¡Viva México! no es una película ni un documental ni un espectáculo, no está hecha para divertir ni en el cine ni en la televisión de la sala, su duración de dos horas defendida obstinadamente por su “director” se opone a los rituales y códigos comerciales. Y sin embargo, ¡Viva México! conmueve y alimenta, se comunica de corazón a corazón, de cuerpo a cuerpo, como un diálogo entre entrañas, es un diálogo entrañable, porque cuando se ve la pantalla lo que se ve es la imagen y la voz de un pueblo, la realidad que ha dejado de figurar en la pantalla tanto de la televisión como del cine, los rostros y la palabra de gente pobre y pequeña, hombres y mujeres pobres que encarnan la historia de México y cuya existencia no es noticia ni argumento ni trama de ningún espectáculo pero, sin embargo, con cuyas vidas y muertes está hecha la realidad de las calles, los campos, las montañas y los mares de México.
¡Viva México! no es una película ni un documental es un sueño con los ojos abiertos que en veces se convierte en pesadilla, en veces de terror, pero también, en veces, en visión de esperanza y de mañana. Como en la imagen y la voz de una mujer de cerca de cien años quien habla de Marcos como de lo que se organiza en su recorrido, con las palabras y poesía (in xochitl in huicatl: flores y cantos) del lirismo popular, con la belleza de la vida encarnada en el pueblo de México:
“Es como yo le decía anoche al Comandante Marcos. Que yo le decía que yo sentía aquella emoción, aquel cariño, aquel sentimiento grande, profundo… Pero no sentimiento del sino, sentimientos de alegría de corazón. Dondel pasa es una historia que nos va dejando, un airecito como que va plantando, como que se pegó en aquella barda.
Yo lo que le pedí el favor a él que fuera con nosotros a Tinganbatos, para que vieran los señores, los ricos que no semos solos, que hay gente que nos apoya anque no es de nuestro pueblo. Pero estamos concientes que tienen que ayudarnos. Como él dijo es una familia. Como una familia. Y sí, así va a ser.”