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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



viernes, 3 de noviembre de 2023

Crítica al Romanticismo Político de Carl Schmidt

Ponencia presentada en el 5 Coloquio Prácticas de la enemistad en la configuración de los imaginarios mexicanos


Si bien, pensar es en gran parte imaginar. Hay distintos tipos de pensamiento, y con ellos, de imaginación. Es decir, que en cierto modo con la sofisticación del pensamiento hay una sofisticación de la forma de imaginar. Pues no es lo mismo el pensar cotidiano y espontáneo que sólo recuerda lo percibido casi inmediatamente o fabulado por uno mismo o el grupo en busca de una explicación cualquiera, o por lo menos, para satisfacer a las necesidades y responder a los problemas inmediatos; que el pensar elaborado metodológicamente que busca no cualquier explicación o respuesta sino aquella que está más cercana a los hechos y causas, y con ello, al conocimiento. Es decir, el pensar propio de la ciencia que por la manera en que es producido trata de superar y distinguirse de un pensamiento mítico.
 
Un pensar científico opuesto al pensar mítico, que busca y en muchos aspectos consigue brindar un conocimiento objetivo de la realidad, con el cual, incidir en la transformación de la realidad adecuándola a las necesidades y propósitos del ser humano. Y que implica una particular forma de imaginar lo que está y va más allá de lo inmediato o particular, contribuyendo a la abstracción y la generalización del conocimiento de las causas y relaciones de los hechos pasados y la prognosis de los hechos futuros a partir del conocimiento de las leyes y las estructuras de los fenómenos presentes. 
 
La Ilustración moderna, entonces, es ese propósito y acto de un pensar metodológico que busca no cualquier explicación ni respuesta sino aquella que trata sobre las causas y los hechos de la realidad. Por lo que esta época moderna, nuestra época, surge y se debate entre estas dos formas de pensar, y con ello, de imaginar. Tratando de superar el pensamiento mítico, y con ello, las supersticiones, errores e ignorancia propios de un estado de la humanidad en el que las condiciones de vida y las exigencias de la sobrevivencia en un medio signado por la hostilidad de la naturaleza y la escasez de los recursos no permiten pensar de una manera racional, e incluso, obligan a pensar míticamente y a aceptar cualquier explicación o respuesta suficiente para justificar la condición de defensa frente a la hostilidad del medio natural y la violencia de los otro en guerra permanente por la disputa de los pocos y escasos recursos.
 
En estos términos, el discurso moderno sobre la historia y la cultura se ha debatido entre estas dos formas de pensar, en una particular dialéctica de la ilustración, en la cual, a pesar de basarse en una nueva metodología y contar con nuevos recursos intelectuales y sociales para realizarla, el pensamiento moderno en muchas ocasiones es el pensamiento mítico con apariencia y forma racional. Un pensamiento que justifica, promueve y difunde como racional creencias, errores y engaños propios de explicaciones o respuestas a una realidad que se asume esencialmente hostil y violenta, y por lo tanto, justifica un comportamiento semejante con los otros, e incluso, con los propios miembros de grupo del que se forma parte.
 
El pensamiento político de Carl Schmidt es uno de estos pensamientos míticos e irracionales modernos, que promueve explicaciones y respuestas irracionales para justificar comportamientos violentos y hostiles propios de otras épocas de la historia de la humanidad. Pues su forma de pensar y explicar las causas de la violencia social que define el siglo XX, en lugar de ocuparse de las relaciones y los procesos sociales concretos que permitirían acceder a una comprensión racional, se basa en representaciones e imágenes atávicas, sobre la supuesta esencia del hombre y de los pueblos. Una esencia violenta y hostil detrás de la cual se ocultan todas las posibles causas de tales comportamientos en la época moderna relacionados con la pobreza, la explotación, represión y marginación que cualquier individuo de la actualidad reconoce como la cotidianidad de la sociedad capitalista.
 


