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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



miércoles, 22 de noviembre de 2023

EL HOMBRE CONTROLADOR DEL UNIVERSO (Man at the crossroads)

La encrucijada de la Modernidad

 

 

La modernidad es un cruce de caminos. Un encuentro de espejos opuestos. Un laberinto a veces con el hilo de Ariadna; a veces sin el hilo de Ariadna. La búsqueda y la pérdida de Teseo. Las danzas de Minotauro. El conocimiento y la ignorancia. La luz y la oscuridad que intermitentemente muestran y ocultan los caminos como un acertijo o como una pregunta. A veces y aún el mito, a veces y todavía no la razón.

 

 

Es la dialéctica, en realidad muy mencionada y poco entendida. Nunca un plan ni un mapa que en un laberinto que cambia de poco serviría. Más bien, se trata de inventar, de encontrar, de re-crear nuevos caminos. De contar de mil maneras nuevas la historia de lo que será; de encontrar lo que se perderá y volver a perder lo encontrado. Pues todo está cambiando desde las aguas de aquel viejo río que nunca ha dejado de ser el mismo.

 

 

En 1932 Diego Rivera inicia una obra monumental, un mural titulado Man at the crossroads, que nunca conoceremos por dos razones: 1) porque la obra no se terminó ante su cancelación por parte de los dueños del inmueble en Nueva York donde se estaba realizando, y al cual, se suponía que iba a decorar, El Centro fotográfico y vestíbulo del Rockefeller Center (parte del primer complejo comercial que comprende catorce edificios y era la construcción privada más moderna de su momento) ubicado en la quinta y la sexta avenida; y 2) porque lo que iba de la obra fue mandado destruir por sus dueños y reemplazada por los murales de otros artistas.

 

La violenta reacción y censura de la familia Rockefeller respondió a la actitud irónica y militante del artista, que ante el pedido de los magnates realizó una misteriosa obra mural en la que aparecía la figura de Lenin y la representación de las manifestaciones del primero de mayo que a sus propietarios por lo menos les pareció de mal gusto o una provocación infundada pues al verla inmediatamente solicitaron al autor eliminarlas de la obra quien en lugar de hacerlo agregó retadoramente las imágenes del todavía peor padre de todos los líderes y autores revolucionarios, Carlos Marx, acompañado de Engels y de varios líderes revolucionarios socialistas; por lo que la afrenta, reto o burla si aún no había sido entendida o había quedado en duda era confirmada. Pues ¿qué esperaban los Rockefeller de Rivera? ¿querían que decorara su edificio con motivos pintorescos y folcloristas mexicanos?, y algo aún más interesante ¿por qué Rivera aceptó tal pedido?, y una vez empezada la obra con tales temas y motivos ¿qué reacción esperaba de sus patrones, o por lo menos, de aquellos que se creían sus patrones y se comportaron como tales?

 

Un misterio cubre a otro misterio y como único indicio concreto sólo contamos con los esbozos conservados en el Museo Anahuacalli y el mural El hombre controlador del universo ubicado en del Palacio Nacional de Bellas artes. En los cuales, el artista recuperando los motivos y temas del proyecto neoyorkino muestra la poderosa imagen de una encrucijada, un momento de la historia del siglo XX, el acontecimiento del enfrentamiento entre dos visiones del mundo que signaron el inicio y el final del siglo XX y que se enfrentan una a la otra en las imágenes o los reflejos de dos espejos o lentes enfrentados que buscan guiar en su decisión al hombre de la técnica. La encrucijada del hombre moderno que cuenta con los conocimientos de la ciencia y los instrumentos y máquinas de la técnica, ubicado en el centro de la imagen, presidiendo un fantástico universo hecho de imágenes y luces: los reflejos, conocimientos y espejismos de las ciencias naturales y las ideologías políticas que con sus instrumentos muestran la imagen amplificada de la realidad física y social; átomos, células, bacterias, virus, estrellas y constelaciones que se mezclan con los comportamientos animalizados y brutales de burgueses haraganes, así como, con la injusticia de la miseria y la respuesta socialista a esa injusticia en las movilizaciones obreras y militares del ejército soviético.

 

Una encrucijada que como lo indicó Bolívar Echeverría, varias décadas después, es el sino de la modernidad, un dilema en el que se debate la posibilidad de dos mundos, uno, el de la brutalidad de la violencia y la explotación del hombre por el hombre agudizadas por el uso generalizado de la técnica, que de ninguna manera puede calificarse de una frase panfletaria o retórica frente a una realidad social que desde el siglo XX y la actualidad muestran a cualquiera los perniciosos efectos de la comercialización capitalista  de las relaciones sociales en los fenómenos de la pobreza generalizada, incluso en los países autodenominados desarrollados, la migración forzada, la persecución política, el crimen organizado y el deterioro político-social y ambiental; y el otro, un mundo en el que el conocimiento científico y la técnica, al servicio del bienestar de todos y usados con la guía de la razón que no solamente permite utilizar sino también comprender, haga posible la satisfacción de las necesidades sociales y el desarrollo de las capacidades y los anhelos de todos, un mundo que si bien está por descubrirse también se ha vivido en diferentes grados y modos en las formas de otros mundos y sociedades en el pasado...



