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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



jueves, 28 de agosto de 2014

LA ACTUALIDAD E INACTUALIDAD DEL EZLN EN EL S. XXI

Los zapatistas no son de este tiempo, y sin embargo, en muchos momentos han parecido ser los que más claramente lo entienden en un mundo en el que la mayoría de las personas no pueden entender la realidad en la que viven, porque creen o quieren vivir en otro mundo que constantemente los excluye. Por ejemplo, cuando en la década de los noventa la sociedad mexicana ingenuamente celebraba la ilusión salinista [1] de la entrada de México al primer mundo de la abundancia de los centros comerciales, la sofisticación del inglés en sus televisiones, la fast food a la vuelta de la esquina y los espectáculos internacionales como la evidencia de que los mexicanos formaban parte del mismo club que los habitantes de los países del primer mundo [2] ; frente a esas ilusiones, los zapatistas fueron el primer movimiento social en la historia que se opuso de manera explícita a la globalización cuyo nombre apenas y algunos académicos estaban balbuceando. [3] No hay que olvidar que su levantamiento el primero de enero de 1994 coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (NAFTA) entre USA, Canadá y México, y que en sus primeras declaraciones el EZLN denunció este hecho como una condena a muerte para todos los pueblos indígenas de México y que era la causa inmediata de su levantamiento. [4]

Paralelamente a esta lucidez para entender los signos de los nuevos tiempos, los zapatistas han tenido mucha fuerza, primero para resistir a los ataques de la realidad global que los condenaba a muerte y después del gobierno mexicano, que desde su aparición pública ha tratado de exterminarlos por no aceptar públicamente esa condena ni para ellos ni para todos los que son como ellos, es decir, todos aquellos individuos y grupos del pueblo mexicano que por sus circunstancias, características o decisión son un estorbo para el avance de la comercialización de los recursos naturales y culturales de México: quienes no tienen dinero para consumir ni nada que ofrecer que pueda ser comprado. [5]

También ha caracterizado activamente la fuerza a los zapatistas cuando han propuesto y realizado sorprendentemente, a pesar del acoso del que son objeto, nuevas formas sociales alternas al "orden" capitalista, esto, desde que se rompió el diálogo con el gobierno después de que éste traicionó en reiteradas ocasiones la tregua que suspendió el enfrentamiento armado [6] y cuando en el año 2001 con la promulgación de la Ley de Derechos y Cultura Indígena incumplió los compromisos asumidos en los Acuerdos de San Andrés, que son un conjunto de medidas que el gobierno pactó con el EZLN y buscaban producir las condiciones jurídico-políticas que permitieran vivir dignamente a los pueblos indígenas y se resumen en dignidad, democracia, justicia y libertad. [7]




domingo, 20 de julio de 2014

LA IGNORANTE ERUDICIÓN DE OCTAVIO PAZ

Octavio Paz habla del EZLN desde el laberinto del criollismo intelectual.

En el mundo del poderoso no caben más que
los grandes y sus servidores. En el mundo que
queremos nosotros caben todos.

4a Declaración de la Selva Lacandona


Ignorancia, servilismo, ridícula arrogancia y mal gusto son las características de las palabras de Octavio Paz cuando habla de zapatismo, política o cultura. Es como una María Félix de las letras, puro flatus vocis (término irónico con el que los medievales sutilmente se referían a quienes hablaban para no decir nada confundiendo el orificio de su boca con el de su ano: una boca que sólo produce aire), otra "estrella" de utilería de la alta sociedad mexicana, que por cierto, cuando sucedió el levantamiento de los zapatistas en 1994 los calificó de "nacos".

Octavio Paz forma parte de un sector de la intelectualidad mexicana heredera del poder, una élite de intelectuales y "artistas" que llevan a la cultura los prejuicios, vicios y abusos de la sociedad mexicana, y sobre todo, de los sectores de los que formaron parte, así, el eurocentrismo, el clasismo, la complicidad con las fuerzas, por una parte conservadoras y por otra capitalistas, son las perspectivas fundamentales de su quehacer "cultural". Y es comprensible, pues es precisamente esta estructura clasista, e incluso racista, la que hace posible su posición.

Se podría pensar que la condición conservadora de un intelectual es una cuestión secundaria y que sus posiciones políticas no influyen en nada a su obra y mucho menos que sean capaces de afectar de algún modo a la cultura, sin embargo, no es así, al contrario, pues la obra "sirve" o tiene por contenido, valores y razones que definen su forma expresiva y su sentido. Y mucho menos puede pensarse que no afecten a la cultura, cuando la relación de esos intelectuales con el poder hace que tengan puestos políticos de toma de decisiones en la política cultural, difundiendo y haciendo de la ignorancia, los prejuicios y la charlatanería los criterios de la promoción de autores y obras.



martes, 3 de junio de 2014

El lenguaje de la poesía materialista

El lenguaje es como un cabello
o como la sombra de un arete,
en el cuello de una mujer.
Un juego misterioso y vivaz,
como las hojas de un árbol
que juegan a transformarse
agitadas
despiadadamente
por el
v i e n t o .

miércoles, 5 de marzo de 2014

Materialismo Histórico y Poesía


El materialismo histórico es nieto de otros pensamientos. Nació con una sonrisa insolente en los labios frente al ingenuo y arrogante tiempo del progreso. ¿Hacia dónde vamos? ¿Necesariamente hacia lo mejor, hacia el perfeccionamiento del hombre? El materialismo histórico nació adolescente en la pluma de un poeta redimido, siempre crítico, burlón y hedonista, su arrogancia era de otro tipo, escéptica frente a los crédulos, fanáticos e ignorantes. De los sacerdotes y sirvientes de la corte al grotesco burgués. Y no podía ser de otro modo, partir de la materia es basarse en el cuerpo, en los sentidos, ahí donde el testimonio de la vida concreta no permite mentir ni ser engañado. Vivir se convierte en el método por excelencia, los viejos ortodoxos le llamaron praxis pero antes fue poyesis y arete, el materialista se construía así mismo, no solamente dándose forma sino sobre todo un contenido: haciéndose un alma.

