industria cinematográfica mexicanas, pues solamente en esos espacios excepcionales de la normalidad podía concebirse y realizarse una obra tan anómala como retadora y crítica. Puesto que mientras el afán de comercio y consumo rige las formas expresivas, productivas y de distribución del cine, La fórmula secreta al ubicarse en los márgenes de estas dinámicas y relaciones puede tratar temas no solamente poco comunes, sino incluso, prohibidos desde la normalidad de lo que puede ser filmado para ser consumido y hacerlo explorando las posibilidades plásticas de la técnica cinematográfica como la dislocación del tiempo y la mezcla onírica y dramática de planos en los que la composición fotográfica y la experimentación con el montaje destacan haciendo reminiscencias al crudo surrealismo de Luis Buñuel o a las exploraciones del cine soviético de Dziga Vértov y Sergei Einsentein. La fórmula secreta desde su nombre inicial censurado Con Coca cola en la sangre crítica y confronta las dinámicas del consumismo, puesto que ese nombre que le valió la demanda judicial de la empresa homónima que exigió cambiarle el nombre, se refería a su contenido y forma críticos pues trataba no de una historia lineal convencional sino de las alucinaciones y rememoraciones de un mexicano pobre, sin nombre y sin rostro que en su agonía delira con las imágenes y ensoñaciones de su realidad atravesadas por una zonda que vía intravenosa le realiza una transfusión de Coca Cola que más que un remedio parece ser la causa de su situación.

 

Una de las razones por las cuales la película resulta más complicada para un observador pasivo pero al mismo tiempo más potente, es su forma, completamente experimental que la ubica más allá de una historia convencional en el ámbito del poema fílmico y el manifiesto político. La forma de la película básicamente está compuesta por una intercalación de secuencias delirantes, surrealistas y violentas que sin dejar de ser lúdicas, por la burla a los representantes de la autoridad y el uso del absurdo, evocan de una manera bella en su composición cuadros políticos, tomas citadinas o breves estampas costumbristas que por su riqueza implican cada uno una historia propia; secuencias que se suceden con la lógica del sueño y parecen evocar desde la nostalgia recuerdos de un pasado rural, hasta las experiencias de violencia y dolor de un inmigrante campesino o indígena en la ciudad como las consecuencias de un medio social mexicano injustamente violento con los pobres, los campesinos y los indígenas que los despoja de sus tierras y la posibilidad de vivir en ellas, es decir, con la mayor parte de la sociedad mexicana, que de algún modo u otro aún podía vivir de acuerdo a sus modos y costumbres tradicionales, no solamente de la década de los sesentas sino del resto del siglo XX y de la actualidad. Solamente desde una mirada poética y política, aunque sí desde diferentes grados y ángulos, es posible captar la belleza y potencia del discurso fílmico que como un pronóstico prefigura el futuro de México y de sociedades como la mexicana, que serán sojuzgadas, violentadas y en varias formas asesinadas por la realidad social normalizada, es decir, capitalista, que promueve las relaciones comerciales y la norteamericanización como únicas posibilidades culturales. La visión poética y la crítica social de La fórmula secreta es capaz de diagnosticar y prever la dinámica del capitalismo transnacional o globalizado, cincuenta años antes de que la teoría política o los movimientos sociales empezaran a hablar de esto, con las capacidades de comprensión y síntesis de la realidad que tiene el arte.

 

 

Los delirios y ensueños de las escenas de La fórmula secreta describen el dolor y las consecuencias de la destrucción de las formas de vida rurales y la exclusión de las personas que por necesidad migran a las ciudades y se encuentra en estas como desterrados o fantasmas, almas en pena que se resisten a desaparecer como lo personajes de Juan Rulfo, causa por la que este quizás acepto darles voz con un texto que en la película lee el poeta Jaime Sabines como la letanía de un rosario que rememora a Santos que pudieran guiar o por lo menos dar consuelo a estas almas en pena que incluso muertos no dejan de padecer o recordar el hambre. Parte del texto mencionado es este poema:

 

 

“Ustedes dirán que es pura necedad la mía,

que es un desatino lamentarse de la suerte,

y cuantimás de esta tierra pasmada,

donde nos olvidó el destino.

La verdad es que cuesta trabajo aclimatarse al hambre.

Y aunque digan que el hambre

repartida entre muchos

toca a menos,

lo único cierto es que todos aquí

estamos a medio morir

y no tenemos ni siquiera

donde caernos muertos.”

 

 

La fórmula secreta da imagen y voz a quienes fueron despojados de estas por los medios audiovisuales y cinematográficos convencionales, rostros negados por filmaciones que en el exotismo sólo buscaban vender entretenimiento o turismo a consumidores aburridos de los productos habituales, por ello, resultan significativas las escenas donde son filmados estos hombres en paramos desolados o en escenas donde se habla en ejercicios escolares de inglés de escuelas y casas que ellos no tienen o tan simple como tajantemente son rechazados por una cámara que se mueve ante su impertinente insistencia de salir a cuadro. Por lo que el poema fílmico que empieza por mostrar la marginación y la violencia reales de la sociedad de consumo termina en un manifiesto político que denuncia a las empresas transnacionales que en una literal campaña colonial se benefician de esta realidad, convirtiendo a la pantalla en una página en la que se enlista el nombre de las principales marcas de los productos más consumidos por la nueva sociedad 

 

Que una obra de este tipo y calidad fuera filmada y hasta cierto punto reconocida en México antes de ser olvidada, es producto del espacio de excepción por el que y desde el cual fue filmada, respondiendo a la convocatoria del primero y último Concurso de Cine Experimental en México convocado por el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica que tenía como premio la exhibición de la película. La convergencia de personalidades de la industria del cine y el arte a partir de esta convocatoria explica en parte la calidad y originalidad de la película, pues Rubén Gámez como fotógrafo profesional que estudió en los Ángeles  utiliza sus conocimientos de vanguardia para dirigir una película con condiciones excepcionales y al trabajar en la dirección de comerciales tiene no solamente un dominio técnico sino también semiótico de los símbolos del consumo, capacidades que le permiten convocar a  el productor de la película Salvador López que siendo uno de los niños que trabajaron en la película Los olvidados se fue haciendo un espacio en la industria cinematográfica, a Juan Rulfo para escribir los textos leídos por el poeta Jaime Sabines; y al tener un jurado integrado por el poeta Efraín Huerta, el crítico cinematográfico Jorge Ayala, el músico Manuel Esperón, el escritor Luis Spota y el experimentado actor Andrés Soler le permitió tener espectadores capaces de descifrar el contenido, y sobre todo, la forma de una obra tan innovadora y adelantada a su época.

 

La fórmula secreta no solamente es una obra de arte excepcional del cine mexicano también es una odisea en la que se aventuraron personajes y trabajadores de la industria cinematográfica, con la que probablemente trataron de explorar en las cualidades realmente artísticas del cine, de lo lúdico al experimento, a contracorriente de la aplastante homogeneidad y normalización de la industria del espectáculo y el entretenimiento. La fórmula secreta con toda mesura y razón puede ser considerada como un hito que abre las posibilidades negadas y prohibidas del cine, y que simultáneamente ofrece, desde la humildad de los trozos de película sobrantes de los comerciales que dirigía Rubén Gámez, con que en parte fue filmada, y los días no laborales en que este podía filmarla, las posibilidades de una fórmula para recuperar en las pantallas la belleza de la diversidad cultural y las alternativas sociales en medio de una normalidad que no solamente niega los días laborales sino la vida y la cultura mismas en un proceso productivo destructor de la sociedades y la naturaleza.

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