En busca de una Poesía Materialista

El objetivo de desarrollar una poética materialista se basa en la hipótesis de que existe una poesía mundana y radical, que ancla sus raíces y tiene por objeto la tierra: la producción de un territorio para el animal espiritual que es el hombre.

Ya que como todo ser vivo el animal hombre requiere de un territorio para poder existir. Un espacio convertido en tierra tanto exterior como interior a él mismo donde encuentre las condiciones y recursos para poder vivir. Y así como el caos deviene cosmos el espacio llano deviene tierra, y en ambos casos, se hace en gran medida a través de la palabra.

En la historia del arte, la literatura y la filosofía existen los rastros de esa poética materialista que desde ya reconocemos como una auténtica poyesis que en su sentido original es producción de mundo, creación de territorio, a través del actuar del hombre.[1] Un territorio que es exterior, el mundo objetivo de las cosas y las relaciones sociales con los otros; así como interior, la vida psicológica -tanto consciente como inconsciente- y social de los hombres, una subjetividad que reconocemos como material ya que desde este planteamiento nada está dado sino que todo está siendo producido y reproducido constantemente, incluso el alma –psique, conciencia o inconsciente- del hombre.

Sin embargo, a pesar de esta puntual distinción entre interior y exterior del territorio humano en un punto de necesaria convergencia tal distinción se diluye, puesto que no deja de ser el territorio de una misma vida: convirtiéndose la sociedad en la exteriorización de la psique, interioridad, de los individuos que la componen y el alma del hombre en el reflejo del mundo en que vive. De tal manera, si la literatura en general y la poesía en particular constituyen una labor poyética, necesariamente se realizan en este punto de convergencia entre exterior e interior del territorio vital, ocupándose así, necesariamente, de lo individual-psicológico y lo colectivo-político en su más profundo sentido: el territorial.

En estos términos concebimos a la poesía como productora de humanidad, como una herramienta, producto de primera necesidad, y en el límite, como un arma...

Absolutamente opuesta a un artículo de lujo, entretenimiento o anecdotario de Narciso que son los saldos las más y benevolentes de las veces, de una poesía sin poética y en otras, de un trabajo poético hecho a la luz de rudimentos estéticos idealistas que no hacen sino trasladar dogmas de otros órdenes –religión, ciencia positivista y moral-, a la literatura. Así, la poesía de trabajo productivo o artístico, poyético, pasa a convertirse en una empresa repetitiva y autómata reproductiva de lo hecho por otros, y lo más peligroso, tanto para el individuo como para la colectividad, reproductiva del orden dado en los hechos de un presente tan problemático como el actual.

La afirmación de que una poesía reproductiva está basada en los dogmas de la religión, el positivismo o la moral no es una exageración ni algo indebido, basta con revisar cómo conciben su propio trabajo tales poetas y lo más importante, qué hechos y qué realidad son los que exaltan e inconscientemente afirman, qué humanidad y sobre todo, qué territorio para el hombre y para sí mismos habla a través de ellos. Y entonces una concepción religiosa-moral de la poesía se hace evidente, donde la poesía eterna y “verdadera” viene del cielo especialmente para que el “ungido” de genialidad que es el poeta la cante y sea admirado por los demás mortales por ese acontecimiento milagroso, cuando las visiones que tiene no son más que los reflejos de las cosas de este mundo ordenadas de acuerdo al beneficio de la brutalidad de unos cuantos a costa de la des-humanización del hombre. O en su caso, se trata de una poesía “pura” que en nombre de la autenticidad y pureza del arte por el arte oculta la ingenuidad de quien trabaja en la ilusión de que vive en el limbo de un mundo privado, cuando de lo único que puede estar privado es él mismo pero de los referentes de la realidad en la que y por la cual vive aun a su pesar. Así, la poesía se convierte en intemporal, a-histórica e inmaterial más próxima a un rezo que a la poyesis.

Por último, para presentar el viaje en que nos embarcamos y al que invitamos a los lectores sólo mencionamos que una de las razones más poderosas que nos impulsa a indagar en estos temas es la situación tan crítica en la que se encuentra hoy el hombre de carne y hueso, en un mundo que empieza dramáticamente a dejar de ser un territorio apto para su sobrevivencia. En un espacio y un tiempo donde el cosmos empieza a convertirse en caos y la palabra poyética más que nunca es necesaria nuevamente para mostrar las potencialidades del mundo del hombre, las alternativas de lo humano a producir y realizar, así como, las formas en que el hombre puede resistir a los embates de la destrucción. Pues además, consideramos que no existen ni cielo ni dioses a quienes recurrir sino este maravilloso y misterioso mundo de la vida que todos encarnamos en nuestra materialidad.

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[1] A este tipo de acción que engendra un objeto exterior al sujeto y a sus actos se le llama en griego, poíesis, que literalmente significa fabricación o producción, es decir, acto de fabricar o producir algo. En este sentido el trabajo del artesano es poética y no práctica. En verdad si quisiéramos ser rigurosamente fieles al significado del término griego correspondiente, deberíamos de decir “poiésis” donde decimos “praxis”…. Adolfo Sánchez Vásquez. Filosofía de la praxis. EDITORIAL GRIJALBO S.A. 1967. p. 14.