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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



martes, 19 de abril de 2011

La Historia y los ecos de Marx, Nietzsche y Benjamin.

La historia desde siempre ha sido algo muy importante quizá tan importante como la poesía para el espíritu de los hombres y los pueblos, y en cierto grado quizá, ambas, historia y poesía, han estado unidas en los momentos originarios de los pueblos, al nombrar los relatos fundacionales de la comunidad a través de relatos míticos.

Los relatos que cuentan lo que se ha sido para ser lo que se es ahora, desde siempre y para siempre, parece que tendrán una importancia fundamental para los hombres. Esto, como muchas otras cosas fundamentales más, los poderes establecidos lo saben, o mejor dicho, lo intuyen o han llegado a conocer no por el gran ejercicio de pensamiento y abstracción que se requiera para llegar a ello como por la práctica de la violencia y el sometimiento crudos que muestran sin más los resortes y engranes de los hombres, así, los poderes han adquirido gran conocimiento en torno al sometimiento y la rebeldía de los hombres, ejemplo, la importancia y la forma de entristecer a los hombres, de enajenarlos, de determinarlos-amaestrarlos como animales o sub-humanizarlos como bestias.

Particularmente el monopolio de la historia es uno de los recursos fundamentales del poder para eliminar la posibilidad individual y colectiva de la autoconciencia y la emancipación, haciendo olvidar a los hombres de qué son capaces o quién es el enemigo, lo cual ha sido sabido también por los pueblos que se han aferrado a conservar sus relatos e historia. En la filosofía, como estrategia de la vida o terapia emancipatoria, también existe este conocimiento desde la antigüedad, basta pensar la obra de Diógenes Laercio, sin embargo, a partir de la modernidad y el individualismo hay un movimiento deshistorizante o historizante a la manera tiránica, reivindicando la historia de dominación, donde todo y todos se confunden con la versión del vencedor,  pralela a la cual se hace correr una historia de la filosofía que selectivamente empareja a la escuela o al pensador idóneo para legitimar el poder en turno. 



Sin embargo, afortunada e inevitablemente siempre existen las excepciones, y sobre todo, en cuestiones tan importantes como estas, en filosofía también ha existido una disidencia respecto a la historicidad  dominante o deshistorización, particularmente emancipatoria, revolucionaria. Basta para mostrar esto el prodigio en relación con la politización de la historia que encontramos en las obras de tres gigantes del pensamiento Marx, Nietzsche y Benjamin, en los cuales, existen incluso ecos de símbolos, conceptos y metodologías. Los tres participan de un materialismo radical que lleva a Marx a la concepción del materialismo histórico y a Nietzsche tras las reflexiones en torno a la historia en varias de sus obras y particularmente en las intempestivas (De los beneficios y perjuicios de la historia para la vida) a la genealogía y qué es la genealogía si no un estudio político en la historia del desarrollo de las fuerzas inmanentes que determinan la materia inmanente (como hace ver tan claramente Deleuze en Nietzsche y la filosofía); y Benjamin, replantea la historia, también, como un movimiento necesario para llevar a cabo una auténtica revolución, en sintonía tanto con Marx como con Nietszche, sólo recordemos en este sentido el epígrafe de la XII tesis sobre la historia, necesitamos de la historia pero de otra forma a como la necesita el intelectual mimado en los jardines del saber. Es probable que los tres hayan sido influenciados por el gran movimiento intelectual en relación con la historia que sucedió en la segunda mitad del siglo XIX en Alemania, sin embargo, los tres son una excepción que constituye en sí misma una estirpe. 

Como un eco más recordemos estas palabras de Nietzsche que nos recuerdan irresistiblemente a Benjamin, en Richard Wagner en Bayruth, texto que consagra la separación definitiva de Nietzsche con Wagner y su posición nacionalista:

Para que un acontecimiento tenga grandeza, deben combinarse el gran espíritu de los que lo llevan a cabo y el gran espíritu de los que lo presencian. Ningún acontecimiento tiene por sí grandeza, así desaparecen constelaciones enteras, así desaparezcan pueblos enteros, se derrumben grandes Estados y se liberen guerras con tremendas fuerzas y pérdidas; por sobre mucho acontecer de esta naturaleza sopla el viento de la historia como si se tratara de frágiles copos.

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