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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



lunes, 19 de noviembre de 2012

Agonía y muerte de la Revolución Mexicana

*El siguiente artículo está basado en el libro Agonía y muerte de la Revolución Mexicana del constitucionalista Alejandro del Palacio Díaz, así como en algunos de los planteamientos que ha realizado durante aproximadamente cuarenta años en sus investigaciones juridico-políticas.

Este año se cumple el 102º aniversario de la Revolución Mexicana lo que pocos recuerdan y muchos ni siquiera quieren que se recuerde. La palabra “revolución” empezó a dejar de utilizarse en México primero en los discursos políticos, después paulatinamente con diferentes versiones en los círculos académicos, y por último, en la cultura popular, actualmente enajenada en el mercado del entretenimiento global.

Hoy nadie habla en México de la revolución y quienes llegan a hacerlo lo hacen para hablar mal de ella, como si se tratara de un momento caótico del pasado insignificante en la cultura “democrática” actual, democracia que consiste formalmente en el fraude electoral y de hecho, en la igualdad de la miseria, la ignorancia, la impotencia y la inseguridad de todos frente a una dictadura que defiende los intereses de los mismos grupos contra los que se hizo la Revolución Mexicana hace cien años (los capitales extranjeros, la iglesia y las élites conservadoras nacionales que enarbolan las causas de la blanquitud, el catolicismo y el eurocentrismo, que paradójica o irónicamente vuelven a tener el mismo poder que hace cien años).

En realidad, la Revolución Mexicana está muerta en la vida política del país y lo único que se hace es gestionar su entierro oficial. Fue asesinada por las fuerzas que hoy están en el poder, cada uno de los partidos políticos que tras el espectáculo de la alternancia han llevado a cabo las reformas legislativas (más de 400) que atentaron contra las conquistas y resultados de la Revolución Mexicana. Y las reformas de los remanentes jurídicos que aún quedan (la legislación laboral, la seguridad social y el régimen de explotación de los recursos naturales) fueron compromisos de campaña manifestados por Enrique Peña Nieto, el candidato impuesto a través de la corrupción y el fraude electorales de las elecciones presidenciales de este año.

La Revolución Mexicana fue uno de los acontecimientos emancipatorios más importantes de la historia moderna ya que, por una parte, reivindicaba causas tan singulares como genuinas; y por otra, tuvo como resultado una constitución política pionera a nivel mundial en el ámbito de las conquistas sociales...



La singularidad de la Revolución Mexicana se encuentra en la singularidad de su pueblo y las culturas que convergen en él. Ya que no solamente se articuló a partir de los discursos revolucionarios tradicionales, es decir, ni solamente liberal ni solamente socialista, sino que con esos elementos y otros más, como un fuerte inició anarquista –pues no inició en 1910 con Madero y un pusilánime e inofensivo libro sino una década antes con la agitación, organización y levantamientos armados del magonismo- con el grupo libertario de los magonistas, integró las razones, los modos y las demandas de los diferentes grupos con tradiciones indígenas. De ahí que la revolución mexicana sea diferente a todas en sus planteamientos, formas y resultados. Aunque se le haya tratado de desnaturalizar uniformándola de acuerdo a lo que debe ser una revolución caricaturizándola en una fábula que se hizo pasar por su historia, y que desconoce todos los aportes teóricos y sociales de los grupos que intervinieron en ella.

Y como parte de sus resultados sólo basta con señalar, para advertir su envergadura, que dio origen a un nuevo tipo de régimen jurídico articulado en lo que se ha llamado la segunda generación de derechos, los llamados Derechos Sociales. Derechos que por primera vez en la historia toman como sujeto no solamente a los individuos “esencialmente” iguales sino a grupos sociales (obreros y campesinos, como resultado del fuerte colectivismo cultural indígena presente en las dos vertientes populares de la Revolución, el Magonismo y el Zapatismo) diferenciados a partir de sus condiciones económicas y culturales; que además parten de una perspectiva histórica al considerar el contexto de los grupos sociales y al derecho como una producción social que tiene que responder a ese contexto y sus problemas.

Precisamente estas dos características convierten a la revolución mexicana en un acontecimiento histórico y político mundial, con el cual, se establece por primera vez, antes que en la Unión Soviética y que en la constitución de Weimar, lo derechos de los trabajadores y campesinos: la jornada de ocho horas, la seguridad social y laboral, el ejido, las tierras comunales. Y algo que es particularmente importante y casi nadie sabe, e incluso, la mayoría de los juristas no entiende: la propiedad originaria de la nación aunada a la soberanía popular.

A causa de la revolución, en México la propiedad no es una garantía individual a la manera liberal de la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano de la Revolución Francesa, es decir, un derecho esencial del individuo por el sólo hecho de ser hombre, sino, originalmente, un derecho de la Totalidad del pueblo mexicano pasado, presente y futuro que adquiere la modalidad de la propiedad privada únicamente para su aprovechamiento social, y que por lo tanto, cuando perjudique a su titular original, el pueblo de México, puede y DEBE adquirir otra modalidad en su titularidad secundaria (art. 24). Y simultáneamente, la soberanía popular consiste en reconocer como titular del poder soberano al pueblo, que nunca cede tal calidad al gobierno a través del pacto social, por lo cual, en todo momento tiene el derecho de modificar, cambiar o eliminar el gobierno (art. 39 y art. 136). Es decir, paradójicamente y contra el sentido de los nuevos tiempos políticos, los vestigios de la Revolución Mexicana que aún se conservan en la constitución política, como un eco de los gritos de indignación, agonía y muerte de los hombres que combatieron hace cien años, aún hoy, le dicen al pueblo de México, apenas como un rosario de murmullos o un secreto, que el pueblo sigue teniendo el inalienable derecho de terminar con su servidumbre haciendo realidad la Revolución Social.


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