El materialismo trata sobre la vida: producir y reproducir la vida, al mundo y al hombre. Producir los sentidos y con ellos la percepción, el pensamiento. Por lo tanto, una ciencia, un pensamiento, una poesía materialista no puede soslayar esta noble labor. Y los instrumentos para hacerlo son un legado y una invención, sería ingenuo pensarlo de otro modo, una ilusión moderna, un dogma: la materia no se destruye. Existe la continuidad sin la cual no podría existir el cambio, y el poder de la ignorancia tiene la necesidad de interrumpir ciertas continuidades y perpetuar otras, hacernos creer absolutamente novedosos y conservadores cuando le conviene, haciéndonos encarnar así sus valores ya podridos.

Qué cosas se están por inventar y qué por reencontrarse es algo no decidido en el infinito de la rugosa realidad, pensar que sólo habremos de reencontrar es tan pobre como pensar que sólo podemos inventar, una pobreza respecto al futuro y la otra respecto al pasado, cuando el presente es un haz de luces y energías infinitas. Somos el testimonio del infinito y la abundancia de los posibles.




sábado, 8 de febrero de 2014

¿Qué es la Inmanencia?

     Para Gilles Deleuze no existía un centro o corazón de la realidad en su totalidad ni de las cosas en particular.[1] Nada que fuera superior o mejor que el resto, no porque las cosas y sus características carezan de dignidad, sino porque todas participan de la misma dignidad, la dignidad de ser.[2] Puesto que para él, no existe instancia alguna por encima del ser, sino que el ser lo es Todo, un Todo que es infinito y absoluto, por lo que no puede ser limitado por nada (es infinito), y por esa razón, tampoco ajeno a nada (es absoluto), pues lo ajeno o lo otro sería su límite. El Ser es lo más común, y por ello, carece de jerarquías.

Por el contrario, pensar la realidad en términos de una jerarquía de los entes no es propiamente pensar sino repetir, replicar errores, ilusiones de la trascendencia… forzarse y forzar a concebir lo que es siempre idéntico a otra cosa, el lugar ocupado en una jerarquía, donde la superioridad y la inferioridad relativas son dictadas por un orden de la representación, que por (su) derecho, ocupa el lugar de lo que existe en realidad. En el pensamiento de la jerarquía,[3] lo que las cosas son, su identidad, se define por la superioridad o inferioridad relativas entre ellas y dictadas por una escala de valores que es ajena a lo que las cosas son. El ser y lo que es como la representación de otra cosa. Cuando lo que es está cambiando constantemente tanto en lo general, realidad, como en lo particular, entes; y pensarlo, consiste en percibir y entender ese cambio que se expresa como diferencición constante de lo que es: en y por el ser, como causa inmediata, al no existir jerarquía.




La inmanencia en el pensamiento de Spinoza

La importancia del pensamiento de Baruch de Spinoza es fundamental para Deleuze básicamente porque él fue quien mejor planteó, de manera más pura,[1] la inmanencia; y porque para Deleuze, la filosofía consiste en hacer un planteamiento de la inmanencia, ya que la realidad es la inmanencia y conocerla consiste en trazar su plano, la cartografía de la situación existencial que tanto histórica como singularmente constituye al hombre. Por esta razón, al final de su vida Deleuze declaró que como el hombre inculto que era lo olvidaba todo, por ello cada que tenía que estudiar algo tenía que iniciar desde el principio, con una excepción, Spinoza, porque a Spinoza lo llevaba en el corazón: …me produce una gran alegría, cuando me veo obligado a ponerme a trabajar de nuevo sobre un tema anexo o sobre el mismo tema– debo empezar otra vez desde cero, con la excepción de unos pocos casos, porque a Spinoza le llevo en el corazón, no se me olvida: es mi corazón, no mi cabeza.”[2]

La inmanencia, como el Dios de Spinoza (infinito y absoluto), es una unidad muy especial y extraña, incluso imposible de concebir, al carecer de límites. Pues por una parte, en tanto absoluta nada le es ajeno y engloba todos los entes del presente, pasado y futuro (implicación) en una misma y única unidad; y por otra, en tanto infinita, esta unidad carece de límites en el sentido de que no tiene principio ni final, es eterna, y comprende una infinidad de entes, en cantidad y cualidad, que son producidos por la infinita fuerza de existir que la constituye. Y a pesar de ser imposible de concebir en su totalidad, la inmanencia constituye el principio de lo real, el supuesto metafísico –que Spinoza busca plantear en términos lógicos- que explica, sin recurrir a ficciones irracionales, porque el ser es.