Estas imágenes y representaciones de la esencia del hombre y de los pueblos, proponemos entenderlas como parte del romanticismo político de Carl Schmidt. Entendiendo el romanticismo como una forma de pensamiento y estilo estético que es una posición de reivindicación y defensa radical de lo tradicional o clásico frente al drama moderno de su amenaza, sustitución y destrucción por las novedades y las modas de los comportamientos prácticos, utilitarios y productivistas de las sociedades modernas. Ahora bien, el problema con el romanticismo o por lo menos con cierto tipo de romanticismo del que forma parte Carl Schmidt está en el principio del que parte, es decir, en la manera de entender lo tradicional o clásico. Pues la intelectualidad y los artistas durante los siglos del surgimiento de la modernidad, particularmente el siglo XVIII en Alemania, frente a la vorágine de cambios radicales en todos los aspectos de la realidad que como bien diagnosticaron implicaban profundos daños y deterioro cultural (pérdida de la identidad, expansión de la pobreza, arribo de una nueva élite comercial inculta y brutal, desorden social, crisis de valores…); como remedio y arma encontraron ficcionar, inventar o imaginar una tradición y un pasado más coherentes y sólidos de lo que fueron: una época clásica idílica en perfecta continuidad con la tradición nacional germana. Algo que en sí mismo no solamente es falso sino incluso contradictorio con los hechos históricos concretos, en los cuales, los pueblos germanos junto con el resto de pueblos indoeuropeos fueron los bárbaros que estaban a las afueras del Imperio Romano acosando sus murallas y que colaboraron en la caída de este, por lo menos, en la parte del Imperio Romano de Occidente.
 
Por lo que la continuidad de la cultura clásica, como su fundamento, en la cultura europea y en particular en la germana, es una ficción, un relato sin fundamento construido incluso en contra de los hechos históricos, pues entre el mundo clásico de Grecia y Roma y Europa no existe ningún vínculo o continuidad que no sea  su exterioridad y ajenidad como los bárbaros indoeuropeos que estaban a las murallas del Imperio Romano, sojuzgados o a la expectativa de la rapiña, o la fábula que la historia europea se ha encargado de construir. Puesto que, incluso en contra de esta historia y a partir de los hechos históricos, el mundo clásico de Grecia y Roma está más próximo al mundo árabe  o africano que a Europa, pues por una parte, la cultura y el pensamiento griego se nutren de los conocimientos de los pueblos antiguos desde Mesopotamia a Egipto como lo reconocen en sus propios textos notables autores como Homero, Pitágoras, Platón o Aristóteles, y por otra parte, la conservación, traducción, interpretación y difusión de los textos griegos que posibilitan el muy posterior Renacimiento mediterráneo las realizan los pueblos árabes en sus bibliotecas que con su contacto con lo que posteriormente sería Europa en el Califato de Córdoba permiten a Europa tener contacto con la cultura clásica. Sin embargo, esta invención histórica es la que predomina en los estudios históricos y en la enseñanza de la historia, de manera no solamente acrítica sino también eurocéntrica, difundiendo entre los estudiantes, profesionistas y la población en general no solamente una visión falsa y manipulada de la historia, y con ello, del concepto de cultura; sino también, toda una serie de prejuicios racistas y excluyentes basados en la fantasía y la ignorancia.
 
De tal manera, si bien la cultura clásica de Grecia y Roma existió, como lo muestran estudios históricos serios no lo hizo de la manera idílica y perfecta, fabuladora, en que lo cuentan los románticos alemanes como Karl Otfried Müller, Herder, Schiller, Schlegel o Schelling,  para los cuales la cultura clásica surge de manera pura como un espíritu que continúa a través de una lengua o sangre puras en el pueblo germano. Puesto que por pureza entendían una forma de independencia y autosuficiencia no solamente irreal sino antihistórica, con el propósito de justificar o fundamentar una supuesta superioridad cultural-racial frente a la inferioridad racial y barbarie cultural de los otros pueblos. Y es que tanto Grecia como Roma, como cualquier otro pueblo, no son producto de la generación espontánea, ni siquiera obra de algunos genios, sino el producto y consecuencia primero de la evolución biológica y civilizatoria de la especie humana en su conjunto, y después, de los encuentros e intercambios históricos entre individuos y pueblos que hacen posible la continuidad de la cultura, y en algunos casos y dependiendo de diferentes criterios, su mejoramiento y sofisticación.
 
De tal manera, el supuesto milagro griego consistente en la invención griega de la cultura, la política y el arte de manera independiente, sin tener, influencia ni contribución de ningún otro pueblo; como lo han mostrado estudios históricos serios, es una ficción inventada por los románticos alemanes fundamentalmente en el siglo XVIII, con el propósito de fundar y justificar su discurso protonacional en un ambiente de urgencia frente al avance político y desarrollo económico de otras naciones modernas como la inglesa, francesa y la norteamericana que se estaban repartiendo el mundo, y cuya disputa continuó hasta las dos guerras mundiales. Los románticos alemanes inventan el milagro griego cuando incluso los mismos griegos como reconocen no sólo la importancia de la influencia de otros pueblos sino que algunos de ellos como los egipcios son los inventores de la ciencia o la filosofía.
 
