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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



miércoles, 6 de abril de 2011

EL DIOS DE SPINOZA II. El reverso de la tradición judía.

Una de las tradiciones más importantes recuperadas por Spinoza en su filosofía panteísta es la judía, pero no en términos generales, particularmente una corriente que se destaca a lo largo de los siglos como un portento de pensamiento crítico y liberador, una forma de judeidad que no se cifra ni en la religión, ni en la fe, ni en la raza, ni en la sangre, ni en la nación; una judeidad que se funda, concibe y cultiva como un proyecto civilizatorio donde lo más importante es además del pensamiento y la razón, la justicia y la verdad entre los hombres en la vida de este mundo.

La corriente de judeidad que recupera Spinoza se remonta a los tiempos bíblicos en los que se presenta como parte de la díada de la corriente Yavista (del Dios Yavé) y Eloista (del Dios Eloi o Adonai), en la que se divide el texto bíblico, los textos de la tradición yavista y los textos de la tradición eloista, no solamente por la manera de "llamar" a Dios, sino, sobre todo, por los contenidos espirituales y culturales-civilizatorios de cada una. Puesto que mientras la corriente yavista concibe a un Dios nacional guerrero y conquistador más cercano al politeísmo que promete a Israel, como a su hijo pródigo, dominar sobre todos los pueblos de la tierra y que su progenie prolifere sobre la tierra como los granos en la arena y las estrellas en el cielo, (en realidad nada extraordinario en relación con los dioses de otros pueblos) a cambio de la obediencia incondicional y ciega de su fe; mientras la corriente eloista concibe a un Dios impersonal, inconcebible, innombrable, irrepresentable e inapropiable en los términos de un monoteísmo radical que se concibe a partir de Dios como de la categoría más abstracta posible, y por lo tanto, de una espiritualidad muy cercana a la razón, en la cual, la divinidad parece estar tan próxima como lejana o inabarcable, por ser lo absoluto, y por ello, paradójicamente, implicarlo todo, tanto al hombre mismo como a lo conocido y lo desconocido, lo próximo y lo lejano (como el tloquenahuaque mexica, el "señor del cerca y del junto") y así, la corriente eloista asume una actitud espiritual más cercana a la ética y a la justicia que a la superstición, pues lo importante no es obedecer y creer, sino sobre todo, comprender y actuar en consecuencia, lo que se ha cultivado intensamente a lo largo de los siglos en la cábala, la mística y la filosofía judía.


                                  Cuadro negro de Kasimir Malevich, donde trata de expresar el absoluto.
                                                        Se convirtió en el símbolo de su vida que lo acompañó en su funeral, y
                                                        acompañó en sus luchas a  grupos anarquistas de obreros rusos

Es sumamente revelador advertir las implicaciones y consecuencias de una concepción divina o espiritual en tales términos, que partiendo de una abstracción tan poderosa implica la unidad de todo, y con ello, diferencias notables respecto a las religiones convencionales: una dignificación del mundo, la vida y la corporalidad, puesto que si Dios es todo, también será materia y cuerpo; la anulación de jerarquías y diferencias ontológicas puesto que si absolutamente todo participa de Dios y su dinámica, nada ni nadie será inferior o malo per se, sino relativamente, modalmente, en la relación de modo con modo, y así, cada cosa o modo participa de su particular dignidad o valor; la dignificación del hombre, de sus potencias y capacidades que participan de la dinámica divina; la dignificación del mundo y la negación de un antropocentrismo ingenuo y simplista;  el cuestionamiento radical de una política del dominio y la enajenación desde el cual se exalta y pugna por el cultivo del poder y las capacidades propios de cada individuo y comunidad.  

Ambas corrientes han atravesado y caracterizado la historia judía definiendo las varias actitudes y prácticas del pueblo judío respecto de otros pueblos y de sí mismos, así, mientras unas prácticas y tradiciones han llevado a un repliegue o cierre sobre las comunidades judías mismas llegando al paroxismo del Estado de Israel; la otra, ha hecho que el pueblo judío figure en la historia de occidente como la anomalía siempre incómoda e inevitable, no solamente la excepción, sino plenamente la oposición al proyecto "civilizatorio", fragmentario, racista, y sobre todo, dominador de los estados europeos que durante toda la modernidad han tratado de subsumir a la humanidad a los términos del Estado-nación y el capitalismo frente a los cuales el pueblo judío ha sido una anomalía inevitable e incorregible, no aceptando asumir los modelos de la nación, el territorio y el estado; sino al contrario, mostrándose como la anti-raza por excelencia, como logró identificar el nacional socialismo en medio de su estupidez, con el privilegio de ser un testimonio y una experiencia que no solamente retan al "orden" de la muerte y la servidumbre modernos, sino que muestran, que son posibles otras formas de vivir y de pensar más allá del estado, la nación, la raza, el territorio...

Esta corriente emancipatoria de pensamiento judío comprende, con sus diferencias y particularidades,  a figuras tan importantes que se remontan desde Moisés, los profetas y Jesús, hasta pensadores tan radicales como Maimónides, Spinoza, Marx, Freud, Rozenswig, Benjamin, Adorno, Horkhaimer...

Así, Spinoza reconoce en la Ética demostrada según el orden geométrico de las cosas que algunos judíos lograron ver lo que él, la unidad absoluta de Dios, como a través de una bruma.

“Antes de proseguir, nos es preciso traer a la memoria lo que hemos mostrado más arriba, a saber: que todo lo que pude ser percibido por el entendimiento infinito como constituyente de la esencia de la sustancia, todo ello pertenece sólo a una única sustancia; y, por consiguiente, la sustancia pensante y la sustancia extensa es una sola y misma sustancia,  comprendida, ya bajo este, ya bajo aquel atributo. Así también, el modo de la extensión y la idea de este modo es una sola y misma cosa, pero expresada de dos modos, eso parecen haberlo visto como a través de una niebla algunos Hebreos, y son los que sientan que Dios, el entendimiento de Dios y las cosas por Él entendidas son uno y lo mismo.”

(Ética II, Prp. VII, Esc.)

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