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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



lunes, 18 de diciembre de 2017

Apuntes de crítica cinematográfica del fascismo 4

Un momento fundamental para el cine, como una especie de presagio, es el año de 1889. Año en que nacen dos figuras fundamentales para el devenir del cine, una que lo alimentará y descubrirá para las multitudes las alturas de este nuevo arte, y otra, que se aprovechará e interrumpirá su desarrollo: Charles Chaplin y Hitler. Ambos personajes inauguraron la celebridad en las pantallas y ocuparon, por primera vez, un lugar fundamental en la cultura de masas (cultura pop hoy globalizada), inaugurando, con ello, el paralelismo entre política y espectáculo que marcará de modo fatídico el siglo XX y de modo patético el siglo XXI. Todos en el mundo desde ese momento reconocen los rostros de ambos personajes como los símbolos de lo que es posible hacer con el arte de las pantallas.

Como una especie de comedia trágica o número de circo que acontece en la arena del del siglo XX, entre los escombros de la cultura medieval y las nuevas ciudades con sus espectáculos y entretenimientos, estos dos personajes ocuparán un lugar clave en lo que será el relato de la historia contemporánea hecha ya no de palabras o teorías, sino sobre todo, de imágenes en movimiento. En el siglo XX la humanidad empieza a contar su propia historia a través de imágenes en movimiento que observarán-consumirán las masas, sin distinguir entre alfabetos o analfabetas, hombres sencillos u hombres cultos. Desde la invención del cine el relato de la humanidad se construye con la luz y las sombras que se proyectan en los diferentes tipos de pantallas que ha sido capaz de idear el hombre.

Y el cine tan cercano y al mismo tiempo tan lejano de nosotros -respecto de lo que es, pudo y podría ser-, en las formas de entretenimiento y narrativas que hace converger, algunas provincianas o incluso medievales y antiguas -la literatura, el teatro, el circo, el concierto, la danza-, y las nuevas formas del espectáculo mediático de las telecomunicaciones; se transformará para siempre a través de la vida y las acciones de los personajes de Charles Chaplin y Hitler...






I. Chaplin

Charles Chaplin fue la primera gran figura mundial del cine, un artista en toda la extensión de la palabra: guionista, director, actor y músico que encontró en el cine el medio de expresión perfecto para sus capacidades e inquietudes. Personaje que redimensionó y proyectó las capacidades técnicas y artísticas del cine, como un medio de entretenimiento y de experiencia estética, mediático y simultáneo para millones de personas a lo largo del mundo. Nuevo fenómeno ideológico que ninguna política imperial ni religión antes había podido alcanzar de una forma tan rápida y amable. Con Chaplin el cine descubre parte de su potencial artístico y de entretenimiento para las masas, un nuevo arte y una nueva forma cultural nacían con él. Una forma cultural que tenía tantas potencialidades liberadoras como peligros, los artistas y humanistas podían empezar a soñar con la educación de ingentes cantidades de personas a un tiempo y los artistas con un arte total y mundial que apenas y habían sospechado los grandes compositores de ópera del siglo XIX; pero también los políticos, ciertos políticos, empezaron a ambicionar los servicio que esta nueva técnica podía prestar para sus ambiciones de dominio y poder desmedido.

El cine junto con la radio, y en otra dimensión, el telégrafo y el ferrocarril, inauguran una nueva época de la comunicación mediática. Como nunca antes era posible, tanto viajar de una manera increíblemente rápida de un lugar a otro, como comprar y vender mercancías de distintos lugares, pero sobre todo, comunicarse de manera inmediata y a una cantidad de personas como nunca antes se había hecho. Las nuevas tecnologías de la comunicación a principios del siglo XX inauguran los sueños de una nueva humanidad pero también hicieron recordar la pesadilla de la misma humanidad que una y otra vez se ha obstinado, no sólo en envilecerse, sino incluso, en la autodestrucción.

III. Hitler

Por su parte, Hitler junto con su equipo de propaganda liderado por Goebbels se dan cuenta del potencial primero de la radio, y después del cine, para difundir sus mensajes e ideas carentes de pensamiento, reduciendo las potencialidades de estas nuevas tecnologías que pudieron enriquecer o explorar otras dimensiones de los hombres o la sociedad. Hitler y el nacionalsocialismo buscaron condicionar a las masas reduciéndolas a sus funciones elementales –la sobrevivencia y los comportamientos animales del apego al grupo  y el odio al otro-, determinadas por la ignorancia, el odio y la obediencia. El nazismo utilizó la tecnología de las telecomunicaciones para impedir que la cultura y la civilización evolucionen, conservando, y aún más, radicalizando un ideario medieval provinciano y absurdamente imperial que reproduciendo las formas de la ignorancia y el fanatismo religioso promovieron una forma de sociedad ultraconservadora, discriminadora e intolerante que tenía por finalidad conservar los beneficios de las élites tanto feudales como capitalistas, a través del sacrificio de las masas convertidas en los siervos y esclavos modernos. Desde ese momento el cine dejó de buscar su propio desarrollo espiritual para servir a las causas del nacionalismo, el mercado y la propaganda de prejuicios clasistas y afectividades reaccionarias (modelo de Hollywood, la televisión y ahora internet).

En esta trama de la historia de la tecnología llamada cine, su destino se escribía a cada paso. Las cualidades y virtudes que se descubren con las primeras grandes obras y figuras cinematográficas son una invitación irresistible para quienes se convertirán no sólo en los verdugos de millones de seres humanos, sino también, de ese mismo arte interrumpiendo su desarrollo, o incluso, retrasándolo de un modo que aún no ha sido posible superar.

