La mónada es la autonomía del interior, un interior sin exterior. Pero tiene como correlato la independencia de la fachada, un exterior sin interior. La fachada puede tener puertas y ventanas, está llena de agujeros, aunque no haya vacío, pues un agujero sólo es el lugar de una materia más sutil. Las puertas y ventanas de la materia sólo abren o incuso sólo cierran desde afuera y sobre el afuera... La arquitectura barroca puede definirse por esa escisión de la fachada y del adentro, del interior y del exterior, la autonomía del interior y la independencia del exterior, en tales condiciones que cada uno de los dos términos relanza el otro... Lejos de ajustarse a la estructura, la fachada barroca sólo tiende a expresarse a sí misma mientras que el interior se inclina de su lado, permanece cerrado, tiende a ofrecerse en su totalidad desde un solo punto de vista a la mirada que lo descubre, "cofre en el que reposa lo absoluto".
Lo que hará posible la nueva armonía es, en primer lugar, la distinción de dos pisos, en la medida en que resuelve la tensión o distribuye la escisión. El piso de abajo se encarga de la fachada, y se alarga agujereándose, se curva según los pliegues determinados de una materia pesada, constituyendo una habitación infinita de recepción o de receptividad. El piso de arriba se cierra, puro interior sin exterior, interioridad cerrada en ingravidez, tapizada de pliegues espontáneos que ya sólo son los de un alma o un espíritu. Por eso el mundo barroco, como ha mostrado Wolfflin, se organiza según los vectores, el hundimiento abajo, el empuje hacia lo alto. Leibniz hace coexistir la tendencia de un sistema pesado a encontrar su equilibrio lo más bajo posible, justo donde la suma de las masas ya no puede descender más, y la tendencia a elevarse, la más alta aspiración de un sistema en ingravidez, justo donde las almas están destinadas a devenir razonables, como en un cuadro de Tintoretto. Que uno sea metafísico y concierna a las almas, que el otro sea físico y concierna a los cuerpos no impide a los dos vectores componer un mismo mundo, una misma casa...
El entierro del conde de Orgaz
Y no se distribuyen sólo en función de una línea ideal que se actualiza en un piso y se realiza en el otro, sino que una correspondencia superior non deja de relacionar el uno con el otro. Semejante arquitectura de la casa no es una constante del arte, del pensamiento. Lo propiamente barroco es una distinción y distribución de dos pisos. Conocíamos la distribución de dos mundos en una tradición platónica. Conocíamos el mundo de innumerables pisos, según una subida y una bajada que se enfrentan en cada peldaño de una escalera que se pierde en la inmanencia de lo Uno y se descompone en el océano de lo múltiple: el universo en escalera de la tradición neoplatónica. Pero el mundo de dos pisos solamente, separados por el pliegue que actúa de los dos lados según un régimen diferente, es la aportación barroca por excelencia. Expresa, ya lo veremos, la transformación del cosmos en "mundus".
Entre los pintores llamados barrocos, brillan, incomparables, Tintoretto y El Greco. Y, sin embargo, tienen en común ese rasgo del barroco. El entierro del conde de Orgaz, por ejemplo, está dividido en dos por una línea horizontal, abajo los cuerpos se apiñan unos contra otros, mientras que arriba el alma asciende, por un tenue repliegue, siendo esperada por santas mónadas cada una de las cuales tiene su espontaneidad. En Tinttoreto, el piso de abajo muestra los cuerpos víctimas de su propia pesantez, y las almas tropezando, inclinándose y cayendo en los repliegues de la materia; por el contrario, la mitad superior actúa como un potente imán que los atrae, que los hace cabalgar pliegues amarillos de luz, pliegues de fuego que reaniman los cuerpos, y les comunican un vértigo, pero un "vértigo de lo alto": por ejemplo, las dos mitades del Juicio Final.
La última cena. Tintoretto |
Seguire aleatoriamente las pistas de este refrescante blog rizomatico.
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