La invención de esta fábula entonces tiene como propósito y finalidad servir de justificación para el naciente y atrasado discurso nacional germano frente a la emergencia de un nuevo orden mundial; y como arma o refugio frente a los cambios culturales y sociales que tal orden estaba empezando a producir y que transformarían el mundo. Sin embargo, debido a su carácter irracional y mítico el discurso romántico no permite comprender ni las causas de ese nuevo orden mundial ni las relaciones en que consiste, sino solamente ofrecer una explicación o respuesta imaginaria que sirva para responder a la hostilidad y violencia en los mismos términos, pero debido a la agudización de estos tanto la hostilidad y la violencia se radicalizan pasando de recursos para la sobrevivencia a principios sociales y pretendidamente también a principios intelectuales.
 
El romanticismo político de Carl Schmidt consiste en la recuperación radical de tal fabulación acerca de la pureza cultural y la superioridad racial, y en retomar la hostilidad y la violencia como los principios sociales e intelectuales de la sociedad alemana, convirtiendo la relación amigo-enemigo en el principio y explicación de la política, el derecho y la vida social en su conjunto. Pues según Schmidt, la política consiste y se explica, en conjunto con las relaciones sociales y los contenidos culturales, por el principio de quien es amigo por hacer la guerra al enemigo; sin considerar ni comprender que es la relación con el otro y los otros lo que permite tanto la propia existencia como su mejoramiento en el proceso mismo de la hominización y la civilización. Esto se puede apreciar, sobre todo, en cu su concepción de la política y del derecho, según la cual, no solamente su fundamento sino su dinámica misma consiste en la relación amigo-enemigo, en la hostilidad y la violencia de la guerra de manera absurda pues tanto la política como el derecho consisten en la conformación y formas de dar continuidad a las diferentes dimensiones de la comunidad humana, definiendo tanto sus principios, valores y normas, como sus relaciones, quedando la guerra sólo como un recurso para hacerse de bienes y recursos en estados y épocas civilizatorias previas definidas por la escasez o como un medio de defensa. Es decir, que la guerra no permite explicar ni comprender las dinámicas, los principios y las causas de la organización social particular de la política y el derecho, incluso, en los momentos de sus excesos y preponderancia irracional como en el siglo XX.
 
Precisamente tal principio del amigo-enemigo con el que Schmidt pretende fundamentar de manera pura el estudio de la política lógica y metodológicamente es contradictorio e insuficiente por paradójico o indefinible. Puesto que en términos puros y absolutos como pretende Schmidt no es posible distinguir claramente entre el amigo y el enemigo; y si no es posible la definición de lo propio o del nosotros, amigo, tampoco es posible definir con precisión al otro, enemigo, es la contradicción irresoluble del pensamiento ficcional de Schmidt como señala Derrida; pues en los conflictos entre sociedades o al interior de una misma sociedad ¿ quién es el amigo y quién es el enemigo? ¿dónde empezar y terminar con la distinción? ¿en relación con que conflicto o con qué guerra? ¿a veces unos amigos pueden ser enemigos y viceversa? ¿si mejorar es una virtud y la virtud un bien y los amigos son aquellos que nos hace más virtuosos, a caso ciertos enemigos no nos hacen mejorar en la lucha y el combate contra ellos, y entonces, se convierten en algunos de nuestros mejores amigos? ¿o acaso, no es difícil saber distinguir entre los verdaderos amigos como los muestran las situaciones adversas en las que los amigos se comportan más bien como nuestros enemigos? Schmidt pretende resolver estas contradicciones recurriendo o inscribiéndose implícitamente en el imaginario del romanticismo alemán en el que la guerra es hecha por el pueblo racialmente superior y culturalmente puro a los otros pueblos racialmente inferiores y culturalmente incultos, es decir, que a pesar de no decirlo explícitamente e incluso rechazarlo, Schmidt al recurrir al imaginario de las guerra germanas, hecha a los otros-enemigos únicamente cuenta en los hechos concretos de las guerras del siglo XX que pretende justificar, con la unidad del pueblo germano dada por el romanticismo, es decir, la lengua-cultura y la sangre raza como sucedía en la política del nacional socialismo; de ahí la importancia que tiene en su obra la referencia a la lengua alemana y la política belicista germana.
 
Es decir, que a pesar de la pureza política que Schmidt pretende para su teoría basándola exclusivamente
 en el principio amigo-enemigo, sólo la determinación romántica de lo propio permite contar con un
 criterio para definir, ficcional y fabuladoramente, lo propio el amigo frente a lo otro el enemigo, en una 
explicación y respuesta irracional e imaginaria, mítica, a los problemas de una realidad social hostil y 
violenta, capitalista, de la que no puede entender sus causas ni las posibilidades de enfrentarla o formas reales de su solución.


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