I Clown

En un texto poco conocido llamado I clowns-que contiene el guión del celebre documental homónimo y una serie de notas y apuntes sobre la historia de los clows-, el gran director Federico Fellini, da una clave para poder entender este terrible momento de la cultura y la civilización que determinó el destino del cine. Nos dice Fellini que a lo largo de la historia de ese maravilloso arte que es el clown existieron, sobre todo, a partir de los inicios de la modernidad, dos tipos de clown. Un clown que encarnaba en cierto modo las formas rígidas y grandilocuentes de la Edad Media, el llamado Clown Cara Blanca, una especie de heredero del arlequín de las cortes europeas que se caracterizaba por encarnar el lujo y glamour pasado de las cortes en vestuarios tan imponentes como adornados hechos de telas finas y pedrería que acompañaban el maquillaje blanco de sus caras a penas cruzadas por algunos trazos. Esta imagen permitía al Clown Cara Blanca encarnar en la pista del circo la disciplina y el deber que podía ser motivo de risa una vez burlados. El Clown Cara Blanca es la encarnación de los padres, los religiosos y la autoridad, y en el límite, del tirano fascista, que aun con su actitud, -y sobre todo, en el caso del tirano fascista, con la apariencia ritual de la que se hace rodear-, no dejan de participar de lo burdo de los tratos humanos, pues a pesar de su aspecto cargado y recargado, los personajes que encarna no son ni más ni menos que el resto de seres humanos, y al contrario, es precisamente esa actitud de grandilocuencia y orgullo que entre más exagerados les dan un aspecto más caricaturesco, pues evidencian grotescamente su falsedad.

El otro tipo de clown es el llamado Augusto el Tonto, la pareja inseparable del Clown Cara Blanca en los circos modernos, una especie de vagabundo o dandy caído en desgracia, cuyo atuendo maltrecho y citadino recuerda las prendas pasadas de moda de los primeros gentlemans londinenses, una digna figura vestida con traje de tres piezas, bombín y corbata. Un hombre de las ciudades caído en desgracia y que carece de lugar, trabajo, e incluso, habilidades para poder incorporarse a la sociedad, y se caracteriza, por una torpeza legendaria, una actitud cercana a la estupidez de quien no puede, o parece que más bien no quiere, comprender aquello que tienen que hacerse correctamente. Este otro personaje con su atuendo y actitud es la pareja inseparable del Clown Cara Blanca a quien constantemente está burlando, engañando y timando, y quien a su vez, trata de disciplinarlo o incluso golpearlo por su estupidez. 

Para Fellini, Augusto el Tonto encarnaba a todos esos marginalizados de cualquier lugar, personas sencillas que hacen del tonto o el loco del pueblo o el barrio, alguien que no pude encajar y contrasta escandalosamente con el entorno, pero a pesar de ello, se convierte en un elemento más de ese entorno, conservando con ello algo que parece importante desde la sinceridad y el juego hasta algo cercano a la libertad y la alegría. Algo salvaje y natural que las obligaciones y el deber social nos arrebata en cada espacio y a cada momento. Por ello, llega a afirmar una afinidad entre el artista y el poeta con esta figura. Alguien que no es del todo capaz de adaptarse y con su marginalidad es testimonio de la existencia de otras cosas, otro mundo que existe aun en este, a pesar de las prohibiciones y negaciones, alguien que de alguna forma tiene un pie en ese otro mundo y es capaz de hablarnos de él.


Continuando con este razonamiento el escritor rumano Norman Manea, en cu ensayo El dictador y el artista, aclara aún más la oposición entre arte y fascismo en el caso de Chaplin y Hitler, al advertirnos que ambos personajes comparten más que solamente el bigote y la celebridad en las pantallas. Ambos personajes nacen y crecen como marginalizados, en barrios extremadamente pobres, con familias en desgracia, y ambos viven una juventud semejante durmiendo en bancas de parque sin trabajo, con sus ropas tan desgastadas como sus estómagos vacíos. Marginados y excluidos sin un lugar ni un nombre, sin importancia para nadie. Manea reconoce en esta condición el fermento de la actividad creativa, como una necesidad de quien no cuenta con un lugar que le brinde aquello que necesita para vivir, y que de algún modo tiene que hacerse de él. El clown es la imagen de un vagabundo sin lugar que en su espectáculo se convierte en el artista de una pista de circo, aquel que careciendo de mundo convierte a la pista de circo en su mundo.

La indigencia de la modernidad a la que fueron arrojados millones de personas en las ciudades como parte del proceso económico del despojo de tierras y de la acumulación, en las ciudades, de fuerza de trabajo pauperizada, es el fermento para la actividad creativa, que sea capaz de cambiar esas condiciones; pero también, el fermento de la descomposición en manos de quienes no hagan sino afirmar la marginación reivindicándola, convirtiéndose en sus sirvientes-policías-jueces-celadores-verdugos para por lo menos así, tener ese lugar. Chaplin y Hitler encarnan esos procesos, como si ambos transformaran el mundo en un lugar donde poder estar, en una arena de circo en la cual presentar su número. Chaplin convierte al cine, las salas de cine de todo el mundo en la arena de su circo personal en la que representará la búsqueda de un mundo donde quepan todos, donde cualquiera tenga un lugar, su lugar; mientras Hitler pretende convertir el mundo en su circo, una corte de adulación y culto a la exclusión y la destrucción, convirtiéndose en su amo, y así, convirtiendo el mundo e un circo del horror donde poder escenificar los impulsos reactivos de su condición de indigencia, convertida en la caricatura del fascismo.




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