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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



lunes, 27 de diciembre de 2010

Vitalidad salvaje y modernidad

La vitalidad, como naturaleza -derecho o potestad natural- ocupa un lugar fundamental en el discurso político y jurídico moderno. Es propio del mundo moderno concebir las cosas en términos humanos-naturales y ya no divinos-trascendentes, el origen y fundamento del poder deja de ser Dios para ser la naturaleza y después el hombre. Así las cosas el derecho natural, y con ello, el poder de la naturaleza del hombre, son la piedra de toque del discurso político, desde el principio de la modernidad, en las obras inaugurales de Maquiavelo y de Hobbes. Si tanto habla del poder aquel y de la constitución del poder social este, es porque por primera vez se concibe que la potestad, facultad y capacidad para todo hacer dependen por primera vez del hombre mismo y su colectividad.

Spinoza supo ver esto en Maquiavelo desde el siglo XVII, según él, aquel aconsejaba tanto al príncipe contener y dirigir al pueblo porque sabía de la realidad y dignidad del poder popular, en el fondo es un apologista de la liberación pues concibe, con pleno derecho y razón, el poder en el pueblo. Otro tanto nos hace ver Negri este siglo, respecto de Hobbes, quien inaugura una nueva forma absolutamente inmanente de concebir el poder, fundando así lo que llama "la tradición maldita de la filosofía política" que va de Hobbes a Marx, pasando por Spinoza, y se opone frontalmente a la tradición "sagrada" de la filosofía política Platón, Kant, Hegel (quizá en letras minúsculas pero como no menos pernicioso, podríamos referir a ese teórico del fascismo jurídico, Hans Kelsen). Si la mayoría de los teóricos enajenan el poder popular en las instituciones y la representación oficial, su origen y legitimidad indudablemente siempre lo encuentran en el pueblo.

Es vital entender que la historia del pensamiento y el pensamiento mismo no son una fábula, que la realidad es más compleja y matizada, y que ahí donde se creía ver sólo reacción, hay dignos esfuerzos de resistencia y liberación. Si buscamos ver el futuro tenemos que ver con nuevos ojos el pasado. La vitalidad, la naturaleza, no es institucional, es salvaje, siempre libre y siempre presente. Así empieza el discurso mismo del derecho natural moderno.

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