 

México

 

Esa poderosa imagen es testimonio de la larga tradición de pensamiento y organización socialista en México, que de diversas maneras a modelado la cultura nacional y la historia a través de dos revoluciones socialistas llamadas Independencia y Revolución. Sin embargo, la Independencia y la Revolución de los de abajo ha sido negada, ocultada e ignorada detrás de discursos e historias oficialistas según las cuales ambas fueron hechas e ideadas por aristócratas de sangre e intelectuales hispanistas, la élite social, mientras el pueblo, la plebe, sólo fue un instrumento ciego que luchaba y moría bajo las órdenes de la razón y las causas de un orden que con otro nombre continuaría explotándolo y sometiéndolo a la miseria y a la marginación.

 

 

Pero si se busca un poco, si se sabe escuchar, ver y leer como lo hace Diego Rivera a lo largo de su obra, de manera inmediata la realidad mexicana a través de los testimonios y lenguajes de las palabras, las costumbres y tradiciones, la memoria y los recuerdos, las historias y relatos de corridos y leyendas, los colores y las formas de las imágenes de caricaturas, edificios, fiestas y plazas; habla de la historia y el saber del socialismo mexicano, de la conciencia y el saber de la miseria y la injusticia  que en campesinos y trabajadores ha tomado la forma de memoria. Pues lo que el oficialismo y el mercado han convertido en espectáculo pintoresco y entretenimiento, son los testimonios y vestigios que hablan de otros mundos distintos a los de la exclusión del dinero y la humillación del comprar y venderlo todo que para poder enriquecer a unos cuantos despoja y empobrece a los muchos que somos todos. Testimonios y vestigios de un socialismo que en México se convirtió, sobre todo, en memoria, pues mientras la utopía europea sólo sabía o podía voltear al futuro o al mundo de las ideas frente a la realidad capitalista que en Europa surgía como un imperio planetario; en México la esperanza y el anhelo de otro mundo era y es también un recuerdo o la nostalgia de un porvenir, a veces recordado, a veces inventado, pero siempre una guía o una causa para resistir y luchar, por lo que el socialismo que tradicionalmente mira al futuro en México empezó a mirar también al pasado en busca de alternativas y la memoria de otro tiempo.

 

Memoria que vemos en los viejos y los nuevos zapatistas que como indicaba Womack en Zapata y la revolución mexicana, a diferencia de los revolucionarios europeos hicieron una revolución para no cambiar, campesinos, indígenas y obreros que en medio de un mundo que antes los explotaba y ahora los excluye radicalmente encuentran en sus recuerdos otros mundos, los mundos de sus abuelos, que aquellos vivieron o soñaron en los recuerdos de sus ancestros, una diversidad de mundos vividos-recordados fugazmente en las fiestas y las tradiciones en las que se puede vivir por los menos un instante la abundancia y la alegría del ser uno mismo y no lo que los otros imponen o exigen.

 

L a encrucijada de la modernidad entonces se convierte no solamente en la decisión entre el presente y un futuro posible, sino también, entre el presente que pretende superarlo todo y el pasado, o los pasados que con sus testimonios y recuerdos cuestionan la soberbia del progreso y la univocidad de un mundo que se pretende ya no solamente el mejor sino el único posible. Las voces o los murmullos que avisan de otras vidas, otros lugares, otros mundos.

 

¿Qué está mirando Marx?

 

En el mural El hombre controlador del universo, de una manera discreta pero significativa destaca entre la multitud la imagen de Marx, pero, sobre todo, su mirada o el modo en que mira. Imagen que fue uno de los principales motivos de la cancelación y destrucción del mural Man at the crossroads pintado en el centro financiero norteamericano por excelencia. 

 

Una imagen que si se le presta un poco de atención destaca del resto de los personajes aglutinados en una multitud, no por algún distintivo ostentoso en su ropa, pose o gestos que denotaran un estatus especial como de manera vulgar hacen los miembros de las jerarquías sociales, sino, simplemente por su mirada. Una mirada que podría parecer ausente pero no lo es, más bien se trata de una mirada de alguien que sin dejar de ver fijamente y con mucha atención lo que tiene enfrente también está mirando a otro lugar, pero a un lugar que no está ahí donde mira, o mejor dicho, en el tiempo al que está mirando, pues en realidad está mirando a otro tiempo a través de lo que ve en el presente pues el presente le permite, y le exige, como una necesidad,  ver  otro tiempo y con él otro mundo real, y por ello, también posible a través de los testimonios de la necesidades de este tiempo y los avisos o mensajes de otros tiempos. El marxismo occidental ha sabido leer esos mensajes y avisos de un futuro utópico. El marxismo y el pensamiento crítico en México y América Latina también ha sabido hablar y habla del pasado utópico. Entre ambos completan el cuadro o la imagen de la encrucijada de la modernidad. 

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