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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



sábado, 22 de enero de 2011

Rimbaud-Baudelaire

Existe una continuidad en la realidad más primordial del Ser, el espíritu o la vida. Una continuidad paradójicamente discontinua. Una línea quebrada, como las fallas geográficas o volcánicas. Un acontecer que aparece y desaparece en la existencia de la humanidad, como algo flotando y sumergiéndose en las olas del mar. Es como si una presencia importante, algo que tiene que ser dicho se manifestara en diferentes hombres, en diversos tiempos y lugares pero con la misma premura y puntual precisión. Como si algo tuviera que ser o debiera continuar siendo dicho.

Estas continuidades discursivas se presentan tanto en la filosofía como en la poesía más auténticas, por debajo y por encima de las historias escolares, más ideológicas que verdaderas. En la poesía existe una peculiar linea de continuidad, un hilo de plata que a traviesa la noche de páginas y palabras de los poetas y habla de una misteriosa comunicación entre el mundo y el hombre, que canta el secreto de la mutua creación de uno y otro, una especie de autopoiética del mundo-hombre que se rebela contra todas las formas de sometimiento del hombre y de destrucción del mundo.

Esta continuidad tiene uno de sus episodios más prodigiosos en las vidas y obras de Baudelaire y Rimbaud, este vive lo que el otro sueña y escribe. Baudelaire canta la libertad libre y Rimbaud la vive, la unidad y armonía del mundo, el carácter sagrado y misterioso de la realidad que reclama para ser por lo menos tocada una actitud no menos sagrada, la actitud del vidente.


Las correspondencias son tantas que nos basta sólo sugerir algunas:

La exploración que Baudelaire hace respecto a la ruptura de las formas tradicionales del verso con sus Pequeños poemas en prosa, y la consagración de tal ruptura y la conformación de las nuevas posibilidades para el contenido y la forma de la furtura poesía en la obra prosística de Rmbaud.

La prefiguracion de una función de repulsa contra Occidente concretada en la imagén del viaje en Invitación al viaje,  y la vivencia de esa repulsa en la obra y la vida de Rimbaud signadas con el prodigioso poema El barco ebrio.

La idea baudeleriana de las correspondencias encunetra sus ecos en la teoría del vidente y la alquimia del verbo.

En ambos exsite una confrontación directa contra la sociedad burguesa y el capitalismo emergente del siglo XIX, que Benjamin supo identificar tan bien en Baudelaire en el libro de Los pasajes.


Es el mismo espíritu el que anima a Baudelaire y a Rimbaud, un espíritu que aún continúa vivo y se necesita, cada vez más, se haga